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"El KGB quería que Gorbachov ordenase a los tanques soviéticos intervenir en Berlín"

Helmut Kohl, ex canciller alemán, fue uno de los dirigentes europeos de la posguerra que más tiempo ocupó su cargo y presidió la reunificación alemana. Diez años después de la caída del muro de Berlín habla al programa Hardtalk, de la BBC, en una entrevista que se emitirá hoy, sobre sus años de mandato y su opinión sobre Alemania en el nuevo milenio.Pregunta.Cuando cayó el muro, hace 10 años, ¿qué fue lo primero que pensó?

Respuesta.Estaba en Varsovia en una visita de Estado que, teniendo en cuenta las circunstancias, era muy compleja. En aquella época, el general Jaruzelski, un viejo comunista, ocupaba la presidencia en Varsovia. Y también la relación entre Alemania y Polonia era muy complicada. Aquella noche, cuando cayó el muro, recibí una llamada de uno de mis ayudantes. Mi primera reacción fue preguntarme si era verdaderamente cierto, luego nos alegramos mucho, y pensé que debía dejar esa misma noche Varsovia para ir a Berlín con la mayor rapidez posible.

P.Cuando llegó a Berlín, ¿qué imagen de lo que vio es la que se le ha quedado grabada en el cerebro?

R. Se había producido un cambio enorme. Habían pasado 24 horas desde la caída, el muro estaba abierto, decenas de miles de personas de Berlín Este llenaban de pronto el centro de Berlín Oeste, había un ambiente tremendo, una actitud liberadora, una atmósfera de libertad. Me dirigí al Ayuntamiento de Berlín Oeste, donde el Senado de la ciudad había organizado una concentración. Por desgracia, los partidos políticos habían cometido la gran estupidez de no ponerse de acuerdo; mi partido no se había sumado a la concentración y había organizado una propia en el Kurfürstendamm, en la Gedächtniskirche (iglesia memorial), así que el público presente en el ayuntamiento de Schöneburg era muy específico, compuesto por gente de izquierdas, que intentaron acallarme a gritos, porque ellos, como es natural, no deseaban la unificación de Alemania. Después me dirigí al Kurfürstendamm, donde había más de 100.000 personas, la mayoría procedentes de Berlín Oriental, y allí la atmósfera era muy distinta.

P.¿No le preocupó que los alemanes del Este pudieran intentar cerrar de nuevo la frontera, que pudieran producirse disparos, violencia?

R.Desde luego, ésa era una gran ansiedad, mejor dicho, una gran preocupación, y no había ninguna seguridad de que no pudiera ocurrir, porque la decisión definitiva no se tomó hasta esa noche. En aquel momento, mientras me encontraba de pie en el balcón del Ayuntamiento de Schöneburg hablando con Willy Brandt, Hans Dietrich Genscher y otros, Mijaíl Gorbachov llamó a mi despacho de Bonn para preguntar si era verdad que las instalaciones y los soldados soviéticos en la RDA corrían peligro de ser atacados por la población. La Stasi y el KGB querían pintar una situación similar a la del 17 de junio de 1953 en Volksherstadt, y lo que pretendían, por supuesto, era que Gorbachov diera la orden de sacar los tanques soviéticos. Si lo hubiera hecho, el día habría acabado de forma totalmente distinta. Así que le envié un mensaje a través de mi ayudante en el que le aseguraba que eran todo mentiras, que no era cierto, que se trataba de gente pacífica. Deseaban derribar el muro, pero no cometer actos de agresión contra la Unión Soviética ni contra sus instalaciones.

P.En 1987, Honecker visitó Alemania Occidental y habló en privado con usted, pero entonces se negó a anular la orden de disparar, ¿no? Usted no consiguió resultados concretos pese a que con aquella visita le daba a él un reconocimiento que no había tenido hasta entonces. ¿Se arrepiente de aquello?

R.No, en absoluto, fue intencionado, y aquella política acabó obteniendo grandes beneficios. El trasfondo real de la visita de Honecker fue -hubo varias razones, pero ésta fue la más importante- que, en aquel momento, resultaba evidente que el régimen de la RDA se encaminaba hacia la bancarrota. El mundo no lo creía, por supuesto, seguía tragándose la propaganda que afirmaba que la RDA era la décima potencia industrial del mundo; incluso en Occidente. Pero ya era innegable que se dirigía hacia el desplome económico. Y, asimismo, hubo un segundo factor igualmente importante: el hecho de que la situación económica en la Unión Soviética estaba deteriorándose por las excesivas obligaciones contraídas en la guerra de armamentos e iba de cabeza a la ruina.

P.Las relaciones personales desempeñaron un papel muy importante en sus contactos con otros dirigentes, especialmente en el caso de sus entrevistas con Gorbachov. Al parecer, hubo dos encuentros muy importantes con este último, uno de ellos en Bonn. ¿Puede contar algo sobre aquella primera reunión en la que usted le dijo que la reunificación era imparable? ¿Cómo reaccionó?

