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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Espíritu de Chequers

LA REFORMA del modelo social europeo que se propusieron impulsar Blair y Aznar en la declaración conjunta que hicieron pública ayer con ocasión de su reunión informal en Chequers, residencia campestre del primer ministro británico, tiene de momento mucho humo. Aunque el objetivo común de crear empleo y riqueza no se puede poner en duda, las estructuras económicas y sociales de España y el Reino Unido son demasiado diferentes para poder ofrecer reformas desde una óptica común: niveles de paro alejados (casi 12 puntos de diferencia), distinto grado de liberalización económica, diferentes culturas de diálogo social y decisiones divergentes sobre el euro.En lo que se refiere al contenido de la declaración, abunda sobre todo en retórica. Efectivamente, el "éxito económico del euro" dependerá -entre otras cosas- de "un proceso firme y sostenido de reformas económicas en los mercados europeos de bienes, capitales y trabajo"; pero la tarea es proponer reformas que sean aceptadas (y aplicables) por todos los países del euro; y mencionar que "sin reforma económica no puede haber un fuerte crecimiento económico, ni un alto nivel de empleo; y sin un alto nivel de empleo no puede haber justicia ni cohesión social", no deja de ser una declaración de manual. Habrá que esperar a los resultados de ese grupo de trabajo ministerial que Aznar y Blair quieren poner en marcha para concretar el contenido del documento presentado ayer.

La tercera vía que propugna Blair tiene muchos elementos interesantes e innovadores para el centroizquierda, incluido el nuevo centro que representa Schröder en Alemania. Pero tiene, como debe ser, mucho de respuesta a los problemas concretos británicos, entre los que no cabe minusvalorar unas diferencias sociales que no se dan en la Europa continental. El Reino Unido está redescubriendo los valores de un presupuesto más redistributivo o de un salario mínimo. Aunque las economías europeas están necesitadas de profundas reformas, la fascinación por el modelo social de EE UU no es necesariamente la vía a seguir.

Como la declaración conjunta sobre el empleo de diciembre pasado, el espíritu de Chequers tiene bastante que ver con una coincidencia de intereses: el apoyo que recibe Aznar de Blair en la imagen de su viaje al centro, y el soporte que recibe Blair de Aznar en sus ambiciones europeas. En todo caso, ambos son reflejos de una Europa que pretende solucionar sus problemas no por políticas comunes, sino por políticas paralelas y si acaso coordinadas. Blair y Aznar también parecen coincidir en su templada visión general del proyecto europeo. Uno ha corregido el antieuropeísmo de la etapa conservadora y el otro ha enfriado el fervoroso europeísmo de su predecesor socialista. Este otro europeísmo puede dejarse notar en próximas reformas institucionales de la UE o en su visión de la nueva Comisión Europea que ha de presidir el italiano Romano Prodi, también tercera vía a su estilo.

La relación personal entre Blair y Aznar es evidentemente buena, y es positivo que así sea, aunque no debe servir para compensar lo que ha de ser una relación esencial con Francia y Alemania. En todo caso, debe también traducirse en las relaciones entre los dos Estados, pues, de otro modo, de poco servirá. Hasta ahora no ha resultado demasiado útil a la hora de pactar el nuevo marco financiero de la UE ni de buscar salidas al contencioso de Gibraltar.

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