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Reportaje:

El guardián de hormigón

INVESTIGACIÓNMARÍA H. MARTÍ, Málaga Rosa Lozano hace muchas cosas a la vez. No para. Y en los últimos meses ha añadido otra más a su lista de actividades habituales: ganar premios científicos. Este verano, el de sus 18 años, le ha traído ya dos trofeos. El primero, el del Stockholm Union Water Prize, que consiguió con un trabajo que estudiaba a los equinodermos como indicadores de la calidad de las aguas. El segundo, el que obtuvo en el XII Congreso de Jóvenes Investigadores que se celebró a principios de septiembre en el Centro Eurolatinoamericano de la Juventud de Mollina (Málaga). Un accésit de 500.000 pesetas. ¿Y por qué? Por su diseño de un módulo de arrecife artificial, que pretende evitar la pesca de inmaduros y favorecer la cría de organismos marinos diversos: una especie de guardián de los mares, con un materno-infantil incorporado. "Es un modelo mixto protección-producción", explica Rosa con seguridad. "Eso es lo que lo diferencia de los anteriores". Ella partió de un cubo. Le hizo un orificio circular en el centro, recortó secciones semicirculares de sus laterales, trazó surcos sobre su superficie, insertó vigas de acero y enganches, y listo. El resultado mide entre 1,50 y 2 metros de lado, pesa más de 6.500 kilos y está hecho de hormigón. Y cumple todas las funciones para las que fue concebido. "Es estable, y pesa lo suficiente para que no haya manera de moverlo. Por debajo es plano, para favorecer el efecto ventosa. Y los recovecos que tiene pueden servir de guarida para morenas o pulpos, de lugar de desove o de bañera para alevines. Además tiene surcos, para que los organismos sésiles puedan asentarse bien". ¿Qué es un organismo sésil? "Pues el que se fija, como las algas, las esponjas, los moluscos...". A Rosa lo que le gusta es el mar. Bucea, lee todo lo que encuentra, investiga. Terminó COU este año, sacó una nota muy alta en Selectividad, y ya se ha matriculado en la Universidad de Málaga: quiere estudiar Biología Marina. Le preocupa la captura de inmaduros, "que pone en peligro el futuro de muchas especies de peces". De ahí le vino la idea de diseñar este módulo. "Tengo claro que la única solución es la de la educación, convencer a la gente y hacer que se implique. Así dejarán de consumir inmaduros, y si no hay demanda no habrá pesca". Pero este es un proceso lento, y para Rosa "era necesario encontrar el modo de disminuir la magnitud del problema". Así que empezó a informarse. Programó visitas al Aula del Mar, a la Delegación de Agricultura y Pesca, a la Guardia Civil; entrevistó a comerciantes, a pescadores, a consumidores... Obtuvo muchísimos datos de todo tipo, los estudió, enumeró las condiciones que debía cumplir el módulo y empezó a hacer el diseño. Fabricó un modelo a escala: hizo un molde cúbico de madera, puso pedazos de tuberías en los laterales para dejar los huecos semicilíndricos, y empezó a ensayar las posibilidades de la escayola. No fue fácil. "Éste", dice Rosa, señalando el prototipo, cuidadosamente pintado de gris, "es el tercero o el cuarto". La escayola se agrietaba o se deformaba, las vigas se caían, los enganches (que en la vida real serían de cable de acero, pero en el portotipo eran de alambre) no entraban bien. Pensó hacerlo de hormigón, como el original, pero acabó desechando la idea. "Porque es un material que no he trabajado nunca". Tampoco fueron fáciles las entrevistas. "La gente era muy amable, pero se mostraba reticente a darme algunas informaciones. Por ejemplo, me dejaron ver los planos de los modelos anteriores así, a toda velocidad: no pude fotocopiarlos ni trabajar sobre ellos. Y en todas las cofradías de pescadores me contestaban lo mismo: que ellos no pescaban inmaduros, nunca, pero que sabían que otros sí los pescaban". Todo esta tarea tuvo que hacerla "a ratos sueltos", en las horas libres que le dejaban sus estudios en el colegio Maravillas. Tardó casi un curso entero, y es que lo simultaneaba con la investigación que le valió el premio de Estocolmo. "Competimos con otros 14 países y ganamos. El premio nos lo dio la princesa Victoria de Suecia", sonríe. Ella y dos chicas más se llevaron 5.000 dólares americanos, una estatua con forma de gota de agua, un diploma y muchos honores. El galardón que recibió en el Ceulaj fue más modesto, sin realeza, pero más cálido. "Cuando se supieron los ganadores todos nos abrazamos... fue muy divertido". Rosa disfrutó mucho en el Ceulaj, hizo amigos, y conservó todo el tiempo la sorpresa de que su trabajo estuviese tan bien considerado. "Porque es una cosa sencilla, que no tiene más profundidad". Tendrá profundidad marina.

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