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III FESTIVAL DE CINE DE MÁLAGA Pérez Herrero estrena una fábula de pasiones 'Botín de guerra', de David Blaustein, refleja el dolor y la memoria de las Abuelas de Mayo

Una película tan ambiciosa como fallida, Código natural, de Vicente Pérez Herrero, mantuvo ayer el interés de una selección oficial más arriesgada que en otras ediciones. Y la sección de cine documental, plato fuerte del certamen, alumbró una coproducción hispano-argentina con la memoria de las Abuelas de la Plaza de Mayo.

Código natural habla en verdad de muchas cosas que se resumen en una: el viejo tema del doble, traído a colación por el propio director al mencionar antecedentes como Borges o Robert Stevenson para anclar en el terreno literario sus referencias de partida. Ambientada en bellos paisajes cántabros, solventemente interpretada por Micky Molina, Carlos Bardem, Sandra Walhbeck y un fascinante descubrimiento, la japonesa Momoyo Miya, la película habla de transferencias afectivas, desdoblamientos sentimentales y ancestrales sentimientos que no se nombran entre dos hermanos, pero que son el motor en una historia que debe bastante a La intrusa.Con estos elementos, la presencia exótica de una desconocida alrededor de la que se tejen oscuras pasiones, y un guión descompensado que amenaza en momentos la credibilidad de lo narrado, Pérez Herrero intenta mantener en pie una ficción que por lo menos tiene un elemento a tener en cuenta: la ambición temática que hay depositada en ella, que no parece, empero, capaz de elevar por sí sola las expectativas del filme con vistas al palmarés. Tanto el director como el productor de la película, Rodolfo Montero, argumentaron tras su proyección algo evidente: que no pretendían hacer con ella ni realismo social ni costumbrismo. "Esto es un cuento cruel que tiene mucho de fábula", dijo Pérez, que insistió en su intención de lograr que pudiese verse este drama pasional en un entorno rural sin caer en los tópicos de la España profunda.Montero destacó la voluntad del filme de "resaltar valores que se están perdiendo en Europa, como la palabra, la familia o el honor, y reivindicar ciertos sentimientos del mundo rural huyendo del unicejo y la boina calada".

Legado buñueliano

El legado de Buñuel en el cine contemporáneo fue ayer objeto de una mesa redonda donde estuvieron Luis Puenzo, Betty Kaplan y Sergio Cabrera. El realizador de La estrategia del caracol reconoció que "el cine español y el latinoamericano seguirán recibiendo durante mucho tiempo la influencia de Buñuel, un maestro a la altura de Fellini y Orson Welles", y al que calificó como "el Goya del cine español". Cabrera añadió que destacar en su cine reminiscencias de Buñuel "es un honor inmenso".

Por lo que respecta a la sección de cine documental, ayer fue un monográfico cubano con la proyección de Buena Vista Social Club, de Win Wenders; Compay Segundo, de Claude Santiago, y Rubén González, de Yvan Bodenes. La presencia cubano-musical continuará hoy con la actuación de Ibrahim Ferrer y Rubén González al frente de Buena Vista Social Club.

Otro plato fuerte fue el pase, el domingo, de Botín de guerra, de David Blaustein, un documental absolutamente necesario, aunque se le pueda hacer alguna objeción. Su materia prima es el dolor y la memoria, que asoman constantemente en numerosas entrevistas mantenidas con las fundadoras de la organización Abuelas de Plaza de Mayo y con algunos de los niños que, raptados y dados en adopción a militares o amigos patriotas de éstos, fueron el inhumano botín de guerra del título.

El filme denuncia el proceder atroz de los conmilitones de Videla y el tesón de las Abuelas para descubrir el paradero de sus nietos. Pero en su afán por ensalzar una trayectoria ejemplar, Blaustein hurta al espectador los aspectos menos edificantes, como los hijos que no han querido saber nada con sus parientes biológicos. Es sólo un matiz, pero marca una dirección del discurso que, pasado tiempo desde los hechos, debería haberse librado de la inmediatez en busca de un rigor de análisis que agradecerían los historiadores del futuro.

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