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CUENTA ATRÁS EN KOSOVO

Todo listo para el ataque de la OTAN

La Alianza está decidida a bombardear Serbia pese a la oposición de Rusia

Xavier Vidal-Folch

Javier Solana, encargado por la OTAN de adoptar la decisión final, tenía ayer preparados todos los dispositivos para reaccionar fulminantemente si los serbios se negaban a aceptar la fuerza internacional de interposición y provocaban el fracaso de las conversaciones de Rambouillet. Primero, el ánimo personal. "Está lógicamente preocupado, aunque completamente tranquilo, pese a que tener que decidir si aprietas el botón de los misiles no resulta una tarea menor", comentó uno de sus colaboradores. Segundo, el consenso de los Dieciséis para la intervención de castigo en caso de boicoteo. Lo ha ido fraguando en sucesivas reuniones del Consejo Atlántico. Y lo ha rematado mediante comunicaciones telefónicas con jefes de Estado y de Gobierno, culminados con sendos viajes-relámpago a París y Londres, donde recibió los apoyos explícitos de los primeros ministros Lionel Jospin y Tony Blair. Asegurada desde el primer momento la voluntad favorable de Washington, la actitud menos entusiasta es la de Alemania. La determinación es tan seria que "ni siquiera el desacuerdo de Rusia" -con probable tentativa de romper el Acta Rusia/OTAN por parte de la Duma- la socavaría, aseguraron fuentes atlánticas. Tercero, el procedimiento para apretar el botón. Si ayer no se hubiera abierto la expectativa de un posible éxito en las negociaciones, Solana habría dedicado la tarde y la jornada de hoy a evacuar consultas con todas las capitales, para certificar de nuevo el apoyo unánime al lanzamiento de la operación. Y habría dado la orden de ataque esta misma noche, haciéndola inmediatamente pública. El esquema sigue siendo válido si cuando se reanude la negociación, Belgrado vuelve a obstruir el proceso de paz. Y cuarto, el diseño de la intervención, preparado desde hace tiempo. Se trataría de una operación por fases. Empezaría con un bombardeo sobre defensas antiaéreas yugoslavas, a ejecutar desde los barcos portamisiles fondeados en el Adriático. Tendría lugar 48 horas después de la orden de ataque. De "corto, seco, intenso", lo califican los técnicos de la casa. Equivaldría a "una declaración solemne", pero no escrita en tinta sino en pólvora, para acrecentar su credibilidad. A ese bombardeo le seguiría una pausa para permitir a Milosevic dar marcha atrás y firmar el acuerdo de paz. Los estrategas de la Alianza estiman que el impacto político del bombardeo podría conducir a cuartear el aparente unanimismo del Ejército de Milosevic. Y provocar la entrada en escena de las representaciones de la sociedad civil serbia, amordazada, pero no inexistente como en el caso de Irak. La experiencia histórica reforzaría esa hipótesis. Fue un bombardeo de la OTAN, en agosto de 1995, lo que abrió paso a las conversaciones de Dayton, que desembocaron en el acuerdo de paz para Bosnia. Otras fases de la eventual intervención castigarían mediante bombardeos continuados los sistemas de mando y control y todo el sistema de defensas antiaéreas serbias, sobre el que la Alianza está detalladamente informada; destruirían determinados objetivos -principalmente móviles- en la provincia de Kosovo; y lanzarían bombardeos de gran intensidad, siempre procurando evitar "daños colaterales", es decir, víctimas civiles. Las distintas fases se sucederían con interrupciones destinadas a la evaluación política de sus resultados, como condición previa a la prosecución de la escalada. Todo esto sigue siendo posible. Pero los resultados de ayer indican que no constituye el escenario más probable. La continuación del diálogo de Rambouillet incrementa la viabilidad del escenario alternativo, optimista. Si finalmente hay acuerdo en la semana que ahora empieza, en 24 horas se iniciará el despliegue de la fuerza internacional de interposición, en torno a 28.000 hombres. Rusia, que apoya el despliegue de esta fuerza, ha sido invitada a participar en ella, al igual que hizo en la IFOR y hace ahora en la SFOR para Bosnia. Pero de momento Moscú todavía no ha dado su conformidad.

