"No hay ciencia más aplicada que la básica"
Miguel Beato (Salamanca, 1939) es otro de los científicos españoles de prestigio que ha vuelto a España, concretamente de Alemania. Dirigirá el Centro de Regulación Genómica de Barcelona (CGR), primero de este tipo en España, que se presentó el pasado viernes. "Todo ha ido muy deprisa", dice. "Yo tenía pensado que esto iría con los ritmos del pasado. Pero las decisiones se están tomando con una celeridad y una precisión que yo no conozco de España ni, incluso, de Alemania. Me parecen asombrosas la eficacia y la voluntad política".Pregunta. ¿Eso le decidió a volver?
Respuesta. Me decidió ver un proyecto sólido, con un enfoque que me parecía de otro planeta. Me gustó la falta de megalomanía y la calidad. Creo que es el proyecto más serio que he visto jamás en España. Si se hacen las cosas bien, tendremos un centro excepcional. Hay que conseguir primero lo más difícil: integrar todas las estructuras sin que se peleen. Luego, consolidar el proyecto científico. La incorporación de Manuel Perucho o de Juan Carlos Izpisúa Belmonte, ambos con negociaciones ya muy avanzadas, nos ayudará. Nos encantaría traer también a Joan Massagué, pero está en una posición tan culminante en EE UU que es casi imposible moverlo. Haría falta duplicar o triplicar el proyecto.
P. ¿Cuál es ese proyecto?
R. Parte de un concepto muy mediterráneo, con piezas, muy importantes pero manejables y que se van a aunar. No depende de un hospital o de una universidad, sino de varias instituciones, y se integra en el futuro parque de Investigaciones Biomédicas de Barcelona.
P. Se va dedicar a genómica, algo que remite al futuro.
R. No es un centro de genómica, sino de genómica funcional. El objetivo es abrir líneas en ámbitos como la bioinformática, los microchips o la proteómica, en áreas como la oncología o el estudio de la expresión de los genes. En paralelo, queremos prestar servicios, tal y como haría cualquier industria, para empresas de biotecnología, hospitales o centros de investigación. No descartamos que puedan surgir pequeñas empresas de nuestro entorno de desarrollos generados en el centro. Todo eso se hace ya en otras partes del mundo.
P. Suena a investigación aplicada, muy en la línea de lo que parece defender el nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnología.
R. La investigación que vamos va ser de tipo funcional. De regulación genómica y modelos aplicados, para entender cómo funciona la célula. Que se llame genómica es porque la biología tiende a ello, está dejando de ser analítica para pasar a integradora. En ese marco, herramientas como los microchips van a ser empleadas en masa por los hospitales dentro de muy poco. Pero no debe olvidarse que no hay ciencia más aplicada que la básica, que es la que revierte en capital. Separar la investigación de la docencia en dos ministerios suena a declaración de principios, pero soy de los que creen que estamos condenados a trabajar en ciencia básica. En España la ciencia aplicada tiene pocas posibilidades de éxito porque no hay mucha industria. Y eso no se cambia en una generación.
P. El CGR, ¿será un modelo para el resto de España?
R. Creo que sí. España está cambiando. Antes había un investigador sólido, aislado. Ahora, un panorama de gente joven, muy buena. Si uno les da estas estructuras, van a empezar a producir a nivel internacional, con gran calidad.
P. Eso se contaba del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).
R. ¡Nadie pensó lo que iba a costar! Se lanzaron a una aventura sin tener las cosas atadas. El CNIO es un proyecto piramidal, monolítico, en manos de un magnífico gestor [Mariano Barbacid]. Es un modelo distinto al nuestro, pero complementario y extraordinariamente necesario. De algún modo, España cierra un paréntesis. Es como antes de la Guerra Civil, cuando España estaba en una fase de despertar científico, de unirse a Europa. Si se consolidan éstas y otras estructuras, en 10 años ya no habrá que traerse a nadie de fuera.
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