La reacción a los fármacos, una patología emergente
Los efectos adversos a medicamentos causan el 5% de los ingresos y la mitad de los casos se producen por mal uso
Según datos del Ministerio de Sanidad y Consumo, en 1998 los laboratorios farmacéuticos y los profesionales sanitarios comunicaron al Sistema Español de Farmacovigilancia (SEFV) seis mil reacciones adversas a medicamentos, cifra que, según los expertos, corresponde aproximadamente a la mitad de la incidencia real, puesto que no todos estos eventos son informados. Los efectos indeseables de los fármacos, que van desde síntomas banales (urticaria) y procesos importantes (hemorragia digestiva) e incluso la muerte, constituyen una patología emergente y universal por el cada vez mayor consumo de medicamentos, sobre todo en los países desarrollados. Un estudio realizado en 1996 por la Universidad de Salamanca revela que en torno a la mitad (43%) de estas reacciones pueden ser prevenidas y, por tanto, podrían haberse evitado con un uso adecuado de estos productos terapéuticos.
Se calcula que las reacciones adversas a medicamentos son responsables del 1% al 4% de las visitas a los servicios de urgencias hospitalarios y generan entre el 5% y el 6% de los ingresos. Un análisis a partir de diferentes estudios realizados en Estados Unidos concluye que 1994, las reacciones adversas causaron en ese país de 268 millones de habitantes un total de 106.000 fallecimientos, cifra extrapolable a otros países, entre ellos España. Así, se estima que entre 15.000 y 20.000 españoles pueden morir al año por los efectos indeseables de la terapéutica farmacológica.Desde la perspectiva económica, una valoración del coste de la morbilidad (complicaciones) y mortalidad por esta causa supone en Estados Unidos un total de 11,5 billones de pesetas al año.
Para Alfonso Domínguez-Gil Hurlé, catedrático de Farmacia de la Universidad de Salamanca, las reacciones adversas de los medicamentos "causan más muertes que los accidentes de tráfico y la neumonía, que es la enfermedad infecciosa con la tasa más alta de mortalidad en los países desarrollados".
Este especialista prefiere distinguir entre reacciones y acontecimientos adversos: "Aunque por extensión se hable siempre de reacciones adversas, por éstas entendemos todas aquellas reacciones producidas por los fármacos y que son inevitables por cuanto los medicamentos no están exentos de inducir efectos indeseados. Sin embargo, los acontecimientos adversos incluirían aquellas reacciones generadas por los medicamentos debidas a un uso inadecuado y que por lo mismo podrían ser prevenidas".
Falta de información
Según Domínguez-Gil, los acontecimientos adversos, que constituirían casi la mitad del total de los efectos indeseables, se deben fundamentalmente a tres razones: una prescripción inadecuada, especialmente en relación a la dosis, la automedicación y los problemas de descoordinación entre los servicios sanitarios.
"En este último apartado", añade, "incluiríamos la insuficiente o nula información que el médico da al paciente sobre los efectos adversos de los medicamentos que prescribe, debido principalmente a la falta de tiempo en la atención al enfermo; el escaso control que se sigue del tratamiento, y la dispensación en la farmacia sin receta de productos de obligada prescripción".
A esta relación, Alfonso Moreno González, catedrático de Farmacología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid, añade el mal cumplimiento terapéutico por parte del paciente, que le conduce a abandonar la medicación antes de tiempo o a alterar la dosis, así como la apreciación subjetiva por el propio paciente de los efectos adversos, que le puede llevar a infravalorar o sobrevalorar algunos de ellos.
Como en medicina existe una máxima latina que reza primun non nocere (primero no dañar), el objetivo prioritario de los fármacos es no causar daño además de curar o paliar, sostiene Moreno.
"No obstante", advierte, "deberíamos dudar de la eficacia de un medicamento que estuviese exento de efectos secundarios, como dicen algunos expertos de Estados Unidos. Esto quiere decir que los fármacos tienen unos beneficios y unos riesgos y el uso adecuado de estos productos estriba en la valoración rigurosa de esas dos referencias".
A pesar de que para que una molécula, hasta ser aprobada para su uso en la clínica humana, necesita de un periodo de investigación de 10 a 15 años y de que, ya introducida en el mercado, sigue siendo sometida a numerosos ensayos clínicos, cada año se retiran en todo el mundo varios medicamentos por sus reacciones adversas.
En los últimos 10 años en España han sido retirados 12 productos, principalmente antiulcerosos y AINES (antiinflamatorios no esteroideos, utilizados como analgésicos y antirreumáticos). Según reflejan todos los estudios y la experiencia clínica, los productos terapéuticos que generan más acontecimientos adversos prevenibles son los AINES, los anticoagulantes (indicados en enfermedades tromboembólicas y en ciertos procesos cardiacos) y los psicofármacos, que se utilizan para trastornos mentales graves como la esquizofrenia.
El 70% de estos efectos indeseables por mal uso de los medicamentos se produce en el ámbito de la atención primaria y especializada extrahospitalaria; el 30% restante se registra en las consultas externas de los hospitales y en el interior del propio hospital.
Productos sin receta
Según indica Flor Álvarez de Toledo, farmacéutica que ha participado en diversos estudios sobre la seguridad y el uso de los fármacos en atención primaria, "la asistencia sanitaria de la farmacia forma parte de la atención primaria y en este sentido el farmacéutico puede hacer una gran labor de educación para el buen uso de los medicamentos".
Álvarez de Toledo admite que el profesional de farmacia a menudo dispensa productos que requieren receta médica, como anticonceptivos orales y antibióticos: "Cuando nos vienen jovencitas", dice, "a pedirnos la píldora, en este caso pensamos que es mayor el riesgo de no dársela que el de facilitársela. También es muy frecuente que los jóvenes, en general, al llegar el fin de semana, vengan a por antibióticos para combatir un dolor de garganta".
La dispensación de antibióticos sin receta médica está provocando también un peligroso incremento de las resistencias a estos medicamentos, que se usan para simples catarros.
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