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El perdón nunca es suficiente

Berna González Harbour

Filósofos argentinos y españoles debaten la vigencia del holocausto en las dictaduras del Cono Sur

El holocausto no terminó en 1945, sino que ha renacido bajo formas espeluznantes en las dictaduras de América Latina, donde grandes tramos de la sociedad han sufrido la represión y el exterminio en las últimas décadas. Así lo sostienen varios filósofos argentinos y españoles que analizan estos días en Madrid el hilo conductor entre esos dos hitos de la barbarie y que juntos llegan a dos conclusiones: la primera es que, para no repetir barbaridades, hay que recordar la historia; la segunda es que la petición de perdón que estos días se oye en boca de represores no basta. Demasiado barata."Esa técnica que han decidido usar hoy los verdugos, ese pedir perdón que se está generalizando da miedo. Es un acto demasiado tenue a un coste muy bajo", asegura Antonio Gimeno, filósofo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Hace pocos días, el Ejército y el Episcopado argentinos pidieron perdón públicamente por su responsabilidad en las atrocidades cometidas por la Junta Militar entre 1976 y 1983. El gesto tiene su valor, pero, como dice el filósofo español Reyes Mate, "una cosa es pedir perdón y otra mirar el mundo con los ojos de las víctimas".

Esas víctimas callan; pero sus supervivientes han recorrido un camino demasiado espinoso como para guardar su experiencia en el armario y quedar en silencio. Erika Landau, por ejemplo, tenía 15 años cuando fue liberada del campo de concentración de Auschwitz, al fin de la II Guerra Mundial. Hoy es psicoterapeuta, dirige un centro de educación para superdotados en Israel y además intenta plasmar su proceso interior en poesías claras e inquietantes. Cuando ella habla en la sala Octavio Paz de la Casa de América en Madrid, los filósofos callan. "No sabía a quién odiar más: a los alemanes que comenzaron con la persecución; a los polacos, húngaros, rumanos y rusos, que les siguieron con entusiasmo; a los ingleses, que no nos permitieron entrar en Palestina; a los americanos, que nos cerraron la entrada en su país; ¿a quién odiar más? Era mi pregunta más existencial, y yo tenía 15". Y es que, retoman después los filósofos en su encuentro con este periódico, en un aparte de las jornadas sobre Actualidad del holocausto, los culpables son demasiados. "El que sufre el mal se queda solo", dice Gimeno. "Y los cómplices son prácticamente todos".

El argentino Mario Casalla, por ejemplo, relataba ayer cómo antes de llegar a la Casa de América, en plena plaza madrileña de Cibeles, encontró la siguiente pintada en un metro cercano: "Fuera sudacas y moros". "No me preocupa por mí, aunque sea sudaca, porque me voy en pocos días, sino por los españoles, porque eso significa que algo anda mal. En Alemania empezaron así, rompiendo unas vitrinas y poniendo unos grafiti y terminaron en la shoa . Desde luego no es lo mismo, pero hay mucho trabajo por delante para educar a la gente y llevar el tema a las escuelas", afirma. Ninguno de los neonazis como los que apalearon a un mozambiqueño en Alemania, una historia que se empieza a repetir en damasiados puntos de Europa, tiene en cuenta lo que afirma el filósofo argentino Ricardo Forster: "No pueden reconocer que el otro tiene algo que aportar a su cultura".

El olvido, la amnesia de aquel episodio que segó la vida a seis millones de personas, es el mejor aliado de esas nuevas barbaridades que asolaron el Cono Sur en los setenta y ochenta, que han vuelto en Bosnia y Kosovo, que toman la forma de brotes xenófobos en Europa y que desangran de forma lenta continentes enteros como el África negra, como recuerda el argentino Juan Carlos Scannone, teólogo de la liberación. "Ellos no están en la cámara de gas, pero sufren una muerte lenta".

Frente a esa amnesia, el único antídoto posible es la memoria. Y ahí está el papel de los filósofos, igual que el de los jueces y abogados está en las causas que se han abierto contra esos dictadores. "Es necesario no cerrar ningún expediente de la historia pasada como si ya hubiera acontecido y no tuviera ninguna relación con nosotros", dice Forster. "La idea del exterminio sigue vigente en la travesía actual de la humanidad".

Reyes Mate recuerda cómo en Alemania el holocausto fue tabú hasta finales de los setenta, cuando poco a poco se logró empezar a hablar del tema. Hasta entonces, autores como Primo Levi habían tenido grandísimas dificultades para publicar sus obras recordatorias. "La elaboración de la memoria es muy reciente y minoritaria. Las grandes teorías son amnésicas. En el pensamiento, a diferencia de la literatura o el arte, hay una protección contra el recuerdo", sostiene el filósofo español Reyes Mate.

Hoy, concluye Ricardo Forster, recordar no es garantía de nada, "pero tal vez nos permita empezar una aventura mejor".

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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