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49º FESTIVAL DE BERLÍN

Frío, bostezos y risitas en la proyección de "Entre las piernas"

La pequeñez francesa "Karnaval" redondea otra mediocre jornada de la Berlinale

No gustó, era evidente, Entre las piernas. El filme de Manuel Gómez Pereira, ante los 1.500 cinéfilos de la sesión mañanera, creó algún interés al comienzo, pero poco a poco éste se fue apagando y derivó en indicios de indiferencia y bostezo. En la media hora final saltaron algunas risitas malvadas en momentos dramáticos y el desenlace llegó envuelto en un espeso silencio.

En su segunda jornada, la Berlinale tampoco despegó. Para quienes conocíamos Entre las piernas, hábil pero de corto embarullado alcance, la esperanza estaba en la película francesa Karnaval, de presupuesto mínimo, hecha por debutantes y, sobre el papel, en la línea del realismo inmediato de obras tan extraordinarias como La vida soñada de los ángeles y De todo corazón. La esperanza fue inútil. La película quiere ser de esa estirpe, pero su pequeñez lo es también de sabiduría o de instinto cinematográfico. Las palabras que más se acercan a describirla son las de pura y simple incompetencia. No se explica qué demonios pinta aquí, en una lucha entre profesionales, este pobre ejercicio de amateurismo, que cuando quiere exaltar exagera y acaba dando (con crueldad) risa y (con amistad) pena. Si a Karnaval le hace falta, como agua al desierto, profesionalidad y oficio, a Entre las piernas le ocurre lo contrario: le sobra oficio por todos lados. O, más exactamente, es sólo un ejercicio de puro oficio. De ahí proviene su comercialidad, y de ahí también su incapacidad para convertir la habilidad en talento. Es una película lista, muy lista, llena de cuquería, que puede dar el pego en pantallas de puro consumo, ésas que se ponen a tiro de los públicos fáciles de movilizar por la publicidad y la capacidad de convocatoria automática de algunos nombres y rostros.

Oficio

Es el caso de Gómez Pereira, director de buenas comedias, y de Javier Bardem, Carmelo Gómez y Victoria Abril, intérpretes magníficos y, en este caso, encubridores de la insignificante historia que representan. Son cuatro excelentes profesionales que con oficio dejan ver (o nos hacen tragar) un relato que, hecho por otros, hubiera sido de los de huir espantados a casa a refugiarse en el telediario para ver y oír mentiras de verdad, y no la incomible trola escrita por los guionistas Oristrell, García Serrano, Iborra y el propio Gómez Pereira, que sobre el papel dan otra (aún más grave) lección de sabiduría profesional marrullera, que les permite construir una casa sin ladrillos, lo que convierte en un genuino ladrillo al castillo de naipes resultante. Entre las piernas tiene derecho a un lugar propio en el mundo del cine, pero en modo alguno ese lugar es éste. Su sitio está en hacer dinero cómodo y en fingir que crea cine policiaco, no en que inventa y propone una nueva vuelta de tuerca en las tripas del lenguaje cinematográfico. Sólo cuando una película aprieta una de estas tuercas tiene lugar propio dentro de un festival de cine. Entre las piernas nada aporta al thriller que quiere inútilmente ser. De ahí que, ante un público avezado (y el de las sesiones mañaneras abiertas de la vieja Berlinale lo es, y mucho) despierte reacciones de indiferencia, frialdad y silencio.

La película no concierne, es ajena a este rincón berlinés del cine. De ella sólo cabe recordar, eso sí, con verdadera admiración por su profesionalidad, cómo se las arreglan y qué fortísimo olfato interpretativo despliegan Javier Bardem, Carmelo Gómez y Victoria Abril para sostener algo sobre el papel completamente insostenible, pues ponen la cara nada menos que para representar en un cauce formal de comedia un tragedión policiaco tremebundo y la gente no se parte de mala risa. Tiene mucho mérito que estos tres eminentes intérpretes no hagan el ridículo embaucados, para que hagan de mascarones de proa, en uno de los guiones más confusos y contradictorios del cine español reciente, donde esta mala hierba de la mala escritura crece tanto que comienza a tener el aspecto y las proporciones de una vieja, preocupante y encallada plaga africana.

Es conveniente que películas resultonas y que dan mucho dinero como ésta existan en un cine como el español necesitado de convocar público al precio que sea. Pero no nos beneficia que vengan a los grandes escaparates del cine, mientras se quedan en casa otras películas menos profesionales, pero que aportan más verdad y sinceridad.

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