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El pianista Murray Perahia afirma que su lesión de mano fue "una bendición"

El músico actuó ayer en Madrid y hoy da una conferencia en la Residencia de Estudiantes

Jesús Ruiz Mantilla

Murray Perahia, sefardí del Bronx neoyorquino, nunca pensó que la extraña lesión que le mantuvo casi cuatro años alejado del piano llegara a ser una bendición. "Ahora lo veo así; cuando ocurrió, me vine abajo, me deprimí, pero aquellos años de inactividad me permitieron estudiar y pensar mucho acerca de lo que es la música, y hoy veo los frutos", dice. Los frutos los pudo comprobar ayer el público de Madrid, que llenó el Auditorio Nacional, donde Perahia actuó y siguió la pista de Bach en otros compositores como Haydn, Brahms y Chopin.

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Un bálsamo

A los siete años Murray Perahia dejó de hablar español constantemente. "Mi abuela sólo hablaba español", asegura este pianista residente hoy en Londres. "Yo, sin embargo, ahora sólo puedo mantener una conversación no muy complicada. Lo fui olvidando porque cuando eres niño tiendes a dejar de un lado lo que tienes en casa y lo único que quieres es aprender la lengua de los demás".Y vaya si lo hizo. Hoy guarda el aspecto de un estudiante aventajado, con el pelo moreno un poco revuelto, pocos kilos y una sonrisa menos blanca que la que se nos ofrece en las fotografías promocionales. Aprendió el lenguaje de la música, sobre todo... Y lo hizo de la mano, entre otros, de Vladimir Horowitz, un superdotado que según las crónicas se sabía todo el repertorio pianístico. "Era verdad", confirma Perahia ahondando en la leyenda.

Un virtuoso

Horowitz le enseñó, dice, los colores del piano. "Me descifró cómo podía hablar, y de sus enseñanzas saqué en claro que primero hay que saber bien las reglas y luego interpretar. "Tú vas a ser más que un virtuoso", me dijo, "así que primero sé un virtuoso y luego todo lo demás", es decir, un artista". Contactó con él con 18 años a través de Serkin, otro pianista mítico que le comentó que Horowitz estaba interesado en enseñar a alguien. "En aquella etapa no seguí muchas clases con él porque me impresionaba tanto que temí que llegara a ser una influencia demasiado grande".Perahia, que hoy impartirá una clase en la Escuela Reina Sofía, admite que también ha cogido el gusto a la enseñanza. "Todo lo que aprendí durante mi periodo alejado del piano quiero enseñarlo ahora", dice. Pero él, que ha grabado 50 discos; interpretado conciertos con Sergiu Celebidache, Claudio Abbado, Riccardo Muti, Georg Solti, Lorin Maazel; colaborado con compositores como Benjamin Britten, o cantantes como Peter Pears o el gran barítono Fischer-Diskau, ¿qué les cuenta a sus alumnos? "Trato de enseñarles las bases, la técnica, intento quitar las emociones de mis clases porque son muy personales, cada uno tenemos diferentes sentimientos con la música, no podemos sentirnos obligados a tener ciertas emociones con lo que oímos, porque si no todo se convierte en una gran mentira".

Equilibrio

Quizá por eso a Perahia se le define como un pianista de puro equilibrio. Pero un equilibrio que está reñido con la frialdad. "A mí me interesan los mecanismos de las partituras, aquellas cosas que construyen la música, la armonía, el análisis", asegura. Y ésa es una de las razones por las que recurre ahora a Bach. "Él puso los cimientos del futuro de la música y antes que él no ha existido nadie que influyera tanto sobre el futuro, habla de cosas eternas, que trascienden el tiempo".También es escéptico acerca de una hipotética nueva edad de oro del piano. "A mí me siguen impresionando más otros pianistas de principios de siglo, como Rachmaninov, o Cortot, quizá porque nunca les vi tocar en vivo y me dejo llevar por la imaginación".

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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