A distancia y para toda la vida
La universidad del futuro dejará de ser monopolizada por los jóvenes. Más bien será una institución educativa a la que acudir durante toda la vida en busca de conocimientos o de especialización. El formato necesario para adquirir esos conocimientos serán las nuevas tecnologías, cuya participación resulta imprescindible en cualquier hipótesis sobre el porvenir.Si se cumplen los vaticinios de los expertos, el siglo XXI depara a la universidad la siguiente paradoja: los estudiantes nunca abandonarán del todo sus facultades pero, al mismo tiempo, su presencia física en los centros de estudio disminuirá progresivamente, hasta puede ser que desaparezca, por innecesaria.
El rector de la Universidad Complutense de Madrid, Rafael Puyol, pronostica que un profesional del siglo XXI no acabará su relación con la universidad en los años que permanezca en ella. "Tendrá que pasar por ella varias veces a lo largo de su vida activa", dice, y añade que adaptar la universidad al reto de la formación continua abrirá las facultades a estudiantes de todas las edades: "Dejarán de tener todos entre 18 y veintitantos años".
Puyol cree que dentro de un par de décadas se estudiarán asignaturas y carreras hoy inimaginables, en respuesta a los retos tecnológicos de la era postindustrial. Pero, a su juicio, "siempre habrá estudiantes de derecho, medicina o empresariales". El objetivo no será la especialización absoluta, sino la versatilidad que permita adaptarse a las necesidades profesionales de un mundo en cambio constante.
Un fenómeno que empieza a notarse en toda Europa, España incluida, es que la caída de la natalidad afecta ya a generaciones en edad universitaria. Esto tiene un doble efecto. Por un lado, alivia a las facultades de uno de sus males tradicionales, la masificación. Por otro, la carencia de estudiantes jóvenes obliga a los centros a apostar por otros usuarios.
Cada vez son más numerosos los estudiantes de postgrado y másters, doctorandos e investigadores, y a todos ellos se añadirán en los próximos años multitud de profesionales que volverán a la universidad para completar su formación, reciclar sus conocimientos o aprovechar la jubilación para estudiar aquello que siempre quisieron, pero no pudieron por su trabajo.
¿Qué se encontrarán estos profesionales y adultos en su vuelta a las aulas? Los más aventurados creen que, a largo plazo, ni siquiera encontrarán aulas, al menos no como se conciben hoy en día. Puede que les baste con tener un ordenador, instalado en su casa o portátil, y acceder con él a aulas y campus virtuales, gracias a Internet, o seguir las clases por videoconferencia. Aunque lo más probable es que se alcance un punto de equilibrio entre enseñanza presencial y a distancia.
El rector de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), Gabriel Ferraté, dice que hablar del futuro es arriesgado: "Hace 10 años nadie podía imaginar la existencia de una universidad no presencial". No obstante, augura un cambio progresivo: "La enseñanza no presencial ganará terreno al concepto tradicional de universidad. No como opción exclusiva y avasalladora", aclara, "pero unas veces será un complemento y otras un sustituto de actividades que no tendrá sentido hacer presencialmente". La UOC es pionera en Europa en educación no presencial.
Ferraté cree que el impacto tecnológico de las telecomunicaciones conducirá a virtualizar, en sucesivas etapas, los campus, los materiales y, por último, los profesores, "que no desaparecerán, sino que tendrán que ocuparse de labores más complejas". Entre ellas, proponer a los alumnos materiales, ayudarles a seleccionar contenidos y, en definitiva, servirles más de tutor y guía que de transmisor de conocimientos. La docencia se delegará, en gran parte, en "tutores virtuales inteligentes", que permitirán adaptar las asignaturas, el ritmo y complejidad, a la capacidad y los conocimientos previos de cada alumno, que serán más protagonistas de su propia educación.
A Internet y las videoconferencias se irán añadiendo sucesivas generaciones de adelantos tecnológicos aplicados a la educación a distancia. Entre ellos, la tecnología WAP, que combina Internet con la telefonía móvil; la UMTS, la tercera generación de telefonía móvil, capaz de transmitir dos megabites de información por segundo; Internet 2, que incorporará un mayor ancho de banda; así como la incorporación en las redes móviles de los sistemas de inteligencia artificial.
La gran duda está en saber si estas tecnologías servirán para modernizar la universidad o para poner fin a sus nueve siglos de historia.
Carmelo García, profesor de Gestión de la Tecnología en la Escuela de Telecomunicaciones de la Universidad Politécnica de Madrid, piensa que aún pasará mucho tiempo hasta que la mayoría de estudiantes se titulen sin haber pisado un aula, ayudados sólo por su ordenador, aunque asegura que en algún momento esto será posible. Según García, poco a poco se pasará de utilizar la tecnología dentro de las aulas a utilizarla como sustituto de las propias aulas. El paso será progresivo.
La tecnología se aplicará en primer lugar como complemento, para agilizar la búsqueda de información a través de Internet (otro uso de la red que empieza a aplicarse son las tutorías virtuales, nueva fórmula de interacción profesor-alumno). De ahí se pasará a las clases a distancia, a través de videoconferencia, de lo que también existen ya experiencias piloto. El siguiente paso será la consolidación de las aulas virtuales, que eliminarán la barrera geográfica a la movilidad de los estudiantes.
Primero serán asignaturas y luego carreras completas las que se puedan cursar a distancia. En principio, será posible matricularse al mismo tiempo en asignaturas o créditos de todas las universidades del mundo, es lo que se denomina el "metacampus", cuyo principal freno será que las universidades logren ponerse de acuerdo en organizar los intercambios virtuales. "El límite no será tecnológico, sino administrativo", apunta García, "el reto será cómo organizar las titulaciones, las convalidaciones y homologaciones, los procesos de selección, y quién y cómo se evaluará. Los mismos problemas que se producen ahora cuando las universidades intercambian estudiantes".
Pese a la progresiva e inevitable debilitación de la educación presencial, los menos agoreros prometen que la interacción profesor-alumno nunca desaparecerá del todo. Ni tampoco los edificios que la hacen posible. "La universidad no es sólo transferencia de conocimientos. La formación integral del ser humano requiere de un espacio físico", dice Pablo Campos, arquitecto e investigador especializado en universidades.
Campos afirma que un espacio definido propicia la actividad formativa, sirve de símbolo de la institución, con el que la población universitaria se identifica emocionalmente, y tiene efectos positivos en el entorno del centro. A pesar ello, los cambios serán necesarios. "La universidad del futuro volverá de la periferia para integrarse en las ciudades, y contará con edificios que puedan adaptarse a enseñanzas diferentes, según el momento", explica Campos.
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