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Los países más pobres piden al G-8 que haga realidad su promesa de aligerar la deuda

La cumbre de los siete países más industrializados y Rusia, el llamado ahora Grupo de los Ocho (G-8), comienza hoy por la tarde en Nago, Okinawa (Japón), con la petición de las naciones más pobres, reiterada ayer en Tokio por sus representantes, de que los ricos vayan más allá de las promesas y les aporten más ayuda para salir del túnel en el próximo siglo. El presidente francés, Jacques Chirac, sensible últimamente con las penurias del Tercer Mundo, reactiva la idea de buscar una estrategia de solidaridad a cambio de más esfuerzos de los menos desarrollados. De la mano de Clinton, también estará presente en la reunión la incertidumbre sobre la paz en Oriente Próximo.

"El siglo XX fue el siglo de las independencias. El XXI debe ser el de la erradicación de la pobreza", dijo ayer retóricamente el presidente Jacques Chirac en la reunión que los líderes de las grandes potencias tuvieron en la capital nipona, en vísperas de la cumbre de Okinawa, con representantes del G-77, que aglutina a los países menos desarrollados. A la cita no asistieron ni Clinton, enfrascado todavía en las negociaciones de Camp David, ni el presidente ruso, Vladímir Putin, ni tampoco el canciller federal alemán, Gerhard Schröder. Sí participaron, además de Chirac, el primer ministro japonés, Yoshiro Mori, así como los del Reino Unido, Tony Blair; Canadá, Jean Chrétien, e Italia, Giuliano Amato.

Las naciones menos favorecidas estuvieron representadas por el presidente de Suráfrica, Thabo Mbeki; el de Nigeria, Olusegun Obasanjo; el de Argelia, Abdelaziz Buteflika, y el primer ministro de Tailandia, Chuan Leekpai. Obasanjo pidió públicamente mayor concreción y generosidad del Primer Mundo en la condonación de la deuda externa del Tercer Mundo durante la reunión del G-77 que ha precedido a la cumbre de los ocho grandes.

La cuestión de la deuda

Es improbable que los líderes de los siete grandes anuncien aquí algo más allá de lo acordado en Colonia el año pasado: el perdón de 100.000 millones de dólares (unos 17,8 billones de pesetas) de la deuda contraída por el casi medio centenar de países más pobres, la mayoría africanos. Éstos se quejan de las exigentes condiciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para ser beneficiarios de tal sostén.Curiosamente, los estadistas abordarán la cuestión de la deuda externa de uno de ellos, Rusia, que asciende a 42.000 millones de dólares (unos 7,5 billones de pesetas aproximadamente). Pero lo harán sin la presencia de Putin.

El presidente ruso se incorporará al recluido lugar en el que se celebra la cumbre, el Bankoku Shinryokan, poco después del inicio, previsto para primera hora de la tarde. El G-7, es decir, el G-8 menos Rusia, no está dispuesto a perdonar la deuda pendiente de la época de la Unión Soviética. El principal acreedor es Alemania. Schröder se opone a que sea cancelada de un plumazo. Al final podrían recomendar una renegociación de la misma en el Club de París.

El Primer Mundo debe hacer "un esfuerzo de solidaridad, porque la pobreza no es una fatalidad", opinó ayer Chirac al exponer una estrategia de cuatro elementos:

- Favorecer el desarrollo dentro de un clima económico abierto y estable.

- Mantener la ayuda al desarrollo en términos comerciales.

- Aligerar el fardo de la deuda.

- Mayor voluntad de los países en desarrollo para salir del túnel mediante políticas de buen gobierno, democratización de las instituciones, transparencia y saneamiento económico.

Japón, blanco de las críticas de las naciones más pobres por los flecos con que vincula siempre su ayuda externa, quiere mostrar en esta ocasión un toque de generosidad. Yoshiro Mori tiene casi listo un paquete a cinco años por un monto de 15.000 millones de dólares (unos 2,7 billones de pesetas) para contribuir a la introducción de la tecnología de la información en los países en vías de desarrollo.

El actual primer ministro, que hace menos de un mes comenzó a adentrarse en los vericuetos de la informática, ha retomado la idea de fomentar la cultura digital acariciada por su antecesor, Keizo Obuchi, fallecido el pasado mayo tras un repentino derrame cerebral. Esta cumbre es, por encima de todo, de Obuchi. Y la escasa familiaridad de su sucesor en temas internacionales puede crear más de un contratiempo en las discusiones de Okinawa.

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