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Francia admite que el vertido del 'Erika' es tóxico y cancerígeno

Los miles de voluntarios y empleados de la Administración franceses que han trabajado y trabajan todavía en la limpieza de las playas contaminadas por el petróleo del Erika tienen motivos para preocuparse por los riesgos sanitarios de su tarea. Y, quizás, también para sentirse indignados. El Instituto Nacional de Medio Ambiente Industrial y de Riesgos (Ineris) confirmó ayer la sospecha, puesta semanas atrás bajo sordina, de que el crudo vertido por el Erika es altamente cancerígeno y entraña un "peligro real" para la salud. En la misma nota oficial, los expertos del Ineris subrayan, eso sí, que el riesgo sanitario resulta "insignificante" si se evita el contacto cutáneo con el petróleo."Nos han utilizado, han jugado con nuestra salud, se han aprovechado de nuestra buena fe", clamaron ayer algunos de los voluntarios que tras el desastre se lanzaron espontáneamente a las playas atlánticas francesas.

El asunto tiene ribetes de escándalo porque, aunque las normas marcadas por las autoridades sanitarias establecieron la necesidad de utilizar guantes en las labores de limpieza, estas medidas no fueron adoptadas necesariamente en las primeras semanas y, sobre todo, no han sido aplicadas en los centros de recuperación de las aves marinas contaminadas por la marea negra.

Silencio inicial

Contra lo que sostienen las autoridades, algunos voluntarios que abandonaron las tareas por problemas de náuseas o de irritación en los ojos aseguran que nadie les informó entonces de la toxicidad real del crudo. En todo caso, los responsables de las operaciones de limpieza nunca llegaron a precisar la naturaleza del riesgo, pese a que la ficha rellenada por Total-Fina, la compañía petrolera fletadora del Erika, indicaba que la carga "puede causar cáncer" y advertía, en un comentario que el desastre colma de una ironía mordaz, que "hay que evitar arrojarla al medio ambiente".

El silencio de las autoridades, remisas a pronunciar la palabra "cáncer", tenida por fatídica, puede volverse ahora contra ellas y, particularmente, contra la ministra de Medio Ambiente y dirigente verde Dominique Voynet, que hasta el 21 de febrero último no admitió la "presunción" de que el crudo del Erika contuviera elementos cancerígenos.

El comité anti-marea negra, personado como parte civil en el proceso judicial abierto por el naufragio del petrolero, denunció ayer "la imprudencia y negligencia del Estado" por haber permitido que miles de personas participaran voluntariamente en la limpieza de las playas sin haberles prevenido de los peligros que entrañaba la tarea. Es lo que le faltaba a Dominique Voynet.

Su situación es tal que el eurodiputado verde y correligionario de la ministra, Daniel Cohn-Bendit, se sintió ayer en la necesidad de echarle un dudoso capote: "La historia del mundo político es la historia de las meteduras de pata".

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