Novedosos pese a la muerte del autor
Beatriz de Moura ignoraba que Cioran ordenó destruir los diarios que escribió desde que tenía 46 años, aunque los hubiera publicado igualmente. La editora de Tusquets cree que los autores que no se deshacen en vida de los textos que no quieren ver impresos se arriesgan a que sus herederos acaben publicándolos. Los cuadernos de Cioran y Omertá, la novela póstuma de Mario Puzo, son sólo dos obras más de la larga lista de títulos póstumos en la que destacan los nombres de Hemingway, Agatha Christie, Fitzgerald, Italo Calvino o Tomasi di Lampedusa.El caso extremo al que sistemáticamente se recurre en estos casos es a Fanz Kafka, fallecido en 1924 a causa de la tuberculosis. Si su amigo y editor Max Brod hubiera respetado la petición del escritor checo, obras como El proceso, El Castillo o Cartas al Padre no se conocerían. En los más de treinta años que lleva como editora, no es la primera vez que Moura se enfrenta a un problema de herencias literarias. "Cuando un autor no quiere que se publique algo tras su fallecimiento lo destruye antes, como fue el caso de Leopoldo Panero, da órdenes precisas para que la obra se pueda consultar en alguna biblioteca o pone una fecha aplazada para que se edite algo que para entonces ya será historia y no un chisme", aclara la editora.
Entre sus grandes aciertos está haber publicado El primer hombre, la novela que Camus escribía cuando se mató en un accidente de tráfico, y que ahora se considera un clásico de la literatura. "La decisión última para la publicación del libro la tomó Catherine Camus, una de sus hijas, abogada, que representa la obra de su padre. No puedo negar que fue una decisión acertada y, sobre todo, muy respetuosa con el manuscrito y no todos los casos son así", aclara.
Moura no quiere dar nombres pero reconoce que en cuestiones de herencias literarias los editores no son el centro de las críticas. La peor parte se la llevan las viudas. La de Italo Cavino, Chichita, autorizó después de la muerte de su esposo la publicación de La gran bonanza de las Antillas (una recopilación de relatos), Los libros de los otros (cartas a editores y otras personalidades), El camino de san Giovanni y Por qué leer los clásicos. Un caso distinto es el Omertá (la ley del silencio), la novela póstuma de Mario Puzo, que, como El Padrino, trata del crimen organizado y con la que Puzo entra en la galeria de títulos póstumos, en la que estaban Tolkien, Edith Wharton o John Steinbeck, entre otros.
Uno de los casos más polémicos y recientes ha sido el protagonizado por María Asunción Mateo, viuda de Rafael Alberti y máxima heredera de la obra de uno de los poetas más importantes del siglo XX. Aitana Alberti, hija única del poeta, fruto de su relación con María Teresa León, primera esposa de Alberti, acusó a la segunda esposa de su padre de haber manipulado la voluntad del poeta para quedarse con la mayor parte del patrimonio y con los derechos de autor de obras como La arboleda perdida o Marinero en tierra.
Recientemente, la editorial Plaza & Janés se ha visto obligada a paralizar la publicación de las cartas que Gonzalo Torrente Ballester escribió a su primera esposa, Josefina Malvido, por diferencias entre los herederos. La editorial había comprado los derechos de las cartas a los cuatro hijos mayores del escritor, pero no contaba con la aprobación de los siete hijos, fruto de su segundo matrimonio con Fernanda Sánchez-Guisande. En su testamento, Torrente dejó como herederos a sus 11 hijos y a su esposa actual como usufructuaria.
A Cioran le gustaba decir que él, como Nietzsche, pertenecía a la raza de los escritores póstumos, que no están de actualidad hasta después de su muerte. Máxima premonitoria, pues nunca se ha hablado tanto del filósofo como después de su fallecimiento. En espera de la publicación en Francia de unas memorias que reabrirán el debate, Gallimard publicó un diario de cerca de 1.000 páginas de Cioran titulado Cuadernos, que abarcan los años 1957 a 1992. Tras la muerte del filósofo, en 1995, su esposa encontró entre sus papeles 34 cuadernos en los que su marido había ido anotando sus pensamientos más íntimos. En los cuadernos, casi todos idénticos, figuraba una anotación, "para destruir", pero su viuda se negó a darles fuego. Ella misma seleccionó las 1.000 páginas de la edición francesa de los cuadernos de su marido. Los cuadernos del filósofo rumano han quedado reducidos en España a casi 300 páginas. Fallecida también su esposa, los derechos literarios de la obra de Cioran los tiene un alto cargo, jubilado, de Gallimard, la persona con la que negocia la publicación la editorial española.
Poco tirón de ventas
Javier Harillo, director de derechos de autor de Planeta, negoció con el representante de la Fundación Hemingway la publicación para España de Al romper el alba, novela inédita del escritor norteamericano que se suicidó de un disparo en la cabeza en 1961. Patrick Hemingway, hijo del premio Nobel, seleccionó 300 entre las 800 páginas de la novela que su padre había dejado inacabada y que nunca quiso publicar. El ejecutivo de Planeta opina que los títulos prohibidos o póstumos no tienen un excesivo tirón de ventas. "Influye más en el público la muerte de un escritor", dice Harillo. Las cifras avalan su opinión, en cuanto a ventas de herencias literarias. En Italia casi pasó desapercibida para el gran público la nueva edición de El Gatopardo, que incluía un capítulo escrito por Lampedusa no recogido en la versión original. Tampoco en Estados Unidos se ha situado en la lista de libros más vendidos Timalchio, la primera versión de lo que luego se convertiría en El gran Gatsby, obra maestra de F. Scott Fitzgerald, de la que cada año en Estados Unidos se venden 300.000 ejemplares.
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