Estados Unidos recuerda a Hitchcock en su centenario como un artista total
Una exposición en el MOMA, dos libros y un documental reavivan la pasión por el maestro
Cuatro meses de inmersión profunda en el universo de Alfred Hitchcock, una de las mentes más privilegiadas del siglo: así de prometedor es el viaje que empieza mañana en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) y que culminará en agosto. El objetivo fácil es el de celebrar la indiscutible vigencia del autor de Psicosis en el centenario de su nacimiento, y el más difícil es el de explicar su genio a través de su oficio. Será, en parte, exposición de objetos y rarezas; en parte, retrospectiva de su filmografía íntegra, en nuevas y resplandecientes copias, y en parte, montaje multimedia.
"Alfred Hitchcock creó una forma de cine que era una mezcla alquímica de sensación y sutileza, luz cegadora y sombras amenazantes", se explica a la entrada de la muestra. "Pero en Hitchcock había algo más que la destreza visual que hacía "gritar a un público japonés al mismo tiempo que el público indio". Hitchcock era un crítico profundo y perturbador del entramado social americano, como atestiguan La sombra de una duda, Extraños en un tren, La ventana indiscreta, Vértigo, Psicosis, Los pájaros y otra docena de obras maestras".El MOMA va a proyectar lo que se considera su filmografía completa, 53 largometrajes desde The blackguard (1925) hasta Family plot (1976), incluyendo versiones restauradas de The lodger (1926) y Rebeca (1940), en la que se ha logrado tal nitidez de imagen que casi se puede oler el maquillaje en la cara de Joan Fontaine.
Para finales de 1999 queda pendiente el pase de La ventana indiscreta (1954), en fase de restauración, mientras que el resto de las nuevas copias proceden de los Archivos Nacionales de Cine y Televisión, en Londres, y de los estudios Universal, en Hollywood. También se han incluido los documentales, algunos de corte bélico, en los que Hitchcock participó por encargo del Gobierno británico, como Bon voyage y The memory of the camps, así como una recopilación de tomas falsas, imágenes de rodaje y cortos de familia.
Proceso de creación
En cuanto a la exposición, que se ha instalado junto a la sala de proyección del MOMA, procede de las colecciones de Patricia Hitchcock, su única hija, y de Martin Scorsese, entre otros. Consta de carteles de películas, fotos, diseños de producción, notas y correspondencia del cineasta con su familia y con sus productores y actores, como James Stewart o Grace Kelly. Hay también, por ejemplo, bocetos de decorados de Extraños en un tren y dibujos del storyboard de Con la muerte en los talones. Todo ello da fe de su oficio y su laborioso proceso de creación, del cual supervisaba todos los ángulos.En exclusiva para esta ocasión se ha desarrollado Multimedia Hitchcock, una biblioteca de investigación sobre el director comprimida en un programa informático con vídeo, audio, texto y fotografías, que permite un estudio exhaustivo y práctico de sus técnicas de montaje, sus revisiones y sus planes de promoción, aspecto en el que también era un maestro. Se pueden consultar aquí, por ejemplo, las apariciones fugaces que hacía en todas sus películas, o una reseña de The New York Times diciendo que La ventana indiscreta "no es una película significante".
El Museo de Televisión y Radio, que está una calle más abajo del MOMA, en Manhattan, va a sumarse a la celebración programando los 20 telefilmes que él dirigió para su serie Alfred Hitchcock presenta, así como entrevistas y otras apariciones. Por otra parte, coincide ahora el lanzamiento en EEUU del libro de Dan Auiller Los cuadernos de Hitchcock. El año pasado, Auiller publicó un libro dedicado sólo a Vértigo, y ahora ha repasado todos los archivos del cineasta para explicar de la forma más científica posible cómo hacía sus películas: la construcción de los guiones (que nunca escribió él mismo), las revisiones y diferentes versiones, y su interacción con productores y colaboradores. Sobre la esencia de su personalidad, el libro no aporta ninguna revelación que no haya sido tratada antes.
La relación entre las personalidades megalómanas de Alfred Hitchcock y David O. Selznic, el productor que le invitó a Hollywood (para rodar una película sobre el hundimiento del Titanic, que nunca hizo), es el objeto de otro libro recién publicado y un documental. Este último, narrado por Gene Hackman, se estrenó en el pasado Festival de Sundance y espera ahora su distribución comercial. Igual que el libro, cuenta la extraña colisión entre dos figuras proclives al control absoluto.
Alfred Hitchcock (Leytonstone, Inglaterra, 1899-Los Ángeles, 1980) había pasado antes por el MOMA en una ocasión, para dar una conferencia en 1939, el mismo año en que se trasladó a EEUU para rodar Rebeca. La película ganó el Oscar, pero no se lo llevó Hitchcock, sino Selznick. Hitchcock se quedó en Hollywood y adquirió la ciudadanía en 1955.
Autor absoluto
De Hitchcock se ha escrito prácticamente todo, pero, por mucho que se explique, nunca se termina de satisfacer la sed de ver una y otra vez sus películas. François Truffaut, en su indispensable libro-entrevista de 1962, definió a Hitchcock como un autor absoluto, poseedor del secreto de los ritmos de la emoción y la sensibilidad humana, y escribió que "si el cine es un arte a la misma altura que la literatura, Hitchcock debe estar entre artistas de la ansiedad como Kafka, Dostoievski y Poe". En 1963, el director Peter Bogdanovich, que ni siquiera había dirigido todavía su debú, La última película, organizaba la primera retrospectiva de Hitchcock en EE UU."Puede que a Hitchcock se le conozca sobre todo como el maestro del suspense", escribe Laurence Kardish, organizador de la retrospectiva del MOMA, "pero su maestría va mucho más allá y abarca todo el arte de la narración". Bogdanovich, que entrevistó varias veces a Hitchcock, recuerda que, como no iba nunca al cine a ver sus propias películas, no podía escuchar nunca los gritos del público. "Ya los oigo cuando estoy haciendo la película", le decía. Y esto, según Bogdanovich, es lo importante a la hora de recordar la obra de Hitchcock casi veinte años después de su muerte: que sus películas siempre fueron más perfectas en su cabeza que lo que luego se estrenaba en las salas, porque entre una y otra versión se entrometían inevitablemente esas criaturas llamadas "actores", a las que comparó con ganado (luego se retractó). Cuenta también Bogdanovich que una vez iba en un ascensor con Alfred Hitchcock y más gente, y que el cineasta empezó a hablarle con detalle de un hombre ensangrentado con hemorragias por todo el cuerpo. "Le pregunté qué le había pasado", contaba Hitch, "y ¿sabes lo que me dijo?". En ese momento se bajaba del ascensor y dejaba a todos con un palmo de narices, demostrando así una de las facetas del suspense.
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