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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gira americana

Todo apoyo externo, especialmente por parte de un Gobierno español, del signo que sea, puede contribuir en algo a la estabilidad y la democracia en América Latina. La gira que ayer concluyó Aznar por el subcontinente, la más larga en sus tres años al frente del Ejecutivo, se enmarca en este intento de respaldar la democracia en unos países que afrontan al mismo tiempo severas reformas económicas para adaptarse a una globalización que en el último año ha tenido efectos recesivos en la región. Aunque mejorada respecto a una década atrás, la democracia en América Latina no está firmemente asentada. Estados débiles, sociedades sin cohesión, en las que aumentan la pobreza y las disparidades sociales, son pasto para el populismo, cuyo último exponente es el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. América Latina no es para España una cuestión retórica, sino una zona en la que importantes inversiones están creando nuevos vínculos. La mejor manera de defenderlos es contribuir al desarrollo de esos países sin pretensiones dirigistas: la salud democrática suele ir unida a una mejora en las condiciones de vida de la mayoría. Ése es el mensaje que transmitió Aznar, especialmente en Venezuela, aunque a la vez se mostrara dispuesto a esquivar algunos excesos del presidente Chávez en nombre del realismo y de la política de acoso a ETA (de lo que hablaron largamente a solas ambos mandatarios, poco sabemos). Pese a todas las buenas palabras, la presencia de Aznar en Caracas coincidió con una nueva amenaza del presidente y ex golpista venezolano de disolver un Parlamento que no controla tras las elecciones del 25 de julio para una Asamblea Constituyente.

Paraguay, Brasil, Ecuador, Venezuela, Trinidad y Tobago -país al que honra ser uno de los tres primeros en ratificar el convenio para instituir un Tribunal Penal Internacional- han sido las etapas de esta gira latinoamericana, en la que Aznar, que parece haber abandonado sus anteriores posiciones doctrinarias, se ha convertido en el mejor valedor del éxito de concurrencia y resultados de la próxima Cumbre Iberoamericana, en La Habana. Ésta se enmarca también en el acercamiento transatlántico que quedó reflejado en la Cumbre de Río entre la UE, América Latina y el Caribe, aunque estemos aún lejos de lo que Aznar llama una "alianza estratégica" entre Europa y estas Américas.

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