Alarma en París
El ministro francés de Agricultura, Jean Glavany, dijo ayer que "merece ser estudiada" la propuesta del principal sindicato ganadero de retirar de la cadena alimentaria todos los bovinos de más de cuatro años y medio, unos cinco millones. Con ello se pretende garantizar que no se consumirá la carne de ejemplares alimentados con harinas animales, prohibidas en Francia en 1996. Pero el ministro advirtió de que esa operación va a costarle cara al contribuyente: las indemnizaciones a los ganaderos supondrían entre 300.000 y 450.000 millones de pesetas, según que se mantenga a las vacas viejas como productoras de leche y terneros, o se las sacrifique.
Glavany comentó en los pasillos de la Asamblea que él continúa comiendo carne, lo mismo que sus hijos, porque "no hay razones para ceder a la psicosis". Este modesto intento de desdramatizar la situación coincidió con el descubrimiento de tres nuevos animales enfermos de EES, lo cual eleva a 92 los casos en Francia, así como la liquidación de las 78 vacas de una escuela agrícola tras haberse observado que una estaba enferma.
La consecuencia de toda esta confusión es que el precio de la carne cayó 50 pesetas por kilo en el mayor mercado de Francia, en Sancoins dans le Cher, donde apenas hubo transacciones con la variedad charolesa, la más popular en el centro del país. En Rungis, el gran mercado central de la región parisina, la carne de buey bajó hasta un 60%. Asombrados por esta crisis, los vendedores se preguntan por qué se ha ido tan lejos en criminalizar la carne de vacuno, cuando nadie prohíbe el tabaco por clara que esté su relación con el cáncer.
El Gobierno asegura que no hay datos científicos para una alarma sanitaria, después de que el presidente de la República, Jacques Chirac, alentara el martes la prohibición urgente de las harinas animales en la alimentación de todo tipo de ganado. Sin mencionarle expresamente, el primer ministro, Lionel Jospin, acusó ayer a "ciertos responsables políticos" de tratar de "enloquecer" a la opinión pública.
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