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Saramago retorna al feudo comunista del Alentejo

El escritor considera que "es más fácil llegar a Marte que a nuestros propios semejantes"

El primer Nobel de Literatura en lengua portuguesa, José Saramago, aún no ha viajado al pueblo donde nació (Azinhaga) pero la nostalgia y la gratitud le obligaron a regresar al lugar donde todo comenzó. El escritor visitó el pasado miércoles la región del Alentejo, un tradicional feudo comunista donde se inspiró para escribir Alzado del suelo (1980), una novela que narra la historia de una familia de campesinos desde principios de siglo hasta la Revolución de los Claveles (1974). Sin duda, la novela que marcó la inflexión de su dilatada trayectoria literaria.Con un nudo en la garganta, José Saramago se dirigía a un grupo de labradores de la cooperativa agrícola de Lavre, donde vivió algunos meses: "Quiero recordar que esa novela abrió mi auténtica carrera literaria hacia el Nobel. El Alentejo tiene un lugar especial en mi corazón y Lavre..." El escritor iniciaba allí una larga jornada por toda la región, acompañado de su mujer, la sevillana Pilar de Río, y su editor en tierras lusas, Zeferino Coelho. En el camino a Évora, Pilar, siempre pendiente, le recomendaba evitar las emociones: "Por favor, José, no toques temas sensibles; entre el cansancio y las emociones vas a acabar agotado".

Durante el trayecto, Saramago reconocía que va a aprovechar su discurso en Estocolmo "para hablar de algo más que de literatura". Aún no está escrito, pero denunciará las graves desigualdades que sufre actualmente el mundo. "Lo tengo pensado. Está claro que es un premio literario. Habrá que agradecerlo desde ese punto de vista, pero evidentemente no voy a desaprovechar la ocasión para exponer la situación del mundo ¿Cómo voy a expresarlo? Aún no lo sé, pero irá por ahí". Al insistirle, se suelta: "Ustedes mismos lo han publicado recientemente. Lo que ocurre es que la gente lee las noticias y no piensa más en ellas. Hace poco se dijo que 225 personas poseen una riqueza superior al 40% de toda la humanidad ¿Éste es un mundo donde vale la pena vivir? Los pobres son cada vez más pobres y los ricos, más ricos. Igual que las diferencias entre el saber y el no saber; se ensanchan cada vez más".

Saramago continúa: "Ahora resulta que nos interesa Marte. Enviamos carísimas misiones al espacio para investigar las rocas de Marte y nos da igual que se estén muriendo millones de personas de hambre. Gastamos fortunas en ir al espacio y dejamos morir a millones en Africa. Es algo inimaginable. Es más fácil llegar a Marte que a nuestros propios semejantes". El Nobel de Literatura no cree en la función de los intelectuales para denunciar estas injusticias: "Creo en la función de los ciudadanos y los intelectuales, por el hecho de serlo tenemos una responsabilidad añadida, pero debemos ejercitar nuestros derechos en cuanto ciudadanos. Lo que ocurre es que desde hace treinta años los llamados intelectuales han renunciado o han dimitido de esas responsabilidades y ahora parece que las están retomando".

Saramago explica que la sociedad actual es "cada vez más insolidaria y más egoísta; sólo interesa el éxito, el triunfo personal. Si puedes tener dos coches y sólo tienes uno, eres un completo imbécil. Ése es el criterio". A su juicio, ¿cuál es la solución? El Nobel responde con rapidez: "La participación. Los ciudadanos tienen que pensar que tienen deberes y obligaciones que no sólo acaban con ir a votar. Tienen que intervenir. Y si no lo hacen, no pueden luego acusar a los gobiernos de que no responden para evitar esas distorsiones y esas perversiones que acabamos de mencionar". Y pone como ejemplo al Alentejo: "Aquí, si un agricultor quiere plantar olivos no puede. Bruselas sólo lo autorizaría para comer aceitunas, pero no para producir y comercializar aceite. Esto no tiene sentido. En esta región abandonada, Bruselas subvenciona a los propietarios de las tierras para que no cultiven. Pagan para no trabajar la tierra. ¡Es absurdo!"

El escritor comunista explica que con el próximo milenio "va a acabar una civilización". Y añade: "No sé cómo será el futuro. No tengo ni idea, ni soy capaz de imaginarlo. La mayoría de nosotros y de las generaciones venideras perteneceremos a la clase de los sobrevivientes. Esto es una perversión del sistema. Estamos en manos de los intereses económicos, del capital. Los políticos han pasado a un segundo plano. ¿Estamos todos locos o yo no entiendo nada?"

El viaje a Évora se acaba. La ciudad, con una de las universidades más antiguas del país y dirigida desde la Revolución por un alcalde comunista, le aclama. Saramago pasea por sus calles, visita un museo y tiene que descansar unos minutos antes de asistir a la recepción municipal. El alcalde le agasaja con elogios y repasa su actividad política. Saramago repite que nunca ha renunciado a su ideología: "Porque hoy puedo decir que no he tenido que dejar de ser comunista para ganar este premio y, si tuviera que elegir entre el Nobel y mis convicciones, abandonaría el Nobel".

Procedente de una familia de campesinos analfabetos, sin estudios universitarios y sin comprar un libro hasta los 19 años, el primer Nobel en lengua portuguesa insiste en que no había nacido para esto. Pero se siente enormemente satisfecho. Ha cumplido consigo y con sus camaradas. Irónico, como siempre, explica que un conocido simpatizante del Benfica le ha cambiado su nuevo título: "Me ha dicho que somos campeones del mundo de literatura. Pero yo creo que tenemos que ser campeones del mundo aquí. Tenemos que enseñar y proteger nuestra lengua. El problema no es el inglés. Es inevitable que se convierta en la lengua de comunicación universal, pero eso no quiere decir que nosostros abandonemos nuestro idioma. Incluso algunos de nuestros locutores de radio y televisión se preocupan más de pronunciar mejor el inglés que el portugués".

Son cerca de las ocho de la tarde y Saramago ha iniciado la jornada prácticamente de madrugada. La gente se arremolina para felicitarle, besarle o pedirle autógrafos. Un grupo de representantes del Partido Comunista de Évora se le acerca con una bolsa de plástico. Han recolectado dinero para regalarle un tradicional capote alentejano. Emocionado una vez más, Saramago les promete que lo llevara puesto durante la entrega del Nobel en Estocolmo.

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