_
_
_
_

¿Quién teme a la biotecnología? Ecologistas, izquierdistas y "verdes" italianos se enfrentan a la primera gran feria sobre alimentos transgénicos.

A simple vista era un congreso inocuo el celebrado la semana pasada en Génova, en el que 160 especialistas en los diversos terrenos de la biotecnología procedentes de 22 países se han sentado a discutir sobre los retos que tiene pendientes esta nueva ciencia. Un congreso patrocinado por 60 empresas que trabajan ya en este sector, considerado por muchos como la new economy del futuro. En la práctica, sin embargo, era un inmenso escaparate de alimentos transgénicos, es decir, productos elaborados a partir de plantas a las que se ha inyectado genes de otros organismos para aumentar la productividad o la resistencia a los pesticidas. Un tabú para millones de personas que acudieron a protestar a la feria de Génova (TeBio) en respuesta al tam tam lanzado vía Internet por grupos ecologistas y contestatarios variados.La presencia disuasoria de la policía, no menos de 5.000 agentes desplegados en un área minúscula de Génova, logró que la feria biotecnológica concluyera el viernes sin incidentes. Pero han bastado las críticas iniciales para dejar en los participantes de TeBio el mal sabor de boca de una protesta que representa las mil y una incertidumbres que pesan sobre esta nueva ciencia. La ambigüedad y la duda rodean a la biotecnología en un mundo de profanos sometidos a la presión de informaciones contrapuestas. De un lado, los firmes partidarios de una experimentación que, dicen, ofrece una solución al hambre en el mundo y abre una vía esperanzada a la curación de numerosas enfermedades. Del otro, organizaciones ecologistas, defensoras del medio ambiente y de la izquierda política, unidas con grupos radicales como los de los llamados centros sociales y autónomos, en esta batalla contra las multinacionales, porque sólo las grandes empresas son capaces de financiar las costosísimas investigaciones en este terreno y de embolsarse después fabulosos beneficios gracias a las patentes registradas.

Entre unos y otros, el Gobierno italiano ha optado por la ambigüedad, acogiendo la celebración de TeBio con una mezcla de complacencia y crítica. De un lado, el primer ministro, Giuliano Amato, y el titular de Industria, Enrico Letta, se han felicitado por la celebración de la Feria. Del otro, el ministro de Agricultura, el verde Alfonso Pecoraro Scanio y el de Medio Ambiente, Willer Bordon, se han desmarcado claramente de una iniciativa que ven como una amenaza para la producción agrícola italiana, basada en la biodiversidad y en los productos típicos de marca. "El Parlamento italiano es contrario a la experimentación genética en el sector agrícola. En Sanidad, las cosas cambian, se puede dialogar sobre el tema, llegar a un pacto", ha declarado Scanio.

En realidad, Italia es uno de los países europeos que ha dedicado más hectáreas a cultivos transgénicos, aunque el número de empresas del sector sea de apenas medio centenar con una facturación de tan sólo 960 millones de euros. Una cifra ridícula si se la compara con el total europeo donde operan ya 1.178 empresas que facturan casi 4.000 millones de euros al año.

Los expertos insisten en que el sector de la biotecnología empieza a dar frutos y las cifras de beneficios serán fabulosas en el plazo de no demasiados años. El camino es imparable, opinan. Hasta tal punto que un científico respetuoso con la opinión pública como el italiano Edoardo Boncinelli, se atrevía a proponer una fórmula intermedia para resolver el enfrentamiento entre defensores y detractores de la biotecnología. Una vía intermedia entre prohibir completamente la experimentación biotecnológica o limitarla a la producción de nuevos fármacos, sería, dice Boncinelli, "proceder con cautela a la hora de presentar elementos nuevos, tender a reforzar al máximo todos los controles sobre los productos que salen al mercado, transgénicos y no transgénicos, y paralelamente hacer un esfuerzo capilar para informar a la opinión pública de lo que significa todo esto".

Una posición no demasiado distante de la de Jeremy Rifkin, uno de los estudiosos más críticos con la alteración genética de los alimentos. Rifkin reconoce que "no se puede detener la ciencia y renunciar al futuro", pero el problema está en cómo usar esta ciencia.

Por otra parte, según el periódico británico The Observer, el zoólogo germano Hans-Hinrich Kaatz ha concluido, tras cuatro años de estudios, que los genes de cosechas modificadas pueden saltar la barrera de las especies, informa Isabel Ferrer. El equipo de la Universidad de Jena ha hallado el gen transgénico resistente a los herbicidas utilizado para alterar las semillas de colza, en la flora bacteriana del estómago de un grupo de abejas productoras de miel. Kaatz sugiere, antes de publicar la investigación, que el hallazgo podría tener repercusiones para la salud humana.

El Gobierno británico aconsejó ayer a los granjeros que destruyan las cosechas de colza transgénica plantadas por error. Los sindicatos calculan que perderán unos 100 millones de pesetas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_