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Decepción en Bruselas por la escasa ambición de los planes de estabilidad alemán y francés

Xavier Vidal-Folch

Para el año 2002, los presupuestos de los Quince exhibirán superávit o un déficit apenas superior al 1% del PIB. La Comisión Europea juzgó ayer muy positivamente los compromisos de los Estados miembros sobre este objetivo del Pacto de Estabilidad; pero fue crítica con la "escasa ambición" de los programas de estabilidad francés y alemán. "Podrían haber ido más deprisa" en el proceso de consolidación presupuestaria, dijo el comisario de Asuntos Monetarios, Yves-Thibault de Silguy. El comisario elogió con entusiasmo los planes español y belga.

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La Comisión "está satisfecha" por los 14 programas de estabilidad o convergencia -según se trate de países integrados en el euro o aun fuera de la moneda única- presentados por los Estados miembros, aseguró De Silguy. Porque "¿quién habría pensado hace unos meses que se comprometerían a exhibir superávit o una situación próxima al equilibrio?".Sin embargo, algunos "podrían haber ido más deprisa" en el proceso de saneamiento y consolidación presupuestaria y haber mostrado "una mayor ambición".

El comisario europeo no puso apellidos a su crítica, pero se dedujo claramente de su análisis país a país, y de las recomendaciones individuales elevadas por el Ejecutivo al Ecofin. Se trata de los dos grandes países, Alemania, que prevé un déficit del 1% del PIB en el 2002, y una deuda del 59,5%; y de Francia, que se compromete a un déficit entre el 0,8% y el 1,2% y a una estabilización de la deuda en torno al 58% del PIB, para iniciar su desaceleración en el año 2002.

Margen de maniobra

Esos objetivos implican que ambos cumplirán el Pacto de Estabilidad, que presiona hacia el superávit para crear un "margen de maniobra" suficiente de manera que, en una hipotética coyuntura de vacas flacas o escaso crecimiento, nunca se supere el techo máximo del 3% del PIB. Pero los cumplirán sin la holgura de otros países, como España (superávit del 0,1%) o Bélgica (del 0,3%), si consiguen llevar a cabo sus respectivos planes (véase EL PAÍS del 13 de febrero).

En el caso de Alemania, De Silguy se quejó de que antes del final del periodo 1998-2002 "no se prevé una reducción significativa de la deuda ni del déficit (...). Quizá con objetivos más ambiciosos podrían haber incrementado el margen de maniobra", lamentó. Y aunque alabó el tope del 2% impuesto por Bonn a su gasto público, criticó que las previsiones de inversión estatal sean bajas en un país que es farolillo rojo en este subsector.

En cuanto a Francia, "la estrategia de consolidación presupuestaria es de mínimos", y Bruselas daría "la bienvenida a objetivos más ambiciosos", señaló el comisario europeo. El Gobierno de París se ha autoimpuesto un crecimiento máximo del gasto del 1%, que le permitirá una intensificación de las inversiones públicas.

El problema de estas apreciaciones críticas es que quedarán diluidas a su paso por el Consejo de Ministros. Ya ha ocurrido con el aprobado raspado obtenido por Italia en Bruselas, que se convirtió en un notable después del último Ecofin. Pero ahí queda, en todo caso, la evaluación independiente del Ejecutivo.

En el caso de España, esta valoración es mucho más positiva, entre las mejores, y recibe menores objeciones: una previsión de crecimiento demasiado optimista para 1999, aunque no para todo el periodo; unos ingresos fiscales, en consecuencia, quizá menores de lo previsto como resultado de la reforma fiscal; un problema a largo plazo de "envejecimiento de la población".

Para la Comisión no hay diferencias en cuanto al color político de los Gobiernos. "En el último Consejo Euro-Once, todos aprobaron el mantenimiento del objetivo de la consolidación presupuestaria", dijo De Silguy, quien tomó poco en cuenta las propuestas del ministro alemán de Hacienda, el socialdemócrata Oskar Lafontaine, de una nueva rebaja de los tipos de interés oficiales, en cuya ausencia se plantearía una política presupuestaria expansiva.

Economías sanas

El análisis de la Comisión, de sesgo ortodoxo, es invariable. A saber, los "datos macroeconómicos europeos son sanos", pues la inflación está casi a cero, los tipos de interés a niveles históricamente bajos, la demanda interna se presenta pujante, y los índices de confianza de inversores y consumidores continúan al alza. No hay que modificar, pues, la estrategia de austeridad. Sobre todo si la coyuntura internacional, aunque "se muestra débil", no amenaza recesión.

Ni siquiera la reciente alza del dólar respecto del euro presagia borrascas. "A medio plazo, no presenta ningún problema", auguró De Silguy. Argumentó que, pese al alza del dólar, el euro sigue manteniendo una revalorización sustancial desde el mes de abril -antes de su nacimiento oficial-, del 5%, sobre la divisa estadounidense.

El comisario europeo añadió que, a más largo plazo, el euro seguirá arañando posiciones al billete verde, como lo indica el "progresivo reequilibrio" de las carteras patrimoniales privadas, cada vez más denominadas en la moneda europea.

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