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Reportaje:

De Fénix a Tenis

Si alguna vez han observado con detenimiento la etiqueta de una botella de anís Tenis y se han preguntado por qué, encima del señor y la señora con raquetas y polos blancos aparece un aguilucho, deben saber que en 1922 también existían conflictos en torno a la propiedad intelectual.Al año de comenzar a fabricar anís bajo la denominación Fénix (de ahí el pájaro que extiende sus alas posado en una rama de olivo), los Limiñana y Botella primigenios descubrieron que en Argelia ya operaba otra empresa con ese nombre, dedicada también a la produccíón de anises, por lo que se vieron obligados a cambiar su marca para evitarse un pleito. No eligieron Tenis porque practicaran este deporte, sino porque se pronunciaba parecido a Fénix.

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El principal escollo actual de la empresa son los impuestos, que reducen las cifras de facturación justo a la mitad. De los 400 millones con que cerraron el año pasado, 200 correspondían a impuestos. "Una botella de anís Tenis lleva 800 pesetas de impuestos", apunta Antonino Botella.

La siguiente meta de la familia del anís es mudarse de una vez a un polígono industrial de Monforte que nunca acaba de construirse. "¿Ve usted esa señal del suelo?", pregunta Antonino Limiñana apuntando hacia una marca en las baldosas. "Ahí estaba el despacho de mi padre, separado de la fábrica con una mampara". Ahora se apilan cajas de botellas. La fábrica se les ha ido quedando pequeña. "Qué ganas tengo de que hagan el polígono", anuncia, antes de subir las escalerillas que conducen a su exiguo despacho.

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