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'Magnolia' gana el Oso de Oro

Anderson, Yimou, Forman, Denzel Washington, Bibiana Beglau y Nadja Uhl, vencedores

Anoche, en la sesión de clausura de esta 50ª Berlinale, la película estadounidense Magnolia, escrita y dirigida por Paul Thomas Anderson, ganó con todo merecimiento el Oso de Oro, máximo galardón que concede el festival. El Gran Premio del Jurado fue para el magistral filme chino El camino de casa, dirigido por Zhang Yimou. La mejor dirección fue para el checo Milos Foman por su trabajo en Man on the Moon. Las actrices alemanas Bibiana Beglau y Nadja Uhl y el estadounidense Denzel Washington ganaron los premios de interpretación.

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Casi todos los restantes -salvo uno, Wim Wenders, cuya ridícula empanada El hotel del millón de dólares sobra donde quiera que la lleven- cineastas premiados estaban en alguno de los pronósticos que se manejaron ayer aquí. No había mucho donde elegir y lo poco bueno se dejaba notar. Mucha gente, sin embargo, se sorprendió al oír que el debutante japonés Akira Ogata podía ser, como lo ha sido, uno de los ganadores. Obtuvo el Premio Alfred Bauer a la mejor opera prima con Coro de muchachos, una película comprometida, inteligente y abierta, tras la que se adivina a un genuino hombre de cine. Una sola película, la alemana Las leyendas de Rita, se llevó tres galardones de mucho calado. Uno de ellos es el premio El Ángel Azul, que concede la Academia Europea del Cine, y que está aumentando año tras año su prestigio. Se lo merece la excelente y arriesgada película, escrita con gran precisión por Wolfrang Kohlhase y magistralmente dirigida por Volker Schölondorff.

Este gran veterano del cine alemán sigue fiel a sí mismo y derrocha inteligencia incrédula frente a las zonas oscuras de la Alemania que le toca vivir, y que van poco a poco dejando entrever los pozos negros que hubo, y que hay, bajo la demasiado optimista, demasiado clara, demasiado limpia, operación política reunificadora de las dos Alemanias. Schölondorff anunció que donará el dinero del premio (dos millones y medio de pesetas) a las escuelas de cine de Potsdam y Berlín.

Candidata segura

Redondeó el reconocimiento por el jurado de la altura de esta obra que sus dos actrices principales, Bibiana Beglau y Nadja Uhl, compartieran el premio a la mejor intérprete femenina. La primera era indiscutida, se la consideraba desde que se vio la película como candidata segura a este premio, y de ahí que sorprendiera un poco inicialmente ver ayer a su lado el nombre de la segunda. Pero la intensidad y la facilidad con que ambas actrices se interrelacionan en la pantalla invita a rectificar la duda inicial y a considerar justo el reparto al alimón del premio.

Que el estadounidense Denzel Washington se iba a llevar el premio a la mejor interpretación masculina por su esplendoroso trabajo en Hurricane, era algo que muy pocos ponían en duda aquí. Había en liza otros buenos trabajos interpretativos que le podían hacer algo de sombra. Sobre todo uno, el del canadiense Jim Carrey en Man on the Moon.

Pero no se sostuvo ningún rival, por fuerte y consistente que fuera su trabajo, frente a la garra, las ganas y la tremenda tensión moral que Denzel Washington mete dentro de la piel imaginaria del verídico e infortunado boxeador que cantó Bob Dylan, un hombre recto que vio cortada su carrera y truncada su vida por la sanguinaria ojeriza que contra él incubó un siniestro policía racista. Denzel Washington, que recibió el galardón vestido con un jersei, se ganó también el premio de la simpatía del público. "Es increíble. Nunca había tenido una experiencia así y llevo más de veinte años en este negocio", declaró a la televisión alemana.

Jim Carrey hace ciertamente muy bien su trabajo en Man on the Moon, y lo que esta película tiene, que es mucho, de excelente se lo debe en parte a él. Pero la deuda de las calidades del filme con su director, Milos Forman, es mucho mayor que la que tiene con su actor protagonista.

Milos Forman hace en Man on the Moon auténticas diabluras con el tiempo de la secuencia, al que moldea como la cera, acelera o frena con una soltura y una precisión sólo posible en un grandísimo dominador de las claves ocultas de su oficio, un oficio complicado y enrevesado que este checo de gracia e imaginación desatadas reduce a un juego, aparentamente sencillísimo, de gozosas piruetas y chistes esperpénticos bajo los que hay muchísimo conocimiento del dolor, la amargura y la violencia a la americana.

El retrato, casi radiográfico, de la vida estadounidense que logra este caústico ciudadano de Praga con rayos equis en los ojos no tiene desperdicio, ni equivalente; y que el jurado diese a Milos Forman el premio al mejor director es cosa tan natural y justa, que ayer pareció aquí poco menos que inevitable.

La única decisión discutible de la opinión del jurado -el premio, o lo que sea, a Wim Wenders no es discutible: es un chiste sin gracia, como cualquier escena de su pavorosa película- fue conceder a la película alemana Siete días con siete mujeres un Oso de Plata justificado en la calidad de su reparto. Ciertamente, se trata de un buen reparto, pero acordarse de un aspecto concreto de una película menor, al tiempo que se convierten en pasto del olvido a dos películas tan frágilas y extraordinarias como la turca Nubes de mayo, dirigida por Nuri Bilge Ceylan, y la francesa La habitación de los magos, dirigida por Claude Miller, es un doloroso acto de miopía.

Por suerte, esta última película obtuvo el muy coticiado Premio de la Crítica, pero éste es un acierto ajeno que no remedia el error perpetrado por el jurado. Tanto la película turca como la francesa son obras indispensables en un festival de esta especie. En ellas se olvida uno de las deudas del cine con el negocio del espectáculo y se adentra y recupera en lo que este arte tiene de evolución de un lenguaje.

Ambas películas, hechas de espaldas al comercio de cine y de frente a la evolución del arte cinematográfico son contribuciones impagables al prestigio de la Berlinale, que el jurado no debiera haber pasado por alto.

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