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Pinochet se convierte en el gran protagonista ausente del desfile militar en Santiago

Nunca un ausente estuvo más presente. El general Augusto Pinochet, detenido en Londres, fue el protagonista invisible del desfile militar que se celebró ayer en Santiago, en el acto que culmina las Fiestas Patrias de Chile. Por primera vez desde el golpe de Estado de 1973, el exdictador no ha estado en los actos del mes de la Patria, el mes más emblemático para los militares, aunque su nombre ha sido vitoreado en cada acto por sus seguidores. Al comienzo y al final del acto el presidente, Eduardo Frei, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, fue abucheado por un sector del público.

EL 'CASO PINOCHET'Los acérrimos del exdictador gritaban consignas como recuerda soldado, Pinochet está secuestrado. Detrás de la tribuna presidencial, otro grupo desplegó una pancarta reveladora -no somos colonia de nadie. Liberen a Pinochet-, al tiempo que quemó un monigote que simulaba al juez Baltasar Garzón.Los gritos contra Frei y el Gobierno y a favor del ex dictador resonaron en la elipse del parque O'Higgins mientras desfilaron los miembros de la Escuela Militar, donde se forman los oficiales y de la que salió el general Pinochet. Junto a Frei, presidía el acto el Gobierno en pleno, los jefes de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y del cuerpo de Carabineros, con el jefe del Ejército, el general Ricardo Izurieta, a la cabeza.

Pinochet fue recordado en las tribunas, repletas de familiares y amigos de militares, y en la arena, donde el blindado que encabezaba la comitiva llevaba el nombre de Augusto Pinochet Ugarte. Diez mil hombres de lo más granado de las Fuerzas Armadas desfilaron en el acto que recordaba 189 años de la independencia y exhibía el poderío militar de Chile. Todos los canales de televisión transmitieron en directo la ceremonia que duró dos horas y media, con un único comentarista oficial, pero omitieron deliberadamente las imágenes de los incidentes. Tan sólo los gritos Pinochet, Pinochet, pudieron escucharse a través de las cámaras. Las fuerzas de seguridad realizaron un gran despliegue en distintos puntos de la ciudad, ante el temor de que sectores de ultraderecha protagonizaran actos de violencia.

El espíritu de los organizadores trataba de combinar la modernidad y la tradición, según sus propias palabras. La primera la aportaron los tanques Leopard adquiridos recientemente a Alemania y Holanda y que reemplazan a los blindados de la II Guerra Mundial. La tradición quedaba reflejada, más que nunca, por el recuerdo del general detenido en Londres, la figura más emblemática para las Fuerzas Armadas de Chile. El contrapunto a la legión pinochetista reunida en el parque O"Higgins lo aportaron los jóvenes que se manifestaron algunas horas de iniciarse el desfile militar a favor de la objeción de conciencia. La policía detuvo a 22 de ellos.

La víspera del desfile, la Iglesia dio un paso para rebajar la reciente tensión en las filas militares y en los sectores políticos más vinculados con el pinochetismo. Consciente del malestar que provoca la prolongada detención del exdictador y la proximidad del comienzo del juicio de extradición a España y de la reciente detención de dos generales retirados por violaciones a los derechos humanos, el obispo de Santiago midió al milímetro sus palabras en la homilía que pronunció en el tradicional Tedéum ecuménico de las Fiestas Patrias, ante los más altos representantes del poder civil y militar. Francisco Javier Errázuriz hizo un llamamiento a reconocer las injusticias y subrayó las expectativas que despierta la Mesa de Diálogo para resolver el problema pendiente de los derechos humanos atropellados durante la dictadura de Pinochet. Aunque también calificó de plaga la detención del exdictador por la "virulencia" que desató en Chile y porque para muchos significa una violación de la dignidad nacional.

Satisfacción general

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El resultado es que la homilía dejó satisfechos a todos. Los políticos, desde la derecha pinochetista al partido comunista, la aplaudieron con distintos matices. El Gobierno, la oposición y los jefes de las Fuerzas Armadas la entendieron como una proclama a favor de la reconciliación y la unidad nacional. El almirante Jorge Patricio Arancibia, comandante en jefe de la Marina, dijo que después de muchos años de asistir a ese tipo de ceremonias "la de hoy tiene una trascendencia particular, que es el llamado a la unión de los chilenos y el reconocimiento a la Mesa de Diálogo, que abren un camino y unas expectativas realmente promisorias". El jefe de la Marina comprometió "personalmente" sus esfuerzos: "Queremos tener un encuentro de hermanos como nos merecemos".

En el otro polo, la candidata comunista a la Presidencia de la República, Gladys Marín, ha dirigido una carta abierta a las Fuerzas Armadas en la que reclama su desvinculación del pinochetismo y de la reivindicación de instituciones como la DINA y la CNI (policía política de la dictadura). Tienen que jugar un papel, y abandonar la doctrina de seguridad nacional que coloca al pueblo frente a las Fuerzas Armadas, señala la carta. Marín reivindica, en cambio, a dos militares institucionalistas, René Schneider y Carlos Prats, que fueron asesinados por la ultraderecha chilena y los servicios de inteligencia de la dictadura.

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