En busca de nuevas metas
"¡Cómo van a echar de menos los europeos a Helmut Kohl!", se lamentaba días atrás el español Manuel Marín, vicepresidente de la Comisión Europea. Esta observación no es gratuita. El antiguo canciller alemán siempre dio muestras de un espíritu europeísta que incluso le llevó a enfrentarse con las gentes de su propio partido. Kohl, sin embargo, no vaciló en barrer para casa. Los alemanes, acostumbrados a la estabilidad del marco, desconfiaban de la futura moneda única y el ex canciller aprovechó la ocasión para impulsar la creación del euro tomando como ejemplo a la divisa germana: debía ser fuerte y estable. Para ello, nada mejor que obligar a los partícipes en la aventura monetaria a establecer una serie de criterios de rigor económico que garantizasen a los ciudadanos alemanes que no perderían con el cambio. Alemania peleó -y muy duro- para que Francfort acogiera a la sede del Banco Central Europeo para vigilar el comportamiento de la moneda única.
Tras el nacimiento del euro bajo esas condiciones Alemania se plantea nuevas metas. Como ampliar la UE al Este. Pero, para no aumentar su aportación presupuesta a Bruselas -incluso para recortarla-, el Gobierno del canciller Schröder pretende eliminar las ayudas estructurales para los países más débiles del Sur, entre los que se encuentra España, que podría dejar de ingresar unos dos billones de pesetas en los próximos siete años. Alemania se ahorraría, en cambio, medio billón. "La UE va a manejar la friolera de 3,8 billones de pesetas en financiación hasta el 2006", se subraya en Bonn, "y sin reformar las ayudas a la agricultura y los fondos estructurales no es posible afrontar la entrada de nuevos miembros".
Además, se busca una nueva correlación de fuerzas, ya con vistas al ingreso de nuevos miembros en el año 2006. El presidente de Baviera, Edmund Stoiber, quiere recortar las competencias de la Comisión Europea, y la derecha alemana, en general, apoya un cambio en el sistema de toma de decisiones comunitario más acorde con los intereses germanos.
Para hacer un trabajo más efectivo, vienen a decir, las atribuciones de los países más fuertes deberían ampliarse. Alemania, Francia, el Reino Unido, Italia y España no deberían contar con dos comisarios, como en la actualidad,sino sólo uno, aunque su voto tendría un peso proporcional a la población de sus respectivos países: las decisiones se adoptarían por mayoría simple cuando los votos de los comisarios representen a la mayoría de los ciudadanos comunitarios. Alemania, con una población de 82 millones de personas, con mucho la más numerosa de la UE, sería evidentemente la más beneficiada.
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