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200 millones de pesetas de coste por cada hospital

Un estudio realizado por el servicio de farmacia del hospital Clínico Universitario de Salamanca, en colaboración con el servicio de urgencias del mismo centro, reveló que los efectos adversos de los medicamentos generaron un gasto directo anual de 200 millones de pesetas derivado de la atención en urgencias y del ingreso hospitalario cuando fue necesario. Según los autores de este trabajo realizado en 1996, esos costes son extrapolables a la gran mayoría de los hospitales públicos españoles.En esta investigación observacional de seis meses de duración se estudiaron 33.975 pacientes atendidos en el servicio de urgencias. Consultaron por reacciones adversas a los medicamentos 766 (2,25%), de los que 178 requirieron ingreso hospitalario. Un total de 332 casos (43,3%) se clasificaron como prevenibles y fueron en un 37,1% leves, en un 32,5% moderados, en un 27,4% graves y en un 3% mortales. Un dato revelador de este estudio es que en más del 50% de los casos que requirieron ingreso por acontecimientos adversos se habrían podido evitar con un uso adecuado del medicamento.

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La reacción a los fármacos, una patología emergente

Los síntomas o procesos más comunes generados por las reacciones adversas de los medicamentos son vómitos, mareos y desmayos, alteraciones del ritmo cardiaco y de la psicomotricidad, alucinaciones, urticaria, diarrea intensa, hemorragia digestiva y anafilaxia, que es la reacción alérgica más grave. Estos dos últimos casos pueden llevar a la muerte.

Otro estudio del hospital Clínico San Carlos de Madrid mostró que un 14,5% de los enfermos ingresados tenía reacciones adversas a los medicamentos, lo que provocaba que precisaran estar ingresados el doble de tiempo que los pacientes que no tenían este problema.

Datos de la Unión Europea indican que el 10% de los heridos y muertos en accidentes de tráfico consumían habitualmente psicofármacos, sobre todo benzodiacepinas, que producen sedación e interfieren en el tiempo de reacción y otras funciones psicomotoras. El uso de estos medicamentos incrementa 15 veces el riesgo de caídas en pacientes ancianos. Este último grupo de población es, con diferencia, el más vulnerable a experimentar efectos indeseables por tratarse de personas con un estado físico más deteriorado, polimedicadas y con alteraciones en el metabolismo de los fármacos.

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