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Reportaje:

Los titubeos del empresariado catalán

Cataluña está perdiendo centros de decisión y creatividad empresarial. Ésta es una de las conclusiones del informe elaborado por Santiago Montero sobre la evolución empresarial catalana en el último cuarto de siglo. El pesimismo inicial es sólo aparente. Este ingeniero industrial y directivo de una empresa deja claro en su estudio que su objetivo no es provocar el llanto, sino "mostrar las prioridades" de actuación para impedir que el hecho sea irreversible. Santiago Montero, de 52 años, es ingeniero industrial y director general de la empresa Clot España, dedicada a los servicios de protección de incendios. Es también presidente de la patronal de este subsector. El estudio de Montero consta de dos partes: el análisis y las medidas para que Cataluña se proyecte en el futuro en los ámbitos en los que está mejor dotada. Montero relata: "Hemos traspasado la capitalidad industrial y económica a Madrid". Para demostrar su afirmación, se basa en el comportamiento de las grandes empresas españolas, excluidas las financieras: ¿dónde está su centro de decisión?, se pregunta, y apunta una respuesta: cada vez más, en Madrid. La reacción más sencilla, incluso consoladora, es acusar de ello al centralismo, pero dice: "Seríamos injustos si no dijésemos que en Madrid ha habido un formidable, iluminado y valiente proceso de crecimiento" El resultado de esta dinámica es que "el capital social que se invierte en Cataluña es la tercera parte del que se invierte en Madrid". Si en 1971, 82 de las 250 mayores empresas españolas tenían el centro de decisión en Barcelona, 25 años más tarde la cifra se ha reducido a 50. Por el contrario, en Madrid había 57 y se pasó a 137. Si se analiza la creación de empresas y las ampliaciones de capital, se comprueba que en 1996 se crearon en Cataluña 24.277, frente a las 22.866 de Madrid, pero el capital social de las primeras era de 611.000 millones de pesetas, y de 1,4 billones el de las segundas, siempre sin contar las entidades financieras. La tesis de Montero, que no es universalmente compartida, opera con datos cerrados en 1996, lo que hace que no se incluyan algunos procesos posteriores, como la consolidación del grupo empresarial creado en torno a Gas Natural y la instalación en Barcelona del centro de decisión de otra gran empresa como es Retevisión. Hechas estas salvedades, la opinión de Montero es que algún error habrán cometido los catalanes para que esto pase. Él señala varios. Así, afirma: "No podemos reclamar un trato diferencial con España y luego querer tener centros de decisión españoles". La logística es uno de los proyectos de futuro por los que debe apostar Cataluña, pero hay otros. Entre ellos, la organización de acontecimientos: ferias, congresos, turismo, cruceros, parques temáticos. Montero propone potenciar también el carácter mediterráneo del territorio, aprovechando que este mar vuelve a ser punto de encuentro del comercio y que Barcelona supone, para los barcos que proceden del lejano Oriente, tres días menos que Rotterdam. De todas formas, matiza, conviene no perder de vista que la ciudad holandesa dispone de 24.000 hectáreas y Barcelona apenas puede ofrecer 1.000. Para evitar errores, Montero propone trazar dos círculos desde la plaza de Catalunya: el primero, de 25 kilómetros, tendría cuatro millones de habitantes; el segundo, de 250 kilómetros, estaría ocupado por cuatro millones más. Ambos formarían el área real de influencia de Barcelona. Quienes quieren compararse con Holanda, recuerda, deberían saber que esos mismos círculos darían poblaciones de "3 y de 40 millones de habitantes". Pese a ello, si se trata de copiar, propone hacerlo en "internacionalidad, uso de idiomas, infraestructuras, puerto de Rotterdam, aeropuerto de Shippol y voluntad de integración con los vecinos".

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