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De la revolución conservadora a la revolución progresista

La elección de Gerhard Schröder en Alemania debe permitir, por fin, llevar a cabo una "gran" política de empleo en Europa. "Grande" porque no se edificaría sobre las ruinas del modelo social europeo. No quiero con ello decir que Kohl impidiera que tal política se llevara a cabo, sino que hoy se abre una oportunidad surgida de la proximidad de las inspiraciones doctrinales de la casi totalidad de los gobiernos europeos (trece de quince). Desaparece la "coartada alemana", de la que tanto han abusado los gobiernos europeos para justificar unas politicas restrictivas, llevadas a cabo a regañadientes.¿Es concebible que unos gobiernos, enfrentados al mismo problema -el paro masivo- y que se consideran con la misma orientación política, no hagan nada para coordinar sus esfuerzos? Hoy es posible una coordinación de las políticas económicas para el crecimiento y el empleo, deseo y leitmotiv de gran número de gobiernos desde el inicio de los noventa. No queda ningún pretexto para no ponerla en marcha. Hasta la crisis financiera aboga en su favor, al menos por dos razones. Por una parte, provoca el miedo al freno de un crecimiento europeo apenas recobrado. Por otra, da a Europa la ocasión de asumir sus responsabilidades como la región más importante del mundo, en términos de PIB y con el añadido de disponer de una moneda única. ¿Hay alguna razón para que Europa, una vez realizada su unión económica y monetaria, no acuda en socorro de una regulación mundial desfalleciente?

La ocasión es demasiado rara y demasiado preciosa como para no aprovecharla. Europa se da cuenta ya, casi con asombro, de que la creación de la moneda única ha aumentado la soberanía real de sus gobiernos. Así es como se debe interpretar el hecho de que la crisis financiera no haya provocado especulaciones contra las monedas europeas.

Como ya he subrayado en alguna ocasión, la creación de la moneda única libera a los gobiernos de la tutela de los mercados de cambio. Si los países europeos tienen hoy un mayor control de su destino es porque la pérdida de soberanía resultante del "federalismo monetario" se ve más que compensada por el beneficio resultante del debilitamiento de la tutela de los mercados. El funcionamiento de los mercados en un sistema de cambio fijo pero descentralizado atentó mucho más contra la soberanía nacional que lo que lo podrá hacer el Banco Central Europeo.

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Podría verse en ello un ardid de la historia: la renuncia explícita a una parte de soberania-el abandono de una libertad formal- libera de una renuncia implícita a una libertad sustancial. A los gobiernos europeos, al abrigo de las tormentas que tanto les han hecho sufrir en el pasado, sólo les quedaba como excusa para no actuar al unísono la existencia de divergencias políticas sobre lo que convenía hacer. La elección de Schröder pone fin a esas divergencias.

Lo importante en este caso no es la persona, sino la opinión emitida por los electores. Los ciudadanos alemanes han expresado un deseo de cambio y han dado un contenido a ese deseo: que se acabe lo más rápidamente posible con el sufrimiento social, cuya causa principal reside en la persistencia de un paro masivo.Y que se acabe de verdad, sin subterfugios. Las poblaciones no creen en la impotencia de lo político y desean que se encuentre una solución al problema del empleo sin utilizar el arma de la precariedad que consiste en reformar el sistema social con la única contrariedad de la disminución de la proteción del trabajo. Los electores alemanes, como antes lo hicieron los electores de otros países euorpeos, han votado por la Europa social.

No se comprendería que los gobiernos europeos, dotados de una soberanía ampliada, de la voluntad común de dedicarse a la auténtica prioridad del empleo, ayudados por un contexto particularmente favorable a las politicas de expansión, falten a esta cita con la historia. Y se comprenderia todavía menos que no cumplan las promesas hechas a sus electores.

Su actual cohesión política les permite hacer oír firmente su voz ante los dirigentes del Banco Central Europeo. Aunque es cierto que sigue habiendo un desequilibrio formal entre una autoridad monetaria supranacional y una pluralidad de autoridades presupuestarias nacionales, la común inspiración ideológica de estas últimas hace que Europa no haya estado jamás tan cerca de la realidad de un gobierno "económico". La Europa política acaba de facto de dar un salto adelante.

La exigencia de la lucha conra la inflación presidió la"revolución conservadora" de los años setenta y ochenta. Dicho combate exigía, en efecto, políticas restrictivas y reformas que favorecieran la moderación salarial.

Hoy, la exigencia de la lucha conta el paro debería, por el contrario, dar lugar a una "revolución progresista" cuyos medios privilegiado serían una políticas resueltamente expansionistas. ¿Y hay algo que lo impida?

Vivimos en un mundo en el que predominan las tensiones deflacionistas heredadas de las crisis que sacuden Asia (especialmente el Japón), Rusia y America Latina. El euro se está apreciando frente a todas las monedas del mundo, incluído el dólar. Y a pesar de todo ello, Europa continua registrando un excedente de su comercio exteriore. En tales circunstancias, toda pusilanimidad o prudencia excesivas serían peligrosas.Pues la expansión de las condiciones monetarias en Europa, que pide Oskar Lafontaine, probable ministro de Finanzas alemán, junto a un impulso presupuestario -bajo la forma de invesión pública y bajada de impuestos- no sólo permitirían reducir el paro ,sino que participarían de modo decisivo en la solución de la crisis que atraviesan las otras regiones del mundo. ¿No debería Europa ejercer un liderazgo acorde con su potencia económica? Es bueno que proponga planes de regulación del sistema financiero internacional como hoy lo hace, pero ha llegado el momento de que lleve a cabo acciones concretas que den más credibilidad a sus discursos.

En este contexto, hay que felicitarse por la propuesta del presidente del Consejo de ministros italiano, Romano Prodi. La utilización de las reservas excedentarias de los bancos centrales nacionales para financiar inversiones públicas europeas permite movilizar directamente el relajamiento de las condiciones monetarias al servicio de Europa y de las generaciones venideras. Hablando claro, la finalidad de esta propuesta es financiar monetariamente los gastos púlicos en un momento en el que el peligro de inflación está conjurado por mucho tiempo. Además permitiría acabar con el déficit de inversión pública que ha caracterizado a la mayoria de los países europeos en los años noventa debido a la severidad de las politicas presupuestarias. Constiuye, finalmente, el tipo de medida que una "revolución progresista" debería tomar puesto que permite conciliar gestión y utopía. Incluso si tal propuesta no fuera aceptada y se prefirieran otras, habría tenído el mérito de sacar a la luz pública el debate sobre la oportunidad de una política expansiva en Europa acorde con la gravedad del problema del paro en nuestros países. ¿Se está convirtiendo el pleno empleo en una utopía realista?

Jean-Paul Fitoussi es economista, presidente del Centro de estudios del Observatorio Francés de la Coyuntura Económica (OFCE).

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