Pastrana y Tirofijo pactan que el jueves comience el proceso de paz
El presidente de Colombia, Andrés Pastrana, vestido con camisa blanca, y el máximo comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Manuel Marulanda, Tirofijo, con su uniforme militar y una toalla roja sobre el hombro, decidieron el domingo, en una reunión que sorprendió a todos, que el próximo jueves comience la negociación formal del Estado con el grupo guerrillero más antiguo y numeroso del país con vistas a alcanzar una paz duradera.
La inesperada reunión que duró siete horas, la primera entre un presidente y un jefe insurgente, tuvo lugar en Caquetania, una vieja hacienda en plena selva, en un punto de los 42.000 kilómetros cuadrados donde, desde el pasado 7 de noviembre, no hay ni un solo militar. Este despeje de seis meses -pactado en un principio para tres, prorrogado otros tres y al que posiblemente se dé carácter indefinido en los próximos días- permitió un acercamiento que terminará hoy con una agenda que marcará las pautas del diálogo.El comunicado, escrito a mano y firmado por el presidente y Tirofijo, deja claro hacia dónde apuntan las negociaciones: "La paz es un proceso que demanda esfuerzos, análisis, comprensión y compromisos con el propósito de ponernos de acuerdo en las transformaciones políticas, económicas y sociales que permitan la construcción de un Estado fundamentado en la justicia social donde estemos todos y nos respetemos todos". En este mismo documento se comprometen a crear una comisión internacional de acompañamiento que sirva de verificadora "para superar cualquier inconveniente que se pueda presentar". En esta comisión, se dice extraoficialmente, estarían España, Cuba y Venezuela.
Es la segunda vez que Pastrana sorprende a Colombia visitando al jefe guerrillero -la primera fue el pasado mes de julio, cuando acababa de ser elegido presidente-, y la noticia se ha recibido con entusiasmo: supone un respiro en medio del escepticismo que ha rodeado a la política del paz del presente Gobierno. "El presidente ha retomado con fuerza las riendas de un proceso que por un momento parecía irse a pique", dice en su análisis el diario Tiempo.
En los últimos días había crecido la lista de quienes querían cerrarle el paso a una nueva prórroga del despeje, no veían más resultado que el manejo autoritario que han dado las FARC a estos 42.000 kilómetros sin presencia militar y esperaban la aplicación del plan B (plan de guerra) ante el fracaso de este nuevo intento de paz. Esta visita del primer mandatario al campamento del guerrillero más viejo del mundo -Tirofijo cumple este mes 72 años- fortalece la confianza mutua . "Confío en Tirofijo", ha repetido Pastrana aun en los momentos más difíciles en esta primera etapa de acercamiento y aun después del desplante que le hiciera el jefe guerrillero, cuando lo dejó solo, con una silla vacía a su lado, el pasado 7 de enero, en el acto que dio inicio a los encuentros de los delegados de los dos bandos. "Es una expresión, y la mejor, de que los esfuerzos del presidente no han sido en vano y que el país ha venido construyendo un camino difícil, pero cierto, hacia la paz", opina Gloria Quinceno ex militante del M-l9.
Pero hay también quienes no ven las cosas muy claras. Para Luis Eduardo Garzón, presidente de la Confederación Unitaria de Trabajadores (CUT), la central obrera más poderosa de Colombia, Pastrana da señales "equívocas de paz", pues avanza en la paz con la insurgencia, pero no soluciona los graves problemas de los trabajadores.
No se han definido aún quiénes serán los portavoces del Gobierno en la nueva etapa que comienza el jueves. Se especula que del lado de las FARC se sentará Alfonso Cano, considerado el intelectual del grupo insurgente, una especie de poder en la sombra.
En la última edición de Resistencia, revista que las FARC editan en la clandestinidad, Cano escribe sobre lo que pretende su movimiento: el socialismo para Colombia, una sociedad igualitaria, dar paso a los sectores populares para que gobiernen y administren la nación, disolver el Ejército y crear una fuerza armada democrática de corte bolivariano. Plantea también una solución que no sea "a punta de garrote" para el problema del narcotráfico. En resumen, dice, una "democracia popular, seria y convocante". Pero Alfonso Cano deja claro que no quieren enredar a Colombia en un debate sobre modelos de desarrollo: "No pretendemos ser los dueños de la verdad".
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