En defensa de las cumbres
El proceso de las cumbres iberoamericanas, nacido en 1991 en Guadalajara (México), ha tenido siempre sus detractores y, por descontado, ha sido visto con desconfianza y recelo por más de un país de éste y del otro lado del Atlántico. Los mismos que ahora se estarán frotando las manos al comprobar que el barco hace agua. En efecto, el principio básico de las cumbres es el de la unidad y solidaridad de sus componentes, puesta ya a prueba en diversas ocasiones y cimentada en el sólido basamento de una historia, una cultura y unos idiomas compartidos. De ahí que sea coherente pensar en las cumbres, cuya regularidad anual y asistencia general han sido factores generadores de esperanzas de futuro, como la plataforma ideal para, desde ellas, ir articulando y dando cohesión al espacio iberoamericano, un proyecto que está en la mente de muchos de forma positiva, pero que poco o nada gusta a otros.
Ahora, de cara a la cumbre de La Habana, empiezan a dis-
pararse los rumores de inasistencias, lo cual es grave y preocupante, por supuesto. Pero mucho más grave es aún el hecho de que lo que une a posibles ausentes tan importantes como son Argentina y Chile sea su solidaridad en torno al dictador Pinochet. Que la justicia cumpla con su obligación de forma independiente ha sido siempre uno de los principios básicos de cualquier democracia que se respete a sí misma. En este momento, es la justicia británica la encargada de dictar una solución final a la demanda de extradición formulada por el juez Garzón. No parece, por tanto, lo más adecuado presionar a la justicia británica, ni tampoco obstaculizar su normal funcionamiento. Pero mucho más lamentable es que sea el tema Pinochet el que sirva para que dos países hermanos, Argentina y Chile, se unan y boicoteen la cumbre de La Habana, una cumbre particularmente delicada y que debería servir justamente para todo lo contrario. Es decir, para poner a prueba, y con éxito, la solidez de los vínculos que unen a todos los países de Iberoamérica.
Argentina y Chile no pueden poner en entredicho un proyecto tan importante para nuestro común futuro como es el de la pragmática y real articulación del espacio iberoamericano. Nos jugamos todos mucho en ese envite. Y mucho menos deberían hacerlo por mor de lo que pueda decidir la justicia respecto a un personaje tan siniestro como es el dictador Pinochet. Por eso decía al principio que muchos serán los que verán con complacencia cómo se abren fisuras en nuestro mundo. Y sospecharán las razones ocultas que las originan.
Como las sospecho yo mismo, sin ir más lejos.
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