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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Presupuestos épicos

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, presentó ayer los Presupuestos Generales del Estado para el año 2001 apoyándose en un largo preámbulo de exaltación de las excelencias del equilibrio presupuestario o déficit cero, con escasísimas referencias a la convergencia real con nuestros socios europeos. Recrearse en las herramientas sin relacionarlas con los fines es una curiosa manera de presentar el instrumento básico de la política económica de un país. Las cuentas de la nación para el año próximo proyectan unos gastos públicos del Estado de 34,47 billones, con un crecimiento del 4,55% respecto al Presupuesto del año anterior y un aumento de los ingresos del 4,7%, hasta los 34,5 billones. Y se trata efectivamente del primer ejercicio que se proyecta sin déficit en nuestra historia reciente.El ministro pidió el reconocimiento para la política de reducción del déficit que inició el Gobierno anterior y continúa el actual. Probablemente, la gestión económica de los Gobiernos de Aznar será recordada por la tenacidad con que han combatido el déficit público y el éxito que les ha acompañado, con ciertos maquillajes contables, todo hay que decirlo. También hay que felicitarse en principio de que este equilibrio abra las puertas a nuevas reducciones de impuestos en la segunda mitad de la legislatura (aunque no a los de los carburantes, en esta coyuntura).

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Los problemas del Presupuesto 2001 nacen de su indefinición. Aparte del loable objetivo del equilibrio financiero, es difícil encontrar en las cuentas elaboradas por el equipo de Montoro un gramo de política económica. Parecen diseñadas para cuadrar el balance y satisfacer el reparto mínimo de la tarta en términos similares a ejercicios anteriores. De nada sirve exponer que el crecimiento del gasto en políticas sociales es del 13%, porque esas políticas vienen predeterminadas por una fuerte inercia anual; tampoco resulta muy clarificador que la inversión en infraestructuras aumente el 9,1%, porque lo relevante es saber a qué ritmo debe hacerlo para corregir el enorme déficit que en este terreno tenemos con Europa. El Gobierno ha descartado cualquier apuesta política que no sea la contable; parece entender que la convergencia real con Europa se alcanzará, contra toda lógica, como resultado inevitable del déficit cero, en la medida en que el saneamiento de las cuentas públicas mejorará las expectativas y acrecentará la inversión; pero esta relación no siempre se da y, sobre todo, casi nunca se da en la dirección adecuada y de modo automático.

La credibilidad del Presupuesto está fuertemente afectada por el confuso criterio de inflación que sigue manejando el Gobierno. Montoro reiteró ayer que los cálculos están hechos con una previsión de aumento de precios del 2% para el año próximo, en razón de que el Ejecutivo considera que éste es el objetivo que establece el Banco Central Europeo. Incluso aunque se deje a un lado el error de confundir una inflación media máxima para el área euro con un objetivo de estabilidad, el resultado de calcular un Presupuesto con una cifra de inflación notablemente inferior a la que previsiblemente se producirá sólo puede tener como resultado un Presupuesto alejado de la realidad. Al menos por el lado de los precios, éstos no son unos Presupuestos coordinados con la próxima coyuntura.

Hay que agradecer al Ejecutivo que, al menos entre líneas, haya reducido considerablemente las dosis de euforia dominantes en Presupuestos anteriores. Las previsiones de ingresos son más moderadas y también las de creación de empleo, prueba evidente de que el Gabinete ha tomado nota de que el año próximo pueden aparecer algunos problemas no sólo en el crecimiento de la economía, sino también en la transmisión de ese crecimiento hacia el empleo y hacia la recaudación tributaria. Además de la épica del déficit cero, el Presupuesto de 2001 presenta un signo nuevo: es la primera vez que en él aparece un endurecimiento de las condiciones financieras. Si durante el pasado cuatrienio el Presupuesto se ha beneficiado de los ahorros sociales generados por el ciclo económico -menos gastos por atención al desempleo- y de un descenso continuo de la carga por intereses de la deuda pública, en el año 2001 el Estado tendrá que pagar 1,1 billones de pesetas por intereses, un 2,8% más que este año.

Aunque el ministro de Hacienda no quiera reconocerlo, hay indicios para suponer que el Presupuesto 2001 que ayer presentó refleja el tránsito hacia una economía con mayores dificultades reales y con los resortes de crecimiento más deteriorados.

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