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Reportaje:

EXPERIENCIA EDUCATIVA La motivación y las plantas medicinales

Seguro que a nadie se le había ocurrido utilizar plantas medicinales para estimular y vivificar la atención de los estudiantes. Pero no en tisanas, ni en cocimientos: en el campo. Ésta ha sido la idea de Teresa Lozano (Granada, 1960), una profesora de Ciencias Naturales que trabaja en el instituto de secundaria Camilo José Cela, en Campillos, un pueblo al norte de Málaga. Y la idea ha funcionado muy bien.Así lo cuenta ella. "Éste era un grupo muy heterogéneo, muy disperso". Estaba compuesto por 30 chicos de 14 años. "Había poca conexión entre ellos; a mí me resultaba difícil comunicarme con la clase. Se sentía cierto rechazo en el ambiente. Y me costaba trabajo concentrarme y encontrar las palabras adecuadas para llegar a ellos. Cualquiera que se haya dedicado a la enseñanza sabe de qué hablo". Llegó el día en el que Teresa decidió que había dos soluciones posibles: "O rezar para que el curso acabase pronto, lo que es absurdo, porque nueve meses son nueve meses, se mire como se mire, o buscar la manera de engancharlos".

Pensó que la solución era un trabajo. "Pero no cualquier trabajo. Tenía que ser accesible, interesante, tener una aplicación directa en sus vidas". Y también algunas limitaciones: no podía exigir grandes medios materiales, ni confinarles a un laboratorio, ni limitarse a unos pocos meses al año. La suma de todas estas consideraciones la llevó a elegir el tema de las plantas medicinales.

Los alumnos, para la sorpresa de Teresa, reaccionaron con entusiasmo desde el principio. Todos participaron activamente en el diseño de la metodología. "Prefirieron indagar en la sabiduría popular a hacer investigaciones bibliográficas". Así que, cada tarde, los estudiantes salían en busca de familiares, amigos o vecinos que tuviesen conocimientos sobre plantas medicinales. En pleno medio rural, no les faltaron informantes.

Los chicos rellenaron fichas con el nombre, localización, uso y preparación de cada planta. También recogieron muestras de cada especie, con lo que podían identificarlas más allá de toda duda, "y además aprendieron a clasificarlas y a preparar un herbario", explica la profesora.

Dedicaban una de las cuatro horas semanales de la asignatura a poner en común la información que habían recabado. Pero pronto les faltó tiempo, y empezaron a reunirse en los recreos. "Se me acabaron los cafelitos", dice Teresa sin asomo de pena por la pérdida, más bien con un toque de orgullo.

"En este punto, lo de captar la atención de los chicos quedó superado, y el trabajo pasó de ser un instrumento para conectar con ellos a tener entidad propia". Y tanto. Después de cotejar los resultados de la investigación con lo que decía la bibliografía, la convirtieron en un libro que acaba de salir. Se llama Las plantas medicinales, una experiencia didáctica en las zonas de Campillos, Sierra de Yeguas, Almargen y Teba, y lo firman la profesora y los 30 alumnos. Lo ha publicado por la Consejería de Educación y Ciencia de la Junta.

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Es un buen momento para hacer una evaluación del proyecto. Teresa lo tiene claro. "Este tipo de trabajos estimula a los niños y a los profesores. Es como si dijéramos: año nuevo, vida nueva". Para los estudiantes, el balance es igualmente bueno. "No nos ha costado mucho trabajo, ya que cuando algo nos gusta, lo hacemos con facilidad", aseguran Francisco José Moriel y José Anaya. Y Andrés Segura y Juan Pedro Carmona dan razones más concretas de su interés: "Una de las plantas que más nos ha sorprendido es la ortiga, ya que creíamos que sólo servía para pinchar y, mira por dónde, ha resultado ser curativa". Mira por dónde.

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