Jerusalén y su síndrome
Hay algo en Jerusalén que afecta el cerebro. Los psiquiatras lo llaman "síndrome de Jerusalén" (cuando el visitante al llegar se cree Jesucristo o la virgen María en un rapto de locura transitoria). Y parece que líderes como el primer ministro israelí, Ehud Barak, y el presidente palestino, Yasir Arafat, no son inmunes a él, según han demostrado en la reciente cumbre de Camp David. Han sido sus divergencias en torno a Jerusalén las que impidieron que alcanzaran un acuerdo definitivo de paz. Parece que cuando se trata de Jerusalén, el pragmatismo es sustituido por la ansiedad. "Los símbolos del sionismo, su cultura y el deseo de establecer el Estado de Israel eran más importantes que los símbolos judíos de Jerusalén", dice Menajem Klein, director del Instituto de Estudios Israelíes de esta ciudad.
"Si se eliminara el halo y la carga de sacralidad que se ha dado al concepto de soberanía sería posible encontrar soluciones para la coexistencia con los palestinos, incluso en Jerusalén, afirma por su parte la catedrática israelí Ruth Lapidot, experta internacional en ese campo.
Sólo un acuerdo de paz global entre israelíes y palestinos que incluya una solución respecto a Jerusalén permitirá que finalmente esta ciudad se convierta en "la capital eterna del pueblo judío y de Israel", como dicen en este país. Y también en un hogar para los palestinos.
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