Nación y pueblo en Toledo

LA INAUGURACIÓN ayer en Toledo de la que será la más importante biblioteca de España después de la Nacional tiene un alto simbolismo cívico. En primer lugar, por la ciudad, Toledo, la de las tres culturas, judía, islámica y cristiana, símbolo de la tolerancia y la convivencia. En segundo lugar, por el edificio, el Alcázar -palabra de origen árabe que significa castillo-, que cambia un pasado aún reciente de armas por un futuro de letras.Hace meses se anunció, sin demasiadas explicaciones, el traslado del Museo del Ejército a este recinto. Ahora, de acuerdo con un proyecto que se remonta a mediados de la década de los ochenta, será también sede de la biblioteca de Castilla-La Mancha, que albergará unos 260.000 volúmenes, incluyendo 369 valiosos incunables, un millar de manuscritos medievales y 100.000 libros de los siglos XVI al XIX.

Los libros civilizan. Nos acercan el pasado, nos ayudan a entender que hay otros puntos de vista diferentes al nuestro y que el tiempo a veces hace variar la perspectiva. El Alcázar de Toledo fue durante el franquismo símbolo máximo de la España vencedora en la guerra civil: de la España que se llamó a sí misma nacional precisamente para ocultar que era representativa sólo de la mitad de la nación española. La otra mitad, la republicana, también intentaba presentarse como representativa de la totalidad bajo la insignia del pueblo español. La nación contra el pueblo fue la expresión retórica de aquella escisión que dividió en dos a España.

Ayer, en presencia de dos ex presidentes democráticos (Felipe González y Leopoldo Calvo Sotelo), políticos electos encabezados por el presidente de Castilla-La Mancha, José Bono, jefes militares, autoridades eclesiásticas y representantes de la sociedad civil, las dos Españas, la de la nación y la del pueblo, se reconciliaban simbólicamente en el terreno de la cultura y en la ciudad de la tolerancia.