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En busca de los genes de la longevidad

James W. Vaupel, demógrafo en el Instituto Max Planck de Rostock (Alemania), que trabaja en un estudió sobre centenarios daneses, informó el año pasado, en la revista Science, de que durante mucho tiempo se había asumido erróneamente que había un límite de longevidad biológico, y que, según se iban acercando a dicho límite, el índice de mortandad aumentaba año a año. Ahora se ha demostrado que entre los centenarios se producen menos muertes proporcionalmente que en grupos de edad inferior. "Es un dato desconcertante: ¿qué mapa biológico nos permite vivir largo tiempo después de agotado el ciclo reproductor?", plantea Vaupel.

Algunos científicos eran escépticos cuando se divulgó este hallazgo. Sospechaban que la muestra de ancianos estaba sesgada. Vaupel realizó otros estudios. Supuso que si la caída del índice de mortandad era un fenómeno biológico real debería aparecer también en otras especies.

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Comenzó estudiando las moscas de la fruta: 2.706.967 moscas, para ser exactos. También controló la vida de 27.542 avispas y unas 650.000 lombrices parasitarias. El patrón era el mismo en las distintas especies. Los índices de mortandad aumentaban, alcanzaban un máximo y luego disminuían.

Así, aunque la mayoría de las moscas mueren a los 30 días, algunas más duras sobreviven. La cuestión es por qué. Puede deberse, en parte, a un fenómeno común en sistemas complejos de todo tipo: algunos de los mejor hechos y mejor tratados pueden durar mucho más. En los humanos, eso puede significar unos genes excepcionales.

"Probablemente todos tenemos unos genes que nos permiten alcanzar los 85 años, si nos cuidamos", indica Thomas Perls, coautor, con Silver, del libro Living 100, publicado por Basic Books. "Pero puede ser que algunos tengamos unos supergenes, genes que nos protegen del cáncer o del Alzheimer", añade.

Kenneth Rockwood, gerontólogo de la Universidad de Dalhousie, en Halifax (Nueva Escocia), estima que este factor, ya sea genético o de otro tipo, comienza a manifestarse pronto. El envejecimiento comienza a retrasarse en edades tempranas; por ejemplo, con una menopausia muy tardía, algo que les ha ocurrido a muchas centenarias, lo que sugiere que ya a los 50 años están envejeciendo más despacio.

Pearls y Silver afirman que han encontrado pruebas cruciales de que la herencia genética es uno de los principales factores para llegar a centenario. Esa longevidad extrema se da en familias. Se han encontrado varias familias con 10 centenarios o más.

Ahora, con los avances en el conocimiento del genoma humano, esperan encontrar los genes que los mantienen sanos, quizá protegiéndolos de la enfermedad.

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