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Reportaje:

Las ayudas traen mar gruesa a Algeciras

Los fondos del Gobierno a marineros y armadores por el final del acuerdo con Marruecos dividen a la población

Alejandro Bolaños

El muelle pesquero del puerto de Algeciras está hasta los topes; los barcos, pequeños y con poca pinta de aguantar el embate del estrecho, aguardan amarrados: el levante se ha puesto revoltoso y no se puede salir. La mayoría tampoco lo harán hoy ni la semana que viene, aunque el viento amaine. Tendrán que esperar, como poco, al 20 de diciembre, aunque todos se preparan para, al menos, un par de meses de parada. No creen que salga nada concreto de la primera entrevista entre el Gobierno marroquí y la Comisión Europea para debatir un nuevo acuerdo pesquero. "Es cosa de Gobiernos, irá lento", indica uno de los dos tripulantes marroquíes del Marbe, que aún almacena la última carga de gambas y pescadillas arrancadas al caladero marroquí antes de la medianoche del martes, fecha límite del anterior convenio.Los 34 barcos afectados por el parón que tienen base en Algeciras enrolan a casi 500 tripulantes, entre ellos cerca de un centenar de marroquíes; el último acuerdo con el país norteafricano obligaba a la constitución de empresas mixtas y a incorporar dos o tres marineros magrebíes a cada barco. "Nosotros queremos trabajar, donde sea", insiste el tripulante del Marbe, ante el silencio cómplice de una decena de compatriotas que rehúyen cualquier pregunta. Apenas asienten con la cabeza para indicar que ellos también recibirán las ayudas previstas por el Ministerio de Agricultura: 151.000 pesetas al mes, mientras dure el acuerdo.

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"Eso lo tengo que ver todavía". José Luis Barrientos, 30 años en la mar y dos como cocinero del San Agustín, cree que cuando llegue el primer cheque del Ministerio, "seguro que será menos, habrá que quitar cosas". De todos modos, se considera afortunado: será uno de los 278 marineros de Algeciras que recibirá la ayuda pública. "Para recibir el dinero tienes que demostrar que llevas tres meses faenando y se ha quedado mucha gente fuera", explica a la puerta de su casa, en la barriada de Saladillo.

El cocinero ha dedicado parte de su primera mañana en tierra a limpiar su casa y a trastear con dos de sus seis hijos. "Tenemos suerte: mi mujer tiene contrato en una conservera, pero vuelve reventada", explica a voz en grito, por encima de una música a todo volumen. Barrientos tiene claro que prefiere estar "trabajando la mar". "Ahora, hasta enero o febrero, es cuando está todo más revuelto y entra mucha aguja y bonito", lo que, aclara, se traduce en más dinero a repartir; bastante más que las 150.000 que van a cobrar. "Son los meses buenos, luego no pasamos de las 80.000 pesetas". Y tiene muy claro que "va a haber bulla" mucho antes. "Los marroquíes cobran aquí y luego se embarcarán allí y nos tratarán de meter sus camiones con pescado por el puerto", explica y señala por la ventana: "Allí volcamos uno la otra vez".

La "otra vez" fue hace cuatro años, cuando la finalización de otro acuerdo pesquero con Marruecos tuvo a la flota artesanal andaluza (de la que apenas quedan 200 barcos) amarrada siete meses. "Entonces yo no tuve ayuda y tenía que mariscar erizos para sacar unas pesetas", recuerda el marinero de San Agustín. En la misma situación se quedarán ahora muchos de los rederos y trabajadores de la lonja que normalmente aguardan en tierra a que los pesqueros descarguen. "Nos gastaremos el paro... Y cuando acabemos, [nos gastaremos] los cuatro duros que tenemos ahorrados. Y eso... quien ahorró", explica Pedro, que, sentado junto a tres compañeros, remienda una ristra de redes multicolores y desgastadas sin prestar la más mínima atención al fuerte viento que balancea a una veintena de barcos. Pedro, como los otros, nació en Villajoyosa (Alicante) y, como los otros, lleva décadas en Algeciras. "Esto va a durar lo mismo que la otra vez", sentencia, "los marroquíes siempre esperan hasta que hay hambre y entonces nos ablandan". Los rederos insisten en que "la ayuda tiene que venir para todos, porque el caladero se acaba para todos".

Más radical se muestra Vicente Cortelle, el gerente de una de las dos fábricas de hielo del puerto, paradas desde la misma medianoche del martes. "La televisión y los periódicos sólo hablan de los marineros y los armadores; y aquí hay mucha más gente que lo va a pasar mal", explica en la oficina de la fábrica, visiblemente enojado. Cortelle recuerda que el Congreso y el Parlamento andaluz aprobaron en 1996 dos proposiciones no de ley en las que se reclamaba al Ejecutivo una línea de compensaciones para el sector no extractivo (fábricas de hielo, vendedores de pescado, exportadores) perjudicado por el parón de la flota. "De aquello, nada de nada", afirma el gerente, que tuvo que pedir un crédito para hacer frente a las pérdidas.

Ahora, Cortelle ya ha rellenado los papeles para la regulación temporal de empleo de los ocho trabajadores. "Lo que no les entra en la cabeza a los Gobiernos es que esto es como un barco más", dice Felipe Lonches, que, junto a tres compañeros, repara uno de los generadores eléctricos que sirve para fabricar el hielo -hasta 250 toneladas por día, según el gerente- que cargan los barcos para mantener fresca la pesca seis o siete días hasta arribar a puerto. "Aquí, dependemos totalmente de los barcos de Marruecos", explica Lonches, que el próximo mes sólo cobrará 120.000 pesetas de paro. "Y tengo ocho hijos", asegura.

"Queremos que a los pescadores les den lo máximo, pero a nosotros también", dice el gerente de la fábrica, quien afirma que sus instalaciones "tienen mucha más inversión que un barco, unos 500 millones de pesetas". Cortelle admite que "no se puede dar ayudas a todo Algeciras" y que "la cosa es difícil de valorar", pero esgrime que su fábrica está "directamente afectada". "Sólo mantenerla me va a llevar 350.000 pesetas al mes".

En las dársenas del puerto los agraciados por las ayudas del Ministerio escasean, "están ya casi todos en casa", asegura Francisco Giner, motorista de un pesquero, que aún estará en Algeciras "15 o 20 días, reparando y pintando", antes de pasar unos días por Santa Pola, su pueblo.

Gabriel Luque está en su pequeño camión con un amasijo de redes que el levante amenaza con volcar. Vuelve a recordar la misma cantinela: "Los autónomos no vamos a cobrar un duro".

Como diría José Luis, el cocinero del San Agustín, en Algeciras, a pesar del dinero público, "habrá bulla". Él tiene muy claro cuál será el resultado de las negociaciones: "La mitad de los barcos, al desguace, que falta les hace y los mejores, llenos de marroquíes".

Los rederos dicen que la subvención tiene que venir para todos porque el caladero se acaba para todos

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