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Reportaje:

El fin de un sueño del siglo pasado

La vida del financiero Evarist Arnús i de Ferrer fue, en algunos aspectos, como un cuento de hadas. En la Barcelona del siglo pasado no tardó en trascender la fama de Don Evaristo, como le llamaban en la Llotja, tanto por sus aciertos en el negocio de la banca como por algunas operaciones bursátiles que dieron mucho que hablar en su época. El escenario que daba cumplida cuenta del prestigio social adquirido y de su capacidad económica fue la finca de 7,5 hectáreas que compró en Badalona en 1859. Pese al tiempo transcurrido, no resulta difícil entender que a Mossèn Cinto Verdaguer o al pintor Josep Maria Sert les encantara pasear por sus jardines. Los aposentos de la masía medieval que encargó reformar eran dignos de una reina. No en vano los eligió la regenta María Cristina para pernoctar allí dos días en compañía de su hijo Alfonso XIII durante la Exposición Universal de 1888, de la que Arnús fue promotor. Pero aquellos eran los tiempos de esplendor de un escenario que, pasado el tiempo, también ha conocido episodios menos brillantes que encajarían mejor en el decorado de una película de cine negro que en el apacible marco que ofrecen los campos de cultivo de estas tierras de regadío situadas en pleno casco urbano de Badalona. Los naranjos y jacarandás de la finca han sido en los últimos años los testigos mudos del enfrentamiento entre algunos miembros de la familia Arnús por culpa del destino que cada cual piensa darle a la parte que le correspondió de la herencia. En los terrenos situados en la zona alta de la finca, colindante con la Autopista A-19 y el campo de fútbol del Badalona, de los que es titular Clara Arnús Fernández-Castelló, está permitido construir. Lo sorprendente, para algunos, es que sea edificable justo el lugar mejor conservado de la torre, en el que se levanta un pequeño lago, un castillo que se abre paso entre la arboleda y la vivienda donde reside la dueña. Éste será el enclave que acogerá en una primera fase un restaurante para celebrar bodas de cierto nivel y, posteriormente, un centro de convenciones para 2.500 comensales y un aparcamiento. Tanto el Ayuntamiento de Badalona como la Generalitat han dado su aprobación al proyecto. La única salvedad puesta por el Gobierno catalán es la apertura de un acceso por el lateral de la autopista, así como una mayor concreción de los elementos que interesa conservar según el catálogo histórico-artístico. Lo cierto es que, hasta en el mundo de la fantasía, se perfilan sombras. Después de que falleciera en 1984 el mayor de los hermanos, Evaristo Arnús Moraleda, que según dicen "sentía auténtica pasión por la finca", surgieron los problemas con la herencia. Las desavenencias entre su hija, Clara Arnús Fernández-Castelló, y su primo hermano Juan Alberto Arnús de Urruela, el último residente en la casa familiar, han acabado en varias ocasiones en los tribunales e, incluso, en la comisaría. Los momentos de mayor dureza se produjeron hace algunos años a raíz de la construcción de un muro que, por primera vez en la historia de la finca, marcaba el linde entre la propiedad de las dos ramas de la familia. El futuro parque urbano -que se extenderá por los campos de cultivo y que incluirá la casa señorial- se va abriendo paso al fin. Las tentativas de expropiación que había hecho la municipalidad no habían llegado a buen puerto hasta ahora. A principios de los ochenta, la extinta Corporación Metropolitana de Barcelona (CMB) compró una parte de terreno de cinco de los seis hermanos Arnús de Urruela. Hasta hace algunos meses no se habían dado las condiciones, según explica el concejal de Urbanismo, el convergente Albert Ibáñez, para que el Ayuntamiento se planteara expropiar la superficie en la que se encuentra la casa señorial, algunos huertos y una parte del jardín, calificados en el PGM de zona verde pública. Fueron los cinco hermanos, representados por el abogado Max Vives, los que mediante un procedimiento administrativo instaron este mismo año a la Administración local a continuar la expropiación en el punto donde la dejó en 1984 la CMB. "Los hermanos siempre han entendido que allí no se podía hacer nada más que un parque público", apostilla Vives. Todos saben que el proceso está llegando a su fin, aunque siguen alejadas las cifras que los cinco herederos piden y la que el Ayuntamiento parece estar dispuesto a dar. Al no haber acuerdo el asunto pasó a manos del jurado de la expropiación, que deberá pronunciarse sobre el precio que considere justo. Los recuerdos de infancia que tienen los miembros de la familia Arnús son idílicos. Desconocían entonces que las guerras imaginarias de sus juegos entre atacantes y defensores del castillo eran premonitorias. Lo que sí perciben todos es que se avecina un cambio de época para los jardines y también para el paisaje que preservó durante cinco generaciones la memoria de sus antepasados. El que peor lleva el proceso es el último residente en la casa familiar, Juan Alberto Arnús de Urruela, quien desearía que la finca no se fragmentara. Para él, lo más importante son "los derechos de posesión y no los de propiedad". El Ayuntamiento aprobó en la sesión plenaria del pasado mes de noviembre expropiar también su parte. El tema de Ca l"Arnús ha saltado con fuerza a la escena política. La oposición municipal de IC y los Verds defiende que los terrenos sean destinados a un parque público en su totalidad. El PSC y CiU, que gobiernan en coalición, ven con buenos ojos el restaurante y el centro de convenciones, como lo demuestra el que hayan aprobado el plan especial de usos que posibilita su desarrollo. Cuando el parque urbano, que está llamado a ser el pulmón verde más importante de la ciudad, se abra al público, tal vez alguien recordará que un siglo atrás un tal Evaristo Arnús i de Ferrer pagó por aquellos campos 299.000 reales de vellón y que hubo un tiempo en que los movimientos de la célebre familia despertaban gran expectación en la Badalona de la época, cuando los Arnús simbolizaban como nadie la opulencia en un mundo de privaciones y labranza donde sólo soñar era gratis.

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