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Nueva York revive el esplendor egipcio

Tres grandes museos organizan la exposición más completa del arte de los faraones

Juan Antonio Carbajo

La más completa exposición realizada jamás sobre el antiguo Egipto ha abierto sus puertas en Nueva York. La muestra es el resultado de un inusual trabajo en común de tres grandes museos: el Louvre, de París; el Metropolitan, de Nueva York, y el de Ontario, en Toronto. Estos últimos recogieron el desafío que lanzó hace cinco años la conservadora general de las antigüedades egipcias del Louvre, Christiane Ziegler, que propuso reunir en una sola exposición las obras más importantes de la fascinante civilización de las pirámides.

Tras laboriosas gestiones con decenas de instituciones, universidades y gobiernos de todo el mundo se han recolectado 250 objetos del Imperio Antiguo (del 2645 al 2150 antes de Cristo). La muestra Arte egipcio en la era de las pirámides emprende en el Met (nombre popular del museo más importante de EE UU) un camino que la llevará también a París y a Toronto. "El arte y la civilización del Antiguo Egipto sigue fascinando en todo el mundo, pero nunca se había presentado de forma tan completa", aseguró Phillipe de Montebello, director del Museo Metropolitano de las Artes. "Ver todos los objetos de la exposición en su ubicación original hubiera llevado meses de viajes a través de Egipto, Europa y Norteamérica".La exposición se centra en los 500 años de apogeo artístico que transcurren entre la tercera y la sexta dinastía, cuando los egipcios desarrollaron las técnicas de construcción de las pirámides (entre ellas la de Giza) y establecieron las características esenciales de su arte. El Metropolitan ha repartido los escogidos objetos, procedentes de 30 museos de todo el mundo, con extraordinario sentido pedagógico para mostrar la evolución de los siempre anónimos artistas del Imperio Antiguo. Alguna de las piezas ha sido reubicada cronológicamente después de constatar su nueva fecha de procedencia tras recientes estudios.

"La idea era hacer una presentación comprensiva que ofreciera una visión del éxito artístico de esa era", explican los organizadores. La muestra comienza con los albores del arte del Imperio Antiguo, cuando aún no están definidas las reglas clásicas. Son los años de la Tercera Dinastía, cuya sala preside la estatua más antigua que se conserva completa de un hombre de pie. Es el rígido e inexpresivo Sepa.

Las pirámides

El esplendor del arte egipcio más antiguo llega en la Cuarta Dinastía (2575 a 2465 antes de Cristo), cuando los arquitectos empiezan a dominar la tarea de construir las colosales tumbas que dieron fama a su civilización. A ello contribuyó el primer rey de la dinastía, Snefru, que ordenó levantar hasta tres veces la pirámide roja de Dahshur hasta que se consiguió la primera construcción completamente piramidal. Mientras, escultores y pintores desarrollaban su creatividad en cuerpos con líneas más flexibles, brazos y piernas más separados del cuerpo y con la musculatura más definida, pero siempre dentro de una completa sencillez, con la que se perseguía dar una impresión ideal de los personajes, generalmente dioses, faraones o altos cargos de la Administración con sus familias.

Las figuras realistas son excepción en esta época, por eso la exposición dedica toda una sala a las esculturas del rey Menkauhor, que rompe moldes al aparecer reflejado con carnosas mejillas, ojos bulbosos y el labio inferior prominente y caído. También es excepcional, por otra razón, la figura de Memi y Sabu, una pareja en la que el hombre pasa el brazo por el cuello de la mujer y deja la mano descansando sobre el busto de ella. Lo singular del conjunto radica en el abrazo masculino. La regla imponía que las mujeres eran quienes debían abrazar, generalmente de la cintura, al hombre. Y los artistas egipcios eran poco proclives a romper normas. Así, en los conjuntos familiares, los niños siempre están representados de igual forma: con trenza a un lado, el dedo en la boca y desnudos.

Todos los objetos de la exposición reflejan el arraigado sentido religioso del arte egipcio. El concepto del arte por el arte no existía a orillas del Nilo. Los relieves alcanzan su máxima belleza como decoración del interior de las pirámides, y las esculturas servían para rituales y estaban en templos y tumbas. Eran un duplicado de la vida real que debía acompañar en la eternidad, por eso se hacían de material perdurable.

A la muestra, que estará abierta hasta el 9 de enero del 2000, han llegado objetos de 13 universidades y museos de EE UU y de otros 20 del resto del mundo, entre ellos, el Museo Egipcio de El Cairo y el Museo Británico de Londres, cuya colección de arte egipcio rivaliza con la del Metropolitan. La contribución del Museo de Bellas Artes de Boston es peculiar. Sus conservadores han reconstruido un vestido de cuentas con las 7.000 piezas sueltas halladas en una tumba.

Los artistas de la Quinta Dinastía sorprenden con sus esculturas de gente del pueblo. Con mayor definición de los rasgos faciales y más detalles anatómicos, recrean a un carnicero matando a un animal, a una mujer amamantando a un bebé o a un alfarero extremadamente delgado debido "a la dureza de su trabajo". La muestra culmina con obras de la Sexta Dinastía, que marca el final del Imperio Antiguo. El arte se separa del realismo anterior para asumir un estilo más exuberante. A la búsqueda de nuevos materiales contribuyó uno de los faraones que organizó viajes al corazón de África en busca de marfil. Otra sorprendente revelación de esta colección única de tesoros.

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