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La Iglesia de la Victoria [HH] HILARI RAGUER

Oí contar por radio al humorista Chumy Chúmez que, poco después de la guerra civil, estaba destinado en Jerez de la Frontera como alférez de complemento. Un suboficial tomaba los datos personales a los reclutas recién llegados: nombre, apellidos, lugar y fecha de nacimiento, religión. Todos contestaban: "católica", hasta que uno respondió: "Ninguna". El suboficial, atónito, le preguntó: "¿Eres acaso protestante?". "No", insistió el mozo; "no tengo ninguna religión". "No puede ser", repuso el suboficial; "hay que tener alguna religión; aquí hay que poner algo". "Pues ponga: la actual", contestó el recluta. Por aquellos mismos años Franco visitó Montserrat y se cantó una Salve del compositor Tomás Luis de Victoria, pero la prensa dijo que habían cantado al Caudillo la Salve de la Victoria. El 1º de abril de 1939 los españoles se sentían unos vencedores y otros vencidos, pero en Cataluña todos habían perdido la guerra, aun los que habían deseado el triunfo de Franco o hasta habían luchado a su lado o le habían ayudado de cualquier modo. El caso de Cambó, que había puesto su inmensa fortuna a disposición de los insurrectos, es especialmente patético, como se puede ver en el óptimo estudio de Borja de Riquer L"últim Cambó (Eumo, Vic, 1996). La Iglesia era utilizada como un instrumento más de la ocupación, como una prolongación del Ejército. En uso del derecho de presentación, Franco envió a algunos de sus capellanes castrenses para regir diócesis catalanas: Modrego la de Barcelona, Iglesias la de La Seo d"Urgell. La benemérita Federació Joves Cristians de Catalunya, que tantas víctimas había tenido en el caos de los primeros meses de revolución, fue prohibida y reemplazada por una Acción Católica española centralizada. El Foment de Pietat Catalana padeció una persecución peor aún que la que había sufrido en tiempos del general Primo de Rivera. La propaganda franquista no había cesado de asegurar que hacían la guerra en defensa de la religión, pero el régimen de ocupación militar a que Cataluña fue sometida no hizo excepción con la Iglesia catalana: perseguida en 1936 como Iglesia, en 1939 lo fue como catalana. La jerarquía eclesiástica catalana había quedado decapitada con la proscripción del cardenal Vidal i Barraquer. En Tarragona, ocupada el 15 de enero, se procedió el 21 a la reconciliación litúrgica de la catedral, siguiendo un ritual que quería expresar plásticamente que era el Ejército el que restablecía el culto. Delante de la catedral, y mientras una compañía de infantería rendía honores, un teniente del Servicio Artístico de Vanguardia tomó la llave que un soldado le presentaba en una bandeja de plata y la entregó al gobernador militar, coronel Aymat, quien abrió con ella el gran portón. Entonces don José Artero, canónigo de Salamanca y miembro destacado del Servicio Militar de Recuperación de Locales Eclesiásticos y Objetos del Culto, procedió a las aspersiones con agua bendita, mientras avanzaba por la nave, cantando el miserere, hasta el altar mayor. A continuación -dice la crónica del Diario Español de Tarragona- "hizo una plática de hondo sentimiento español", en el curso de la cual, entre otros improperios, llegó a decir: "¡Perros catalanes! ¡No sois dignos del sol que os alumbra!". Testigo de estas palabras fue y es el actual canónigo archivero de Tarragona, don Salvador Ramon, que entonces era seminarista y actuó de acólito en la

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