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Villoro habla de la literatura y la ciudad contemporánea

¿Se puede explicar una ciudad contemporánea, una megalópolis, con los recursos de la ficción literaria? Ayer Juan Villoro (México, 1956) planteó esta pregunta y sugirió vías de respuesta. El narrador mexicano recordó que Victor Hugo habló de París como "un libro de piedra que se proponía leer", que Karl Kraus definió Viena como "laboratorio para el fin de los tiempos" y que todavía grandes novelas de la primera mitad del siglo XX pudieron abordar la ciudad a la que se referían como un todo: Alfred Doblin lo hizo en Berlin Alexanderplatz, John Dos Passos en Manhattan transfer; y Carlos Fuentes publicó La región más transparente en 1958, cuando México tenía cuatro millones de habitantes y aún podía ser captada por entero. La novela de Fuentes opera como el muralismo, pero hoy su logro sería imposible, explicó Villoro: la ciudad alberga entre 16 y 18 millones de habitantes. En estas circunstancias es un tópico ya caduco aludir a la gran ciudad como "lugar de sueños rotos, ángeles caídos y falla moral", explicó Villoro. Caduco, porque la ciudad ya no es el lugar donde la naturaleza se arruina o el mundo se abisma, sino que es el mundo mismo, del que ha expulsado a la naturaleza. México ha crecido sobre el lecho de un lago desecado; ha conquistado su aire o destruido su cielo, y Villoro apuntó la posibilidad de una antología de poesías para comentar la destrucción del cielo mexicano, desde Altamirano (1869) a Jaime Torres (1957), pasando por Amado Nervo, Alfonso Reyes y Octavio Paz.Después de absorber la superficie de la tierra y el cielo, México sigue creciendo hacia los sustratos. Como Los Ángeles o Tokio, ya no tiene forma, y por eso los topógrafos aéreos las identifican como "manchas urbanas". Para descifrarlas propuso tres estrategias. Una, Elio Vittorini en Las ciudades del mundo afirma que toda ciudad se expande siguiendo el mismo plan, y por tanto cualquier pequeña ciudad siciliana contiene el mapa secreto de Manhattan o París. Dos, Italo Calvino en Las ciudades invisibles propone estudiar la lógica del avance, lo que dará la clave del temple de los habitantes. Tres, Ricardo Piglia hace la propuesta inversa en La ciudad ausente: la ciudad no se ve, pero la inferiremos de la conducta de sus habitantes y de las historias que les pasan.

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