La Domus de Agripina, frente al 'parking' de Dios
Los arqueólogos protestan ante el Vaticano y el alcalde de Roma por la destrucción de ruinas imperiales
El Papa inauguró ayer sin demasiada ceremonia el paso subterráneo que parte de Castel Sant"Angelo, en Roma, y finaliza unos metros más lejos, en la Piazza della Rovere. Proyectado como una larga galería subterránea, la oposición de los arqueólogos que temían por la estabilidad del castillo lo ha reducido a un sottopassino, término con el que lo han bautizado los italianos. Pero no es éste el único fiasco sufrido por el ayuntamiento de Roma en la batalla por adecuar la ciudad a las necesidades que traerá consigo la llegada de millones de visitantes con el inicio del Jubileo 2000. A unos pasos del sottopassino sigue abierta y paralizada la rampa de acceso al aparcamiento gigante proyectado conjuntamente con el Vaticano para alojar a centenares de vehículos de los peregrinos. El hallazgo de restos arqueológicos de lo que, según los expertos, puede ser la Domus de Agripina, madre de Nerón, ha desatado una polémica política de enorme alcance en la que la última palabra tendrá que darla el Gobierno italiano.La batalla del aparcamiento horadado en la colina del Gianicolo, no muy lejos de la Plaza de San Pedro, donde, cuenta la historia, fueron martirizados los primeros cristianos, y donde fue crucificado san Pedro, se remonta al pasado verano. El 17 de agosto, para desgracia del alcalde de Roma, Francesco Rutelli, fueron descubiertos los primeros restos arqueológicos. Una habitación con todo el aspecto de pertenecer a un edificio romano, que el comité de arqueólogos de la capital despachó con una breve nota considerándola "muros que servían, probablemente, para sostener otros materiales". Una definición que levantó un coro de protestas entre las que ha destacado desde el principio la del estudioso Lorenzo Bianchi, convencido de que la colina del Gianicolo esconde tesoros enormes. Después de todo, las crónicas señalan que la madre de Nerón, Agripina, tenía aquí su domus, con huertos y jardines.
Bianchi había denunciado ya en enero, desde las páginas de la revista Trenta Giorni que dirige el ex primer ministro Giulio Andreotti, que la zona era de extraordinaria riqueza, que guardaba una villa romana, detallada en escritos de 1938. Pero el Gianicolo está bajo soberanía vaticana desde la firma de los Pactos Lateranenses en 1929, y el Vaticano no da la necesaria autorización a nadie para que inspeccione las excavaciones. Lo malo es que a primeros de octubre las excavadoras se topan con una segunda habitación, pintada con frescos que reproducen pájaros, flores y plantas. Y entonces, sí, el frente opositor al aparcamiento, que agrupa ya no sólo a la oposición política, sino a la ministra de Cultura, Giovanna Melandri, al de Medio Ambiente, Edo Ronchi, y a un largo etcétera de representantes de Los Verdes, se pone en movimiento y logra que se interrumpan las obras.
A partir de esa fecha se inicia un forcejeo durísimo entre Rutelli y el Vaticano de una parte, que ven angustiados cómo se aproxima la fecha fatídica de comienzo de Jubileo y el frente del "no" al aparcamiento de la otra, en el que figura, por ejemplo el responsable de temas arqueológicos del Ayuntamiento, Adriano la Regina. Para entonces los expertos han arrancado con extremo cuidado los frescos y esperan una decisión para finalizar la obra. A falta de una metropolitana digna de este nombre que cubra el grueso de la ciudad, de una red de autobuses capaz de transportar a los peregrinos adecuadamente, en superficie, el maxiaparcamiento era una de las pocas soluciones plausibles. Al menos daría cabida a 900 coches y un centenar de autocares, impidiéndoles circular por la zona con el consiguiente riesgo de taponar el tráfico.
Las razones de Rutelli parecen imponerse, hasta el punto de que el miércoles de la pasada semana un diario de Roma adelanta la noticia de que el Gobierno dará inmediata "luz verde" a las obras del aparcamiento. Ese mismo día, miembros de la Guardia de Finanza (la policía financiera italiana), descubre restos arqueológicos abandonados en una escombrera a las afueras de la ciudad. Nadie es capaz de evaluar la importancia de los restos, pero la noticia provoca un revuelo informativo tan grande que el Consejo de Ministros decide posponer la decisión sobre el aparcamiento y dejar enfriar las pasiones encontradas que suscita.
Una obra de más de 3.000 millones de pesetas queda suspendida así, en espera de que alguien asuma una decisión. El alcalde cree que una solución plausible sería salvar los restos hallados y reconstruirlos en otra parte. Una posición que no comparte, de momento, el superintendente arqueológico de Roma, La Regina, quien ha advertido ya a Rutelli que los muros de la Domus de Agripina, construida entre el siglo I y el II de nuestra Era, no se tocan. La duda, explica La Regina, es que además de las dos habitaciones encontradas, en el Gianicolo se esconda un verdadero palacio con una veintena o más de estancias. "Si, como creo, las habitaciones son parte de un complejo que puede extenderse en profundidad, revelando un edificio imponente y con pinturas de calidad, entonces, el conjunto debe quedar unido".
Babelia
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