R.La relación entre Gorbachov y yo fue evolucionando sin cesar. Hablábamos a menudo por teléfono y nos entrevistamos en varias ocasiones, pero el encuentro más importante fue quizá la reunión celebrada anteriormente en Bonn, en el verano de 1989. Hablamos de nuestra vida -tiene casi la misma edad que yo-, nuestras experiencias, cosas muy personales. Y hablamos de lo que iba a ocurrir entre la República Federal y la Unión Soviética, todavía sin mencionar la reunificación. Hablamos de cooperación económica y científica. Y entonces le dije que podíamos tener todos los tratados que quisiera, pero que la división de Alemania seguía siendo un obstáculo que no podía olvidarse. Y pronuncié una frase que él citó después. Señalé al río y dije: "Este río llega hasta el mar. Puede usted embalsarlo; entonces desbordará sus orillas y destruirá las tierras de alrededor, pero el agua seguirá fluyendo hacia el mar. Y el pueblo alemán seguirá pensando que somos un solo pueblo y deseamos la reunificación. No sé si yo viviré para verlo, pero sí sé una cosa: igual que el agua llega al mar, la reunificación alemana se hará realidad".

P.¿Qué dijo él?

R.Fue la primera vez que escuchó esta opinión sin contradecirla, porque en charlas anteriores había utilizado la frase de Gromiko "se ha dicho la última palabra en la historia, con la derrota de Alemania se ha sellado su división". Esa vez no lo dijo, y a partir de aquel momento no es que estuviera a favor, pero fue posible el diálogo.

P.¿Calculó mal el coste de la reunificación? Porque en 1990 prometió que no habría ningún coste extra para la población de Alemania Occidental, y que a la del Este le aguardaba un futuro económico brillante. No era del todo cierto, ¿verdad?

R.No creo que me equivocara por completo. Tal vez valoré ciertos factores de forma distinta a como se desarrollaron luego las cosas. En el verano de 1990, cuando empezamos a hablar de la reunificación en términos legales -ya se habían celebrado las primeras elecciones libres en el Este- y de costes, ¿cuál era la situación económica de Alemania Oriental? ¿Qué consecuencias tenía la propaganda que habían hecho Honecker y sus acólitos? Se pensaba que iba a sobrar dinero, que después de completar la unificación sobrarían entre 600.000 millones y 1,2 billones de marcos. Y el Gobierno oriental pidió que ese excedente no se utilizara para toda la Alemania unida, sino que revirtiera en beneficio de la población de la RDA.

P.Su experiencia personal en la guerra, ¿es la razón de que haya trabajado tanto por la integración europea, para que Alemania forme parte de Europa? Parece casi como si tuviera miedo de lo que Alemania podría hacer si no estuviera incorporada a Europa. ¿Es así?

R.Es totalmente cierto. Toda una generación que vivió la guerra pensaba como yo. ¿Recuerda que en 1984 se reunieron la reina de Inglaterra, el presidente de Estados Unidos y otros muchos en Normandía para conmemorar el 40º aniversario de la invasión? François Mitterrand me preguntó si iba a asistir y dije que no era lugar para mí. A cambio pensamos en un gesto que pudiéramos hacer nosotros. Entonces se nos ocurrió ir juntos a Verdún, a su inmenso cementerio. El motivo era que Mitterrand había sido herido cerca de allí en 1940, a principios de junio, y los alemanes le habían hecho prisionero. Y mi padre había pasado muchos meses en la batalla de Verdún durante la I Guerra Mundial. Por eso fuimos a Verdún y nos hicieron aquella foto, dándonos la mano delante del Ossière, en un compromiso simbólico de que nunca más vuelva a haber guerra entre franceses y alemanes. Fue una experiencia muy emotiva para los dos, así como para millones de alemanes y franceses. Cada vez que veo a un chico de 10 a 15 años pienso con alegría que es la primera generación de alemanes que no ha vivido una guerra. De aquí a unas semanas empezaremos un nuevo siglo, y es fantástico que Alemania forme parte de Europa en condición de igualdad con nuestros vecinos. Por eso he sido siempre ardiente defensor de la construcción de la casa europea, y estoy muy satisfecho de que lo hayamos logrado.

P.Cuando repasa los 10 últimos años, con todas las quejas sobre el desempleo en la mitad oriental de Alemania, ¿cree que la reunificación fue un éxito?

R.Desde luego, nadie en Alemania puede negarlo. Bueno, quizá "nadie" sea un poco excesivo. Pero si se hace un sondeo, el 90% tanto del Este como del Oeste dirá que fue un acontecimiento afortunado y un éxito. Es verdad que no todo ha salido bien a la primera, especialmente las cuestiones económicas en los nuevos Estados. Tenemos problemas graves, pero, al mismo tiempo, hemos tenido suerte, porque, con la caída del régimen comunista en Moscú, las relaciones económicas entre la RDA y Rusia estaban también destruidas. Era una economía que se había construido poco a poco, durante 40 años, en función de una cooperación muy estrecha. La RDA prácticamente no tenía exportaciones. Y nosotros no podíamos transformar esa economía de la noche a la mañana. Y cuando, por razones de todos conocidas, la economía de la Unión Soviética -luego Rusia- se derrumbó, afectó a los puestos de trabajo en nuestro país. Pero está claro que conseguiremos arreglar la situación. De aquí a diez años se verá, y eso es lo que temen muchos en otros países. Un temor no infundado, el de que la zona de la antigua RDA posea la estructura industrial más moderna de Alemania y de Europa. Así será.

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