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Grass recibe el último Nobel del siglo por "romper el maleficio del pasado alemán"

La Academia destaca que acabó con "la magnificencia sombría abocada a la destrucción"

, ENVIADO ESPECIALEl escritor alemán Günter Grass recibió ayer, de manos del rey Carlos Gustavo de Suecia, el último Premio Nobel de Literatura del siglo XX. Es el reconocimiento por toda su obra desde aquel lejano Tambor de hojalata, que revolucionó las letras alemanas, a su último libro, Mi siglo, que cosecha actualmente un inmenso éxito en toda Europa. Desde 1973, año en que fue galardonado Heinrich Böll, no recibía el Premio Nobel un escritor alemán, aunque Elías Cannetti, que también escribía en alemán, lo recibió posteriormente. A lo largo de una solemne ceremonia se entregaron también los premios Nobel de Medicina, Física, Química y Economía.

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Una ceremonia sobria y copada por seis hombres

En la Sala Azul de Conciertos de Estocolmo, Horace Engdahl, miembro de la Academia Sueca y secretario del comité Nobel de la misma, presentó en la ceremonia a Günter Grass como un escritor que ha tenido la audacia de buscar nuevos caminos en la narrativa y la expresión, desde que con el Tambor de hojalata cosechara el mayor éxito de una primera obra, al igual que sucedió en 1901 con Los Buddenbrooks de Thomas Mann.Grass no asumió la senda de Arno Schmidt o Heinrich Böll, que retrataron el colapso de los valores humanos como apocalipsis o tragedia. Prefirió un método más parecido a aquel utilizado por un parodista anónimo, algo después de Homero, que reflejó el heroísmo marcial como la lucha entre las ranas y los ratones.

Zapatos nuevos

Grass, obviamente no muy cómodo en su frac y con unos zapatos recién comprados en el mismo Estocolmo, leía la traducción de la intervención de Engdahl entre el Premio Nobel de Medicina, el norteamericano Günther Blobel, y el Nobel de Economía, el profesor Robert A. Mundell.

"Grass rompió el maleficio que pesaba sobre el pasado alemán y saboteó esa sublimidad alemana, el gusto por la magnificencia sombría abocada a la destrucción. Fue ésta una conquista mucho más radical que toda la crítica ideológica contra el nazismo", manifestó Engdahl.

En referencia a Mi siglo, el académico sueco señaló que es una cabalgata a través de cien años en la que "da amplias pruebas de su impresionante capacidad para personificar las voces de la reflexión, de todos aquellos embrujados por las esperanzas de la política y la tecnología, de los idiotizados por las grandes perspectivas. El entusiasmo es el centro de la falta de reflexión. He leído Mi siglo como una crítica al entusiasmo y una celebración de lo contrario, la buena memoria", dijo Engdahl.

Después, en el banquete oficial que presidieron los reyes de Suecia en el Ayuntamiento de Estocolmo, Grass pronunció unas palabras desde su mesa, en la que recordó al Grupo 47, ese puñado de escritores jóvenes alemanes que, con Böll y algunos otros de padrinos literarios, comenzaron desde cero una nueva tradición literaria alemana después de la catástrofe moral e intelectual del nazismo. El Grupo 47 se había reunido en 1963 en Suecia con escritores de este país para intentar reactivar una larga tradición de comunicación e interdependencia entre las literaturas alemana y sueca.

A la ceremonia asistieron nada menos que 23 miembros de la gran familia Grass. Siete hijos y los cada vez más numerosos nietos habían llegado el día anterior de diferentes partes de Europa para acompañar a Grass a sus setenta años en el acto de su confirmación oficial como escritor mundial y como el más brillante representante de las letras alemanas en la segunda mitad del siglo XX.

El público sueco, mucho más rendido ante Grass que el siempre distante público de Alemania, donde sigue siendo, y previsiblemente será siempre, un escritor controvertido, aplaudió con entusiasmo en el momento en el que recibió la medalla y el certificado del premio de manos del Rey.

Vacaciones

Günter Grass se quedará aún varios días en Suecia, donde participará en diversos encuentros con universitarios y escolares. Después piensa tomarse unas vacaciones para descansar de esta agotadora semana de solemnidades en Suecia, y en enero intentará frenar las consecuencias del Premio Nobel sobre su agenda y ponerse a escribir. "Tendré que empezar a decir no. Al fin y al cabo quiero volver a escribir y dibujar".

Su editor alemán, Gerd Steidl, está muy de acuerdo con estas intenciones de volver a la labor literaria a principios de año. Pero dadas las advertencias prestadas por Saramago y García Márquez, se muestra bastante más escéptico sobre las posibilidades reales de que puedan cumplirse.

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