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DESAPARECE UNO DE LOS GRANDES ACTORES BRITÁNICOS

Un gran actor y un irregular novelista

En la más inmediata posguerra Dirk Bogarde debuta como actor y en 1947 firma un contrato en exclusiva con el productor británico Arthur Rank. Esto le obliga a rodar 25 películas durante los años cincuenta, entre las que hay que citar las anodinas comedias de la serie Doctor in ..., que le dan gran popularidad, pero también las interesantes Extraño suceso (1950), de Terence Fisher e I"ll met by moonlight (1956), de Michael Powell y Emeric Pressburger.Dirk Bogarde comienza su carrera internacional al encarnar al compositor Franz Liszt en la conflictiva producción norteamericana Sueño de amor (1960), comenzada a rodar por George Cukor, pero finalizada y firmada por Charles Vidor, y al sacerdote católico Arturo Carrera en la coproducción entre Italia y Estados Unidos The angel wore red (1960), de Nunnally Johnson, una curiosa historia ambientada durante la guerra española y prohibida por la censura del general Franco.

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Dirk Bogarde sólo empieza a ser apreciado a nivel internacional con las películas que el director norteamericano Joseph Losey hace en el Reino Unido. Tanto en la excelente El sirviente (1963) como en las menos conseguidas Rey y patria (1964), Modesty Blaise (1966) y Accidente (1967). Con el tiempo Bogarde llega a ser una gran estrella del cine europeo en buena parte gracias a sus interpretaciones para el conocido realizador italiano Luchino Visconti en La caída de los dioses (1969), peculiar versión de Macbeth de William Shakespeare, y Muerte en Venecia (1971).

En la última etapa de su carrera, Bogarde protagoniza con el norteamericano George Cukor Justine (1969), con la italiana Liliana Cavani la tan famosa como falsa Portero de noche (1974), con el francés Alain Resnais la interesante Providence (1976), con el alemán Rainer Werner Fassbinder la irregular Desesperación (1978). A finales de los ochenta Bogarde se retira a una granja de La Provenza, en Francia, donde escribe algunas novelas y el irregular libro de memorias Un hombre ordenado (1981). Su éxito de ventas le hace interesarse más por la literatura que por el cine, del que se despide con la excelente Daddy nostalgie (1990), del francés Bertrand Tavernier.

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