_
_
_
_

Chávez impide por la fuerza que los diputados venezolanos se reúnan en la sede del Congreso

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIALVenezuela registró ayer los primeros choques a puñetazos entre el nuevo y viejo orden y se adentró en una incierta crisis al mantenerse activa la sublevación del Congreso contra su intervención por la Asamblea Constituyente. "¡Quieren un muerto!". Aristóbulo Istúriz, vicepresidente de la Asamblea, proclamaba que el objetivo del Parlamento era el derramamiento de sangre y el escándalo internacional. La convocatoria del Congreso, prohibida por la Constituyente, fue suspendida, y las partes acordaron negociar. Pero, esta madrugada, los disturbios volvieron a las calles de Caracas.

Más información
Comparecencia televisiva
Los partidarios del Gobierno ven más progresista la nueva Constitución

No hubo muertos en la jornada de ayer, pero la revolución emprendida por el comandante Chávez topó con un obstáculo inesperado. Los dos partidos tradicionales, reducidos a cenizas en las últimas convocatorias electorales, salieron a la calle con el Estado de derecho como estandarte. Las reuniones se sucedieron en Caracas en tanto que el diálogo era sustituido por los enfrentamientos entre constituyentes y parlamentarios.Desde las siete de la mañana, los accesos del Palacio Legislativo fueron tomados por la policía, y por cientos de alborotados chavistas y la gente de los vilipendiados partidos, Acción Democrática (AD), socialdemócrata, y Copei, democristiano, y del conservador Proyecto Venezuela. En algunos momentos, las concentraciones devinieron en turbas enzarzadas en breves batallas campales. Hubo carreras, porrazos, gases lacrimógenos y 40 heridos leves. Todos se mentaron la madre y todos proclamaron que, aunque a palos, su objetivo era la defensa de la democracia en Venezuela. La Conferencia Episcopal medió en la crisis para evitar que la convocatoria a sesiones, y a la calle, efectuada por el Congreso, expresamente prohibida por la Constituyente, pudiera degenerar en enfrentamientos públicos e institucionales más graves. Pero de poco sirvió anoche, cuando los incidentes se repitieron.

Por la mañana, algunos diputados de los partidos eludieron la barrera policial y, de traje, con el carné de legislador entre los dientes, treparon por las verjas del Palacio y accedieron al patio interior. En sus porches les esperaban un grupo de constituyentes, enemigos del viejo orden. "¡Eres un muerto! ¡Vete de aquí!", se lanzó a la yugular de un congresista intruso la oficialista Cecilia Santos.

"¡Vamos hacia una dictadura!", protestaba en las proximidades del Palacio el opositor alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, que ofreció la alcaldía como sede del poder legislativo. Solemne, declamó: "¡Aquí estoy, en la calle, aunque me cueste la vida!". La prensa nacional y extranjera consultaba a unos y otros, y algunas de las asamblearias entrevistas eran interrumpidas con insultos. "¡Bandidos! ¡han arruinado el país!". Los aludidos se defendían: "¡Bandido será tu mamá. No jodas!", respondió un dirigente de AD.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Cordón policial

Más de 200 policías, y dotaciones de la Guardia Nacional, trataban de evitar el cuerpo a cuerpo entre los boinas rojas (seña de identidad de Chávez) y los grupos de oposición. "¡Se va a caer, este Congreso va a caer!", gritaban los primeros. "¡Democracia!, ¡democracia!", clamaban los otros. La fuerza pública custodió el perímetro del Palacio Legislativo, y tenía la orden de impedir el paso a quiénes no acreditaran su condición de constituyente, miembro de la presidencia del Congreso, o periodista.Los primeros golpes se produjeron hacia las diez de la mañana (cuatro de la tarde, hora de Madrid), después de que la boina colorada de una mujer le fuera arrebatada por un seguidor de los partidos tradicionales. La quemaron en su presencia. Hubo profusión de patadas, empujones y puñetazos entre los dos bandos. Horas después, terminada la bronca, las respectivas concentraciones mantuvieron una distancia de unos 200 metros. Sobre las seis y media de la tarde de Caracas (la una y media de la madrugada en Madrid), un grupo de parlamentarios salieron de la alcaldía -donde se habían reunido para analizar la situación- y se dirigieron a la sede del Congreso cantando el himno nacional. Esta vez les esperaban unos 100 chavistas que los recibieron con tubos metálicos, bates de béisbol y piedras.

La policía disolvió a los manifestantes con gases lacrimógenos y, en medio de la nube, los diputados y senadores se empeñaron en leer su comunicado: "La mayoría de senadores y diputados reunidos en el consejo se ha declarado en comisión general y tomará las medidas necesarias para instalarlo en el menor tiempo posible".

Las seis horas de conversaciones del jueves entre los jefes de las fracciones parlamentarias de AD y Copei, y de Proyecto Venezuela, y la dirección de la Constituyente habían fracasado. Los partidos exigieron la anulación del decreto de emergencia legislativa que reduce sus funciones a tareas menores o casi administrativas. Esa anulación no se ha producido.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_