La sorprendente salud de los centenarios
Un estudio revela que por encima de los 90 años bajan los porcentajes de demencia senil
Hasta hace poco, muy pocas personas sobrepasaban los 100 años. Pero, con el aumento del número de centenarios, los estadísticos y los científicos han comenzado a estudiarlos y a desmentir algunas de las ideas convencionales sobre los muy ancianos. No son necesariamente personas situadas al final de la línea, cada vez más deterioradas. Por el contrario, muchos de ellos presentan patrones de salud tan sorprendentes como misteriosos. Por ejemplo, el índice de mortalidad aumenta constantemente entre los 50 y los 80 años, pero esos índices comienzan a disminuir a partir de esa edad. Muchos de los que sobrepasan los 90 o los 95 años gozan de buena salud; de hecho, en conjunto, están más sanos que las personas que son 10 o 15 años más jóvenes. Es como si aquellos suficientemente fuertes para alcanzar los 95 pudieran correr un poco más. De hecho, buena parte de ellos permanecen sanos y con plenas facultades hasta poco antes de su muerte.
"Normalmente, quienes alcanzan los 100 años no sufren demencia ni problemas cognitivos graves hasta después de los 95 años", indica Margery H. Silver, gerontóloga de la Universidad de Harvard. En contra de estudios anteriores que sugerían que casi la totalidad de los centenarios sufrían demencia senil, se ha comprobado que sólo la sufren de forma severa el 25% de ellos, otro 50% padece demencia entre ligera y moderada y el restante 25% no la sufre. "En muchos aspectos, los centenarios están más sanos que personas 20 o 30 años más jóvenes", indica Silver.
Silver dirige el único estudio sobre centenarios de tipo poblacional, que incluye el análisis de 460.000 ancianos de seis ciudades de Massachusetts, incluyendo parámetros como ingresos o categoría social. Desde que el estudio comenzó, en 1994, han salido a la luz diversos aspectos interesantes. Por ejemplo, que entre los 169 centenarios ampliamente estudiados, sólo tres sufrían cáncer. Que un 80% eran mujeres y que, entre ellas, un número desproporcionado nunca habían estado casadas; y entre las mujeres que eran madres, eran muchas más las que habían tenido hijos después de los 40 años. Pero los relativamente pocos hombres del grupo estudiado estaban más sanos que las mujeres, justo lo contrario de lo que ocurre en el grupo de 85 años de edad. Aproximadamente, el 80% de los hombres mayores de 100 años está sano y mentalmente despierto, mientras que el 80% de las mujeres padece al menos algo de demencia.
No aparece entre los centenarios ningún patrón de dieta y ejercicio: algunos son vegetarianos, otros comen gran cantidad de carne roja, algunos son deportistas y otros no hacen ningún ejercicio. El único rasgo de personalidad que comparten es su capacidad para controlar bien el estrés. Como grupo ha experimentado tanto estrés como otros, pero parecen superarlo más fácilmente.
Otro dato interesante es que los centenarios no son muy costosos. Los gastos médicos alcanzan su punto más alto entre los 60 y los 69 años, y caen en picado entre los 85 y los 105. Según van envejeciendo se hacen más baratos para la sociedad. Hoy hay en Estados Unidos unos 50.000 centenarios, mientras que a comienzos de siglo apenas había alguno.
Una oportunidad
Como el resto de la sociedad, se han beneficiado de dos grandes factores que han aumentado la esperanza de vida: la mejora de la sanidad pública, que aumentó la esperanza de vida en una media de 20 años, y la aparición de los antibióticos y otros medicamentos, que añadieron otros 10. En los años setenta, los demógrafos comenzaron a calcular los efectos combinados del crecimiento de la población y el aumento de la esperanza de vida, y formularon un pesimista "modelo estándar" de envejecimiento. Richard Suzman, del Instituto Nacional para el Envejecimiento, indica que, de acuerdo con esta formulación, "la sociedad podría evitar que las personas muriesen, pero no podría curarles las enfermedades crónicas. Por tanto, se produciría una pandemia de gente cada vez en peor estado. Ésta era una afirmación que la gerontología mantenía convencida".
El estudio sobre los centenarios pone en cuestión, sin embargo, este punto de vista. Los más viejos no sólo viven más, sino que están más sanos. El porqué es un misterio.El hecho de saber que una cantidad importante de personas pueden mantenerse sanas más allá de los 90 o los 100 años cambia, cuando menos, nuestra actitud hacia la vejez. Ya no es una maldición, sino una oportunidad.
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