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Trueba presenta 'Calle 54', su cálido homenaje al mejor jazz latino

La película, que se estrena el viernes, reúne a Bebo, Chucho Valdés y Cachao, entre otros

Hay descargas de ritmo, música íntima, nostalgia, vitalidad, diálogos de piano y, sobre todo, talento y amor a la música. Al jazz latino, género preferido del cineasta Fernando Trueba, que rinde en Calle 54 un caluroso homenaje a los creadores e intérpretes que más ama. Película infrecuente, de espíritu romántico, Trueba la considera una de sus obras más personales, una "ficción de otro tipo". El viernes se estrena en España; y, el mes que viene, en Francia.

Trueba confía en que "la fuerza y el poder de la música" bastarán para que el público acuda a ver su décima película, realizada justo 20 años después de su debú con Ópera prima. El director explicó ayer en Madrid que no fue su intención hacer una obra comercial ("sería un imbécil completo"), sino enseñar "lo mejor posible" de una música que le fascina y que le ha hecho "disfrutar como ninguna otra". Trueba espera contribuir a que el público conozca mejor a los músicos que participan en Calle 54, que se titula así por la ubicación del estudio neoyorquino donde se grabaron los números (aunque se rodó también en La Habana, Estocolmo, Cádiz y San Juan de Puerto Rico).

Son 12 canciones, en total, una hora y 45 minutos de cine musical rodado y grabado con un cuidado exquisito. La banda sonora, que sale el jueves a la venta, arranca con la Suite panamericana de Paquito D'Rivera (el artista que cambió la vida de Trueba en 1980), y se cierra con el emotivo encuentro, tras cinco años sin verse, de Bebo y Chucho Valdés. El padre, Bebo, aparece en el hielo de Estocolmo, la ciudad donde vive desde que se enamoró de una mujer sueca hace 40 años ("sigo amándola como el primer día"). Luego llega a Nueva York, y cuando ve a Chucho, gordo y gigantesco, le dice: "Te pusiste como un sapo". Después los dos dialogan al piano tocando La comparsa, una pieza de Ernesto Lecuona, maestro de Bebo, mientras intercambian sonrisas y miradas cómplices.

Hay algunas palabras más entre el alud de música. Trueba presenta brevemente el filme, y a los artistas, que dejan algunas frases sobre la relación familiar entre el jazz y la música latina.

El director rodó 70 horas de entrevistas, un material "muy valioso que algún día quizá sirva para otra cosa". Con Calle 54, Trueba quería regalar música, compartirla con el público como si fuera un amigo. "No podía mentir. Quizá falte algún artista, pero he seguido una de las pocas reglas que tengo: filmar sólo aquello que amo". Respecto al orden, "lo fueron pidiendo las canciones. Fue delicado, pero se hizo solo".

Además de los citados, aparecen Eliane Elías, Chano Domínguez, Jerry González y la Fort Apache Band, Michel Camilo, Gato Barbieri, Tito Puente, Chico O'Farrill, Cachao (que, en un genial dúo con Bebo Valdés, toca Lágrimas negras al contrabajo con arco), Orlando Puntilla Ríos y Carlos Patato Valdés.

Trueba rodó en escenarios muy sobrios, con seis cámaras en continuo movimiento, procurando que cada canción fuera "un cuento distinto, una pequeña película dentro de la película". Mover a los operadores en directo, dice, "fue uno de los ejercicios más difíciles de mi carrera, pero también uno de los más divertidos, un subidón de adrenalina, un vicio".

Por todo eso, Calle 54 es uno de sus trabajos "más personales", lo que aleja la cinta del género documental, o didáctico, para convertirla en una forma de ficción distinta que estimula la imaginación del espectador y ofrece "puertas" para entrar en ese generoso cruce de ritmos, melodías, energía y colores.

También hay una trama central: el viaje, el exilio, el desarraigo de esos músicos que han hecho de la fusión de lugares, lenguas y ritmos su estilo de vida. Trueba cree que su relación con la música es "religiosa"; pero dice también que los intérpretes son "grandes vitalistas y vividores, lo contrario de los músicos tristes".

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