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Liber 2000

Un gran homenaje al editor Mario Lacruz reúne al mundo de las letras en Barcelona

Liber 2000, que se inaugura oficialmente esta tarde, recibe a los escritores mexicanos

"El mejor homenaje que le podemos hacer a un escritor y a un editor como Mario Lacruz es releer su obra da capo", manifestó anoche Enrique Badosa. Él confesó que lo había hecho recientemente y, según contó, había vuelto a constatar que Lacruz, fallecido el pasado mes de mayo, era un excelente escritor y que sus tres novelas publicadas forman "una magnífica trilogía sobre la actitud existencial ante la culpa".

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"El mejor homenaje que le podemos hacer a un escritor y a un editor como Mario Lacruz es releer su obra da capo", manifestó anoche Enrique Badosa. Él confesó que lo había hecho recientemente y, según contó, había vuelto a constatar que Lacruz, fallecido el pasado mes de mayo, era un excelente escritor y que sus tres novelas publicadas forman "una magnífica trilogía sobre la actitud existencial ante la culpa".El auditorio del Grupo Editorial Plaza y Janés registró un lleno digno de los grandes acontecimientos. Mario Lacruz (Barcelona, 1929-2000) era un hombre que sabía ganarse a la gente y sus amigos del sector editorial no quisieron faltar a su homenaje. Estaban casi todos -autores, editores, agentes...-, aunque su compañero en la dirección de Seix Barral, Pere Gimferrer, excusó su presencia en el acto por problemas de agenda. Antes, sin embargo, hizo una breve aparición en la exposición de homenaje y recordó: "Los 15 años que trabajé codo a codo con Mario Lacruz fueron maravillosos". "Mario es la persona de quien más he aprendido sobre edición", añadió. "Tenía un gusto literario muy fino, muy británico. Nos entendíamos muy bien y siempre respetábamos el criterio del otro. Si uno de los dos creía en un libro, lo publicábamos, aunque al otro no le gustara. Era una gran persona y un gran editor".

Sobre el carácter "británico" de Mario Lacruz insistieron todos los que le conocieron. Desde Juan Pascual, director general de Plaza y Janés, que empezó con Lacruz en la editorial Argos-Vergara, hasta la superagente Carmen Balcells, que lo conoció en 1954 en el ambiente pijo de Boliche y siempre le admiró como editor y como escritor. Luis Carandell, que estudió con él en La Salle Bonanova, recordó que ya de adolescente era muy leído y que admiraba a Albert Camus. Añadió que era un hombre reservado, dotado de un humor finísimo.

Figura legendaria

Eduardo Mendoza aportó la versión de los autores y elogió su carácter elegante -británico, por supuesto-, pero también sus fuertes convicciones en el mundo de la edición. "Lo conocí cuando ya era una figura legendaria de la edición española en Seix Barral", dijo. "Siempre fue elegante, un perfecto caballero, pero era además un hombre complejo, lo que añadía interés al personaje. Como escritor, valoraba el esfuerzo que había detrás de cada libro y sabía, por tanto, que no había que tratarlo como una mercancía, como un producto".Enrique Badosa, que estudió en la Universidad de Barcelona con Lacruz y que volvió a coincidir con él en el departamento literario de Plaza y Janés, recordó el placer de las tertulias literarias con un hombre de tan amplios conocimientos. "Publicó pocas novelas, pero muy buenas", dijo, "y en un escritor lo que hay que valorar es la calidad, nunca la cantidad".

De Mario Lacruz se recordó su escasa obra publicada: las novelas El inocente (1954), La tarde (1956) y El ayudante del verdugo (1971). Su hermano, Francisco Lacruz, recordaba que durante muchos años se entregó a las labores editoriales y pensaba dedicar su jubilación a volver al oficio de escritor. Cuando murió, en mayo de este año, estaba trabajando en su novela Sinfonía inacabada: Mil días en las montañas. Su hijo, Max Lacruz, está revisando el documento para ver si merece la pena publicarlo. "Si dejó de escribir", contaba su hermano Farncisco, "fue porque entonces era imposible ganarse la vida con la literatura. Publicó la primera novela a los 24 años y la segunda a los 26. Después, se casó y se dedicó a las labores editoriales para poder mantener a la familia".

El escritor de culto que es Mario Lacruz trabajó en tres grandes editoriales: en Plaza, entre 1955 y 1963, para pasar a ser director editorial de Plaza y Janés entre 1963 y 1975. A partir de este año dirigió Argos Vergara hasta 1981, cuando regresó a Plaza y Janés. En 1983 pasó a dirigir Seix Barral, donde se jubiló a finales de 1998. En las tres editoriales dejó una huella de responsabilidad y respeto, tal como apuntó Juan Pascual. Entre los autores que Lacruz contribuyó a descubrir, a publicar y a difundir hay una larga lista que incluye los nombres de Isabel Allende, Francisco Umbral, Rosa Montero, Julio Llamazares, Eduardo Mendoza, Nabokov, Federick Forsyth y un larguísimo etcétera.

Todos los que lo trataron coincidían anoche en señalar que Mario Lacruz encarnaba la imagen del editor a la antigua, ése que fuma en pipa, viste con elegancia y no se deja intimidar por los criterios hoy omnipresentes de la mercadotecnia. "Es dramático ver como la vida te va retirando", dijo Carmen Balcells en su intervención. "Es dramático ver como esos jóvenes que van con tanto empuje han ido arrinconando a grandes editores como Carlos Barral y Mario Lacruz". Y, como si quisiera reivindicar a un tipo de editor tristemente desfasado sentenció: "No quiero alargarme más. Tan sólo quiero decir que Mario era un muchacho excelente".

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