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Antidepresivos, ansiolíticos y preventivos del cáncer de mama

Gabriela Cañas

En octubre del año pasado la prensa contó con gran despliegue que Estados Unidos aprobaba el uso de un fármaco para prevenir el cáncer de mama en mujeres de alto riesgo. Pues bien, este medicamento, cuyo principio activo es el tamoxifeno, se vende en España bajo cuatro marcas comerciales, y además hay una quinta que es un genérico que rompe los precios de los otros cuatro, con una reducción de hasta el 28%, lo que supone ahorrarse casi 500 pesetas en un solo envase. Uno de los antibióticos más conocidos, el Clamoxyl, tiene ya varias réplicas genéricas en el mercado con el nombre de Amoxicilina. En un pequeño envase de 12 cápsulas, el paciente puede ahorrarse alrededor de 150 pesetas. Entre los antiinflamatorios hay ya nueve laboratorios que comercializan el diclofenaco, principio activo popularizado por la marca Voltarem.

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El consumo de medicamentos genéricos sólo supone el 1,7% del gasto público farmacéutico

Ocurre lo mismo con el famosísimo Prozac, bautizado como píldora de la felicidad por sus efectos antidepresivos. Su principio activo es la fluoxetina, que diez laboratorios ofrecen ya como genérico y, por tanto, más barato.

A pesar de que la oferta española es aún muy estrecha en comparación con la de otros países europeos, se puede adquirir como genérico incluso el antiviral para el tratamiento del sida elaborado a base de zidovudina, más conocido por el nombre comercial de Retrovir.

Las siglas EFG

El Ministerio de Sanidad y Consumo se encarga de autorizar cada nuevo medicamento genérico. Su control permite asegurar al consumidor la eficacia y seguridad del fármaco, que debe ser igual o muy similar a los ya existentes.

Obviamente, los genéricos son fármacos antiguos (deben pasar 10 años desde su registro para perder la patente), pero tienen la ventaja de estar suficientemente probados. Algunos como el antimicótico Clotrimazol estaban en desuso, pero se utilizan ahora para tratar infecciones oportunistas en enfermos de sida.

Reconocer un genérico es sencillo. Todos deben llamarse igual que el principio activo que contienen junto al nombre del laboratorio que lo produce, además de las siglas EFG (especialidad farmacéutica genérica).

Para los consumidores, el único modo de beneficiarse de este mercado de genéricos es la información. Son ellos los que tienen que reclamarlos en la farmacia, porque, de momento, los médicos no tienen un incentivo especial para recetar genéricos que supongan un ahorro al paciente y al sistema de salud en caso de una receta subvencionada. Además, si se compra sin receta, al farmacéutico le beneficia vender la medicina más cara, ya que se queda con un porcentaje.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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