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Todo listo para el ataque de la OTAN

Viene de la primera páginaJavier Solana, encargado por la OTAN de adoptar la decisión final, tenía ayer preparados todos los dispositivos para reaccionar fulminantemente si los serbios se negaban a aceptar la fuerza internacional de interposición y provocaban el fracaso de las conversaciones de Rambouillet. Primero, el ánimo personal. "Está lógicamente preocupado, aunque completamente tranquilo, pese a que tener que decidir si aprietas el botón de los misiles no resulta una tarea menor", comentó uno de sus colaboradores.

Segundo, el consenso de los Dieciséis para la intervención de castigo en caso de boicoteo. Lo ha ido fraguando en sucesivas reuniones del Consejo Atlántico. Y lo ha rematado mediante comunicaciones telefónicas con jefes de Estado y de Gobierno, culminados con sendos viajes-relámpago a París y Londres, donde recibió los apoyos explícitos de los primeros ministros Lionel Jospin y Tony Blair. Asegurada desde el primer momento la voluntad favorable de Washington, la actitud menos entusiasta es la de Alemania. La determinación es tan seria que "ni siquiera el desacuerdo de Rusia" -con probable tentativa de romper el Acta Rusia/OTAN por parte de la Duma- la socavaría, aseguraron fuentes atlánticas.

Tercero, el procedimiento para apretar el botón. Si ayer no se hubiera abierto la expectativa de un posible éxito en las negociaciones, Solana habría dedicado la tarde y la jornada de hoy a evacuar consultas con todas las capitales, para certificar de nuevo el apoyo unánime al lanzamiento de la operación. Y habría dado la orden de ataque esta misma noche, haciéndola inmediatamente pública. El esquema sigue siendo válido si cuando se reanude la negociación, Belgrado vuelve a obstruir el proceso de paz.

Y cuarto, el diseño de la intervención, preparado desde hace tiempo. Se trataría de una operación por fases. Empezaría con un bombardeo sobre defensas antiaéreas yugoslavas, a ejecutar desde los barcos portamisiles fondeados en el Adriático. Tendría lugar 48 horas después de la orden de ataque. De "corto, seco, intenso", lo califican los técnicos de la casa. Equivaldría a "una declaración solemne", pero no escrita en tinta sino en pólvora, para acrecentar su credibilidad.

A ese bombardeo le seguiría una pausa para permitir a Milosevic dar marcha atrás y firmar el acuerdo de paz. Los estrategas de la Alianza estiman que el impacto político del bombardeo podría conducir a cuartear el aparente unanimismo del Ejército de Milosevic. Y provocar la entrada en escena de las representaciones de la sociedad civil serbia, amordazada, pero no inexistente como en el caso de Irak. La experiencia histórica reforzaría esa hipótesis. Fue un bombardeo de la OTAN, en agosto de 1995, lo que abrió paso a las conversaciones de Dayton, que desembocaron en el acuerdo de paz para Bosnia.

Otras fases de la eventual intervención castigarían mediante bombardeos continuados los sistemas de mando y control y todo el sistema de defensas antiaéreas serbias, sobre el que la Alianza está detalladamente informada; destruirían determinados objetivos -principalmente móviles- en la provincia de Kosovo; y lanzarían bombardeos de gran intensidad, siempre procurando evitar "daños colaterales", es decir, víctimas civiles. Las distintas fases se sucederían con interrupciones destinadas a la evaluación política de sus resultados, como condición previa a la prosecución de la escalada.

Todo esto sigue siendo posible. Pero los resultados de ayer indican que no constituye el escenario más probable. La continuación del diálogo de Rambouillet incrementa la viabilidad del escenario alternativo, optimista. Si finalmente hay acuerdo en la semana que ahora empieza, en 24 horas se iniciará el despliegue de la fuerza internacional de interposición, en torno a 28.000 hombres.

Rusia, que apoya el despliegue de esta fuerza, ha sido invitada a participar en ella, al igual que hizo en la IFOR y hace ahora en la SFOR para Bosnia. Pero de momento Moscú todavía no ha dado su conformidad.

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