El entierro del líder de Hezbolá en Beirut cierra una era de la milicia libanesa
El líder de la formación chií durante más de tres décadas, Hasan Nasralá, murió hace cinco meses en un bombardeo israelí


“¡Labeika Nasralá!” (A tus órdenes, Nasralá), han gritado este domingo 100.000 personas en el estadio de futbol de Beirut, donde han acudido a dar un último adiós al jeque Hasan Nasralá, líder del partido-milicia chií Hezbolá durante más de tres décadas y asesinado el pasado 27 de septiembre en un bombardeo israelí. Cientos de miles de seguidores han inundado la capital libanesa procedentes, mayoritariamente, del sur y el este del país, de mayoría chií, aunque también había miles de personas llegadas de Irak e Irán.
Hezbolá ha preparado durante semanas los funerales del Sayed, como le apodan sus fieles, y de su sucesor y primo, Hashem Safieddine, asesinado una semana después de Nasralá por Israel. Los funerales han sido, además, la ocasión para mandar un mensaje claro a sus enemigos internos y al otro lado de la frontera: la milicia mantiene una amplia base social y sigue en pie. A eso ha respondido Israel con otro mensaje, sobrevolando a baja altitud el estadio con cuatro de sus cazas para recordar que, a pesar de la tregua en vigor, pueden cruzar el cielo libanés y están observando. El gentío ha despedido a los aviones con gritos de “¡Muerte a Israel!”.

“Para mi generación, el Sayed ha sido como un padre. Es el líder de la resistencia, es una referencia espiritual y es el guía para los chiíes”, dice Sara Badawi, de 19 años, que ha venido al estadio de Beirut desde la sureña localidad de Tiro. El Hezbolá que ha conocido su generación es producto de la estrategia del difunto líder, quien ocupó el cargo de secretario general en 1992. Ese mismo año, el brazo político de la milicia integró el tablero político del país al participar por primera vez en los comicios parlamentarios. Pero ha sido la trayectoria de su rama militar, financiada por Irán y catalogada como terrorista por EE UU y Europa, la que ha llevado a sus detractores a acusarlo de crear “un Estado dentro del Estado”, con una milicia mejor armada que el propio Ejército libanés. Ha sido la expansión regional, con réplicas de Hezbolá en Siria, Irak y Yemen, lo que convirtió a esta milicia en la más poderosa de la región.
Recibido como mártir de entre los mártires, las banderas con el rostro de un sonriente Nasralá ondeaban junto a las de otros rostros de jóvenes caídos en combate. Entre los asistentes al funeral se encontraba Sarah, de nueve años, que sujetaba la foto de su tío, un miliciano de Hezbolá muerto luchando en el sur de Líbano. La niña estuvo también a punto de perder a su padre, según relató la madre, Shirin Hijazi, de 32 años. El marido fue uno de los casi 3.000 miembros de Hezbolá que resultó herido el pasado septiembre en un ataque israelí con explosivos plantados en miles de buscas. “Perdió un ojo, la visión en el otro y dos dedos de la mano derecha”, precisa. A pesar de ello, Shirine asegura, como rezan los carteles que decoran las calles de la periferia sur de Beirut, que seguirán adelante “hasta el final”.
La multitud ha acompañado los féretros hasta el mausoleo habilitado en la carretera del aeropuerto, donde medio centenar de milicianos han alzado la bandera amarilla con la estampa de un puño aferrado a un Kaláshnikov, emblema del partido-milicia. Sobre los ataúdes han depositado un turbante negro, el que solo pueden portar los religiosos que descienden del linaje del profeta. Medio Beirut ha quedado atascado por los funerales y las calles se han llenado de banderas entre las que se avistaban las palestina, iraní o iraquí.
Unos despedían al líder chií; otros, al rostro de la resistencia contra Israel. “Respetaba a Nasralá como líder, pero Hezbolá nos ha arrastrado a una guerra con Israel para los intereses de Irán”, afirma Rana, abogada de 38 años en el barrio de Verdún. De confesión chií, se dice partidaria de la resistencia, pero no aprueba que sea de la mano de una facción religiosa o de milicias. Debilitados militarmente por los ataques de Israel, y criticados políticamente en Líbano por la destrucción que ha dejado la guerra en un país ya ahogado económicamente, el nuevo secretario general del Partido de Dios, Naim Qasem, ha sorprendido con un discurso de unidad confesional y de cooperación con el Ejército libanés.
El portavoz del Parlamento, el chií Nabih Berri, ha asistido en representación del Gobierno libanés a los obsequios a los que no han acudido ni el presidente, Joseph Aoun, ni el primer ministro, Nawaf Salam.
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