Un guerrillero frustrado
Carlos Castaño odia por encima de todo la palabra paramilitar.En su opinión, las bandas armadas que él lidera no son sino una autodefensa lógica de la sociedad colombiana "que combate al guerrillerismo marxista que amenaza con destruir el país".
El temido jefe paramilitar no llegó a terminar la educación secundaria, aunque asegura que quiere estudiar sociología una vez que llegue la paz, la misma paz que le permitirá convertir a sus hombres, acusados de múltiples matanzas, en miembros de un partido político "levemente virado al centro-izquierda, porque no somos de extrema derecha por el hecho de combatir a la izquierda radical".
Su ideario es simple: ni una concesión de soberanía o territorialidad a las guerrillas, las mismas que en 1982 mataron a su padre. "Si la guerrilla no lo hubiera matado, yo sería hoy un guerrillero", suele decir.
Castaño ha logrado hacerse con el mando sobre todos los grupos que actúan en Colombia. Las acciones llevadas a cabo le han costado una docena de órdenes de busca y captura, la clandestinidad en las selvas durante más de dos años y medio y el tener que enviar a su familia a vivir a algún país de Centroamérica para ponerla a salvo.
Sin embargo, Castaño está convencido de tener al pueblo de su lado y recalca el hecho de que, según él, los paramilitares forman un movimiento que representa a todas las clases sociales.
Para Castaño el proceso de paz está claro: "La paz sólo la haremos los que libramos la guerra".
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