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Los casos de anorexia y bulimia tratados por Osakidetza han aumentado en dos años un 63%

El País

Un total de 1.227 personas, 474 más que en 1996 (un 63%), recibieron el año pasado asistencia extrahospitalaria en la red pública por anorexia y bulimia. Los ingresos en hospitales, sin embargo, bajaron en un 16%, en lo que Osakidetza considera un éxito de la nueva organización asistencial para esos trastornos puesta en marcha el año pasado, que mejora la coordinación entre servicios e incluye un programa intensivo para los casos más graves. El aumento en los casos atendidos ratifica la mayor incidencia de estos trastornos, pero también una mejora en su detección.

Los datos fueron aportados ayer por el director de Planificación y Evaluación Sanitaria del Departamento de Sanidad, Gabriel Inclán, en una comparecencia parlamentaria solicitada por el grupo socialista, que pedía información sobre el problema de la anorexia y la bulimia en la juventud vasca. Inclán se remitió a la propuesta de organización asistencial de los trastornos en la alimentación aprobada en diciembre de 1997. Ésta se basó en un estudio previo que aconsejaba mejorar la coordinación entre los distintos servicios (atención primaria, ginecología, endocrinología y psiquiatría) como modo de abordar a los pacientes más graves de un modo integral, pero de modo ambulatorio, evitando en lo posible las hospitalizaciones. Inclán rechazó la creencia de que el ingreso es el primer eslabón en la cadena asistencial. En ese convencimiento se ancló la puesta en marcha el año pasado del denominado subprograma intensivo de trastornos de la alimentación, que funciona en todas las comarcas sanitarias de la comunidad. Éste está destinado a los pacientes más graves, y tuvo 287 nuevos pacientes, a los que sus médicos ven cada vez que lo requieten, sin listas de espera. Sólo 13 de ellos, un 4,5%, abandonaron el programa. El alto cargo de Sanidad recalcó que el internamiento hospitalario debe reservarse exclusivamente a los casos cuya pérdida de peso sea superior al 30% de lo que correspondería por edad y talla, a los que presentan asociadas patologías orgánicas o psiquiátricas muy graves y a los que evidencien una conflictividad familiar importante o no hayan mejorado en los niveles ambulatorios. El año pasado, 111 personas requirieron hospitalización, frente a las 135 que fueron ingresadas en 1996. Encuesta nutricional El director de Planificación y Evaluación Sanitaria aseguró que no se conoce la prevalencia de estos trastornos y dijo que las cifras que se manejan carecen de una base científica sólida. Partiendo de esta base, señaló que el incremento en un 63% de los casos tratados -1.227 en 1998 frente a 753 en 1996-se debe tanto a una mayor incidencia de la enfermedad como a los cambios en la asistencia, que mejoran la detección y generan más confianza en los afectados y sus familias. Inclán apuntó a una encuesta nutricional preparada ya por la consejería como un elemento que puede aportar luz al análisis de estas enfermedades, pero negó la necesidad de incluirlas en el próximo Plan de Salud, "lo que no quiere decir que no se les preste la atención que merecen", precisó. Advirtió como un error importante la consideración de que cualquier joven preocupada por su peso se convierta en una enferma de anorexia o bulimia. El dato arrojado por las encuestas, según el cual el 60% de los jóvenes vascos están disconformes con su cuerpo no es motivo para la alarma, dijo, ni mucho menos para incluirlos a todos en el grupo de afectados por trastornos alimentarios. Asimilar la preocupación por el mantenimiento del peso con la anorexia es hacer "terrorismo informativo", aseguró en un momento de su comparecencia parlamentaria. Inclán se detuvo en explicar el cúmulo de circunstancias que deben concurrir para dar a una persona la condición de enfermo. Tanto la anorexia como la bulimia, recalcó, son enfermedades psiquiátricas. Quienes las padecen, no sólo tienen un peso por debajo del que les correspondería, sino que sienten un miedo intenso a ganar kilos y viven con la percepción de su propia imagen, de su peso, su talla y su silueta, gravemente alterada. "Sólo cuando concurren todas esas circunstancias puede considerarse que una persona ha enfermado", señaló. En el caso de las mujeres, a todo lo anterior ha de añadirse la falta de al menos tres ciclos menstruales consecutivos. El director de Planificación y Evaluación Sanitaria apostó por realizar el tratamiento de estas enfermedades en los centros de atención primaria, para luego pasar a los centros de salud mental, siempre con el apoyo de otros especialistas, como endocrinólogos, ginecólogos y pediatras. Sólo si el paciente no responde positivamente en esos dos estadios se le incluye en un tercero, que es el programa de tratamiento intensivo, al que atribuyó unos resultados preliminares satisfactorios en el año que lleva en funcionamiento. Únicamente el fracaso en éste último debe conducir a un enfermo al hospital. Inclán defendió la continuidad en este planteamiento, que no fue cuestionado por los grupos de la oposición, y recordó que mereció un premio en el último congreso nacional de calidad asistencial. La comparecencia aportó otros datos, desglosados por territorios, sobre los pacientes y las familias valoradas en el programa intensivo, las consultas individuales y familiares efectuadas, los abandonos y los índices de mortalidad. El año pasado no se registró ningún fallecimiento entre los pacientes incluidos en él. Inclán detalló que un tercio de los pacientes se cura, otro tercio recae con gravedad variable y en el resto la patología se convierte en crónica.